Javier Perez Jara: “Letichevsky
muestra su incapacidad objetiva de contestar a las fuertes objeciones que desde
el Materialismo Filosófico le hice a su artículo «Las matemáticas son creativas
y quizá constitutivas del cosmos»
No contento, este
autor se aventura en un análisis psico-biográfico sobre mi propia persona, y,
aún más, ahora trata de retroceder sobre sus pasos, tratando de mantenerse en
una supuesta «ambigüedad creativa», desde la que, quizá, según cree, se puede
inmunizar a las críticas del Materialismo Filosófico. «Ilusión» triturada,
esperamos, por el presente artículo.
§. 0. Introducción y
balance de la «respuesta» de Letichevsky
Sigfrido Samet
Letichevsky ha publicado en El Catoblepas, nº 24, una respuesta a mi artículo
«El Materialismo Filosófico y los formalismos terciogenéricos», donde, al
parecer (y es difícil asegurarlo firmemente, dado la intensa ambigüedad que
desprende todo su artículo), este autor contesta a las fuertes objeciones que
desde el Materialismo Filosófico le hice a su anterior publicación en esta
misma revista, titulada «Las matemáticas son creativas y quizá constitutivas
del cosmos» (El Catoblepas, nº 22). Ahora bien, su «respuesta» no es más que
una ilusión, como trataré de mostrar a lo largo de este presente texto, ya que,
en realidad, este autor no contesta a casi ninguna de las objeciones que le
fueron hechas (guarda un insondable silencio especialmente con las más
importantes), y más aún, ahora retrocede en sus posiciones, tratando de
mantenerse, como si esto fuera posible sin más, en una neutralidad benévola que
lo inmunice contra las críticas del Materialismo Filosófico. Letichevsky,
además, «enriquece» su artículo inaugurándolo con un diagnóstico
psico-biográfico sobre mi propia persona, lo que no deja de resultar
sorprendente, ya que nos encontramos en una revista filosófica, y no de
análisis psicológicos (y menos aún de análisis psicológicos –para más señas del
«tipo» o «clase» de lo que comúnmente se conoce como psicología barata– cuyo
objeto sea el «contrincante» de la polémica filosófica mantenida).
Comienza este autor,
ya en el título, denominando a su propio artículo «modesto». ¿Quizá insinuando
que mi artículo anterior era «pretencioso»? ¿Titula Letichevsky a su artículo:
«Los formalismos terciogenéricos y un artículo modesto» a modo de «parodia» del
título de mi anterior artículo («El Materialismo Filosófico y los formalismos
terciogenéricos»)? ¿Qué otra finalidad tiene este título dado que en todo su
artículo este autor no habla de los formalismos terciogenéricos, seguramente
porque no lo considere oportuno, pese a ser el tema central de esta polémica?;
y aun más ¿Qué puede significar apelar a la modestia en una discusión
filosófica donde lo único que se debe apelar, al menos si estamos en el terreno
de la filosofía y no en el de la retórica o la mala fe, es a la claridad y
distinción, a análisis fundamentados y rigurosos sobre las Ideas a tratar? Sin
embargo, y se refiera a lo que se refiera Letichevsky con su término
«modestia», parece que ésta no le impide incurrir en una grosera y clásica
argumentación ad hominem, donde ejercita, como ya apunté anteriormente, sus
dotes de psicólogo, y, además, de biógrafo de mi propia trayectoria filosófica;
en primer lugar, «diagnosticando» la gran influencia psicológica, según él, que
Gustavo Bueno ha ejercido sobre mí, y más aún, la supuesta influencia
psicológica y sectaria que la «Escuela de Bueno», ejerce también sobre mi
persona (¿Y por hipótesis –habría que preguntar siguiendo este absurdo– sobre
todo aquel que se sitúe en las coordenadas filosóficas de este sistema?); y en
segundo lugar, postulando cosas ridículas, como que Gustavo Bueno ha sido
–según las propias y «visionarias» palabras de Letichevsky– mi único «rodrigón»
(aunque es cierto, también hay que reconocerlo, que este autor deja abierta la
posibilidad de que en un futuro tenga más, pese a haber comenzado con uno solo).
Letichevsky, además, siguiendo en la misma «onda argumentativa», me acusa de
apelar a la autoridad (aunque según este autor no sea en realidad ninguna
acusación, pues, atendiéndonos a sus propias palabras, no es sino una actitud
muy «prudente» por mi parte), algo así, parece ser, a como si algún supuesto
hegeliano del XIX, movido por la «prudencia», dijese «pues esto es así, y no de
otra manera, porque lo dice Hegel»; que en mi caso, supuestamente, resultaría
algo análogo a «pues existen tres géneros de materialidad, un Ego
trascendental, una materia ontológico general, &c., porque lo dice Gustavo
Bueno». Naturalmente, la ridiculez de semejante estrategia demagógica no
recuerda sino a las analizadas por Schopenhauer en su Dialéctica Erística
(quizá con la salvedad de que las comentadas por Schopenhauer sean menos burdas
y groseras por lo general). A semejante estrategia, recubierta además de un
absurdo tono paternalista por parte del autor (¿La venerable edad de
Letichevsky le da más peso a su argumentación filosófica que a la mía? ¿Para
qué emplea este autor esta retórica de hacer mención de las edades? ¿Qué tiene
que ver en una discusión filosófica, cuyo objeto son Ideas objetivas y no las
personas subjetivas que las analizan?); a semejante estrategia, digo, pocas
palabras caben decir para aquel que use las reglas elementales de la lógica
(algo que, desgraciadamente, parece no ser muy común). No obstante, y dado que
Letichevsky escribe en su artículo multitud de ideas o tesis que dan mucho
juego, por así decirlo, para la criba filosófica, considero oportuno
triturarlas dialécticamente, pues es la dialéctica filosófica, y no los
diagnósticos psico-biográficos sobre el contrincante, el camino de la propia
conciencia filosófica (en la que se supone, se encuadra toda «discusión
filosófica») como actividad crítica (y por tanto cuando la «crítica» deja de
ser una idea vacía, para ser «llenada» con criterios y parámetros dialécticos).
Por su parte, Letichevsky puede volver a intentar una contestación a este
presente artículo con una nueva argumentación ad hominem o con cualquier otro
tipo de estratagema que le exima de contestar objetivamente a mis argumentos;
pero debería saber ya este autor, que ese tipo de «respuestas» no engañan a
nadie, y más aun, que lo delatan a él.
§. 1. La oposición
Filosofía crítica / Filosofía dogmática
Comencemos analizando
el tema de la filosofía crítica: en efecto, ¿Qué significa esto de filosofía
crítica frente a filosofía dogmática? Para contestar a esta pregunta, habrá que
analizar, aunque sea brevemente, y en sus líneas maestras, qué diferencia,
efectivamente, una filosofía crítica de una filosofía dogmática (en la que,
según Letichevsky, me encontraría yo, al defender según él mis tesis «apelando
a la autoridad», al «Magister dixit», &c.) para demostrar que,
efectivamente, la acusación de dogmatismo, &c., resulta completamente
gratuita, y más aún, que desvela la mala fe del acusador (aunque él mismo no
presente sus acusaciones como tales; aunque incluso pueda revestirlas de «elogios»
en el marco de su estratagema).
En primer lugar,
Letichevsky pide el principio de una manera completamente grosera al sostener
que yo apoyo mis argumentos en la autoridad de Gustavo Bueno; contra semejante
petición de principio no sólo tengo que decir que resulta completamente
gratuita, sino además decididamente falsa. Efectivamente, al estar en unas
coordenadas filosóficas dadas (de la misma manera que Letichevsky se encuentra
en otras, como el teoreticismo popperiano, &c.), no apoyo mis argumentos en
la autoridad de ninguna persona (y me resulta ridículo tener que decir algo tan
elemental; ¿Se cree Letichevsky que ése es el método para tomar partido por una
opción filosófica dada? ¿O más bien es el «método» que les atribuye a quienes,
como yo, le llevan la contraria para así tratar, al menos retóricamente, de
elevarse por encima de ellos?), antes bien, si tomo partido por el Materialismo
Filosófico, ejercitando y representando su sistema de ideas, no es por
dogmatismo de ninguna clase (precisamente el método del Materialismo Filosófico
es la antítesis del dogmatismo, como ahora veremos) ni por la supuesta persona
subjetiva de nadie (la validez de las Ideas y los sistemas que con ellas se
establecen se funda en relaciones objetivas que mantienen por encima de nuestra
voluntad, del mismo modo que están por encima de nuestra voluntad o
motivaciones psicológicas las relaciones geométricas de un poliedro), sino
porque es el sistema filosófico más potente del presente, lo que significa que
las otras alternativas con las que se encuentra necesariamente enfrentado de
manera polémica, son mucho más débiles para analizar las Ideas del presente, o
aun son contradictorias, lo que las hace impracticables. La toma de partido por
el Materialismo Filosófico se funda en análisis objetivos, cuyo rigor lógico,
como hemos dicho, dista mucho, por no decir infinitamente, de la arbitrariedad
o de las motivaciones psicológicas de nadie. Una persona que afirmase
encontrarse en las coordenadas del Materialismo Filosófico y no entendiese los
análisis y argumentaciones que han llevado a este sistema de Ideas a ir tomando
partido por unas teorías en vez de por otras (el acosmismo frente al cosmismo,
el hiperrealismo frente al idealismo y el realismo, &c.) no recordaría sino
a alguien que afirmase que no pueden existir decaedros regulares «porque sí» (o
porque ha tenido una intuición pura o porque se lo ha revelado Dios padre o
porque su profesor de matemáticas dixit) en vez de comprender el teorema de
Euler de las aristas y los vértices.
Un sistema filosófico
no es sino un sistema de Ideas contra otro de una familia de posibles sistemas,
tales que forman conjuntos de alternativas que, en la mayoría de casos, se
contraponen dialécticamente (en disyuntivas sobre las que los diversos sistemas
habrán de tomar partido si no quieren mantenerse en una supuesta neutralidad
escéptica: ejemplos sencillos son las disyuntivas entre: cosmismo / acosmismo;
formalismo / materialismo; idealismo histórico / materialismo histórico; teísmo
/ ateísmo, &c.), sin perjuicio por ello de que sistemas de ideas distintos
puedan tener elementos en común. Además, un sistema es crítico, y esto es
fundamental, cuando en su seno se encuentra la crítica y refutación a las otras
alternativas, resultantes de una taxonomía lógica. En filosofía, no cabe la
neutralidad benévola; y aun mucho menos la «ambigüedad», como reclama
Letichevsky en su artículo. La propia racionalidad crítico-sistemática de la
filosofía exige, en su tratamiento, trabajar con ideas claras y distintas (y recuérdese
que la principal tarea de la filosofía como saber de segundo grado es el
análisis crítico-sistemático de las Ideas que van brotando, en la práctica
social humana, a lo largo de la Historia); de este modo, un sistema filosófico
sin ideas claras y distintas (esto es, con ideas confusas y oscuras, y por
tanto ingenuas, infantiles, acríticas, &c.) será una pseudo-filosofía, más
cercana a la ideología, en un sentido peyorativo y mundano, impugnable, al
menos, desde nuestro sistema de coordenadas de corte racionalista, cuyo método
o «ideal» regulativo sería conseguir una «geometría de las Ideas». En suma, y
para no extenderme más en este asunto, diré que, desde la posición filosófica
en que me encuentro, apelar a la «ambigüedad» en filosofía es tanto como apelar
a la «sordera» en música.
Por supuesto, es
también ridícula la petición de principio que realiza Letichevsky al decir que
Gustavo Bueno ha sido mi único «patrono» filosófico, tratando de ejercer de
nuevo de mi psicólogo y mi biógrafo particular (petición, es evidente, que se
halla en el marco de su estrategia ad hominem con la que comienza este autor su
artículo). Si en mi itinerario filosófico he llegado al sistema de Ideas
conocido como Materialismo Filosófico no es sino después de analizar, confrontar,
comparar, &c., a los clásicos de nuestra tradición de origen helénico: Platón,
Aristóteles, Santo Tomás, Espinosa, Hegel, Marx, Husserl, &c., sin los que,
entre otras cosas, es virtualmente imposible entender este sistema, y que,
además, y esto es esencial, han sido reabsorbidos en su seno (de modo análogo a
como el sistema de Hegel reabsorbía a sus predecesores, ya fuese aceptándolos,
ya fuese reconstruyéndolos, ya fuese impugnándolos dentro del marco dialéctico
del sistema). El Materialismo Filosófico consiste, de este modo, y a mi
juicio, en el sistema de Ideas más potente, que ha reabsorbido dialécticamente,
en el propio ejercicio de su constitución, lo que de verdad había en los
distintos sistemas de nuestra tradición (materialistas o idealistas).
Naturalmente, este asunto (lo que de verdad hay en los sistemas del pretérito)
está sometido a discusión, por lo que el Materialismo Filosófico se enfrenta
polémicamente, y necesariamente, con otros sistemas que presentan otras
interpretaciones de la verdad filosófica en los sistemas del pasado.
Todo sistema
filosófico ha de ser ejercitado desde el presente (así, por ejemplo, si alguien
quisiese ser hegeliano en el presente, tendría que reconstruir este sistema
para adaptarlo al estado de las ciencias actuales, por ejemplo; ¿Y cómo podría
un kantiano –por poner otro ejemplo– en filosofía de las matemáticas, dar
cuenta de las geometrías no euclidianas sin tener que desmontar toda la teoría
kantiana sobre las matemáticas?). Los sistemas filosóficos tienen, pues, que
ejercitarse con las Ideas –que han reabsorbido, en su mayoría, las categorías
científicas de las que brotaron– que atraviesan el presente; no hay filosofía
perennis; y si me sitúo en las coordenadas del Materialismo Filosófico es, en
suma, y como ya antes apunté, porque es el sistema filosófico más potente para
analizar la realidad que nos envuelve, y esto significa que lleva en su seno la
refutación de las otras alternativas posibles que se yerguen en nuestro
presente o nuestra tradición como supuestas abanderadas de la verdad
filosófica. Y esto (la justificación dialéctica de la toma de partido por un
sistema de Ideas dado) no es un criterio pragmático, sino estrictamente
gnoseológico, porque la potencia de un sistema filosófico radica en la capacidad
de triturar objetivamente las otras alternativas posibles. En filosofía no es
posible construir identidades sintéticas (que son el tipo de relaciones
terciogenéricas con que identificamos las verdades científicas); en la
racionalidad filosófica la toma de partido por una alternativa o por otra, sino
quiere ser dogmática ha de ser apagógica, dialéctica. El número de respuestas o
familias de respuestas que cabe dar ante un problema filosófico es limitado (ya
que aunque hubiese infinitas respuestas posibles ante un problema, esas
infinitas respuestas podrían reducirse a tres o cuatro grandes familias de
respuestas posibles, por ejemplo), entre las que habrá que tomar partido por
una de las alternativas posibles (al menos si queremos ejercitar la filosofía y
no la mera doxografía o filología).
Después de llegar,
mediante el análisis lógico, a las posibles respuestas posibles ante un
problema filosófico dado (los formalismos en los géneros de materialidad, los
tipos de idea de causalidad, las posibles ideas de la identidad de España,
&c.) no es posible inventar respuestas nuevas e inauditas «respuestas
creadoras», como tampoco es posible inventar «creadoramente» una sexta clase de
poliedros regulares (y por tanto el epígrafe defendido por Letichevsky en su artículo
al que titula «Taxonomía vs. Creatividad» no es más que un ejercicio de mera
retórica y carece por completo de sentido objetivo; no es más que un mero
subjetivismo). La originalidad de un sistema filosófico no se encuentra en
«crear» nuevas alternativas, lo que es virtualmente imposible, sino en ofrecer
argumentaciones más potentes contra sus antagonistas, analizar las Ideas de las
que se ocupa de modo más preciso y correcto que sus antecesores, analizar
coordenadas antes no bien exploradas, &c. Por supuesto, sobra decir que
«filosofar» sin sistema es imposible, pues las Ideas se encuentran, mediante lo
que conocemos como symploké, en relaciones objetivas con otras Ideas, lo que
hace virtualmente imposible su análisis autónomo (y esto aun en los sistemas
metafísicos que hipostasían contenidos del mundo; ningún sistema trata a las
ideas como «mónadas»). En efecto, y a título de ejemplo, ¿Cabe esbozar una
teoría de la libertad al margen de una teoría de la causalidad, o del hombre?
¿O una Gnoseología sin una Ontología? A parte, por supuesto, de que como el
ejercicio filosófico es puramente dialéctico, tendrá que llevar en cada caso, y
según el problema a analizar, en su seno el sistema de ideas posibles que se
yergue ante un problema dado y por el que luego, de manera apagógica, tomará
partido por alguna de las alternativas. Por tanto, la actividad sistemática
es un nervio central de la filosofía. Las pretendidas filosofías
«asistemáticas», más que carecer de un sistema, lo que es imposible, (pues
estarán compuestas de una totalidad de ideas relacionadas necesariamente entre
sí), lo que ofrecen u ofertan (aunque ellas de hecho pudiesen pensar lo
contrario) es un sistema de ideas oscuras y confusas, cuya pretendida
asistematicidad es más un subjetivismo, una consideración emic, que algo real. Pues,
en efecto, si la filosofía no es sistemática, no es filosofía en absoluto. Y
es bastante difícil, por no decir imposible, esbozar un discurso en el que las
ideas tratadas no se encuentren en relación con otras de manera sistemática.
En resumen: en cuanto
a las alternativas posibles ante un problema filosófico dado, si la toma de
partido por una de las alternativas se hace dialécticamente (por ejemplo, y aun
a riesgo de simplificar: la toma de posición del ateísmo por las
contradicciones que conlleva la teoría teísta; la toma de posición del
hiperrealismo por las irracionalidades a que conducen las tesis idealistas o
realistas clásicas; la idea de la eternidad de la materia ontológico general
por, entre otras cosas, los absurdos que conlleva aceptar las ideas de creación
o de aniquilación, &c.), entonces, como ya hemos dicho, será
completamente ilegítimo llamar dogmática a la toma de posición defendida de
este modo dialéctico, porque ella constituye, precisamente, la misma esencia de
la conciencia crítica, y aun de la propia racionalidad filosófica.
Por tanto, y a la luz
de lo anteriormente esbozado, las acusaciones de dogmatismo por parte de
Letichevsky se revelan tan gratuitas como falsas. Y aun será síntoma del más
puro fariseísmo seguir manteniéndolas por parte de este autor, después de lo
alegado.
§. 2. La posición
ontológica de Letichevsky como formalismo terciogenérico
Pasemos a ahora a otra
cuestión; Letichevsky prosigue luego en su artículo con cosas como:
«[Javier Pérez Jara]
me atribuye tesis («presentar a las matemáticas como las estructuras últimas de
la realidad») quisiera repasar brevemente los objetivos y alcances de mi
artículo. Se trata de un collage de citas de autores cualificados; no sostengo
personalmente ninguna tesis física ni matemática.»
No deja de resultar
sorprendente que Letichevsky utilice la expresión «me atribuye tesis», como si
el hecho de que en su artículo «Las matemáticas son creativas y quizá
constitutivas del cosmos» (El Catoblepas, nº 22) este autor defendiese de
manera claramente diagnosticable un formalismo terciogenérico, fuese producto
de un subjetivismo mío, que no se identificaría con la versión objetiva, real,
que, parece ser que, según Letichevsky, no es otra que la de que él, en
realidad, no defendía en su artículo que las matemáticas fuesen las estructuras
últimas del Cosmos, tales que el mundo de los fenómenos se redujesen en última
instancia a ellas. Este autor añade a esto: «no sostengo personalmente ninguna
tesis física ni matemática». A esto, nada tengo que objetarle, pues, es obvio,
en ningún momento señalé en mi artículo anterior que Letichevsky sostuviese
ninguna tesis física o matemática, sino ontológica (y ejercitando una ontología
tal que desde nuestras coordenadas calificamos en su momento como metafísica);
es evidente que el artículo de Letichevsky comentado, por las ideas que maneja,
trasciende el horizonte categorial de las ciencias positivas (tanto de las
matemáticas, como de la física, como de cualquier otra), ya que ejercita ideas
filosóficas (Ideas tales como Realidad, Cosmos en sentido totalizador,
fenómenos, matemáticas, apariencias, &c.) relacionándolas de tal modo que
constituyen tesis metafísicas (detrás de los fenómenos estarían estructuras
matemáticas, &c.). Carece de todo sentido que Letichevsky alegue que él en
ningún momento sostuvo ninguna tesis física o matemática, porque, en primer
lugar, jamás he realizado yo esta supuesta acusación, y, en segundo lugar, es
absurda, puesto que, como ya dijimos, la discusión sobre la que aquí venimos
tratando es una discusión ontológica, filosófica, no categorial o
científico-positiva. Y la confusión entre estos dos planos (el
científico-categorial y el filosófico) representa una falta de rigor
inaceptable que no viene sino a confundir y oscurecerlo todo.
También, lo que a mi
juicio es de todo punto intolerable, y aun ridículo, es que este autor
desmienta que en su artículo no sostiene la tesis de que las matemáticas
constituyen las estructura última de la realidad (tesis contra la que iba
dirigido principalmente mi primer artículo en esta polémica), de tal modo que
el mundo de los fenómenos, en última instancia se reducirían a estas
estructuras eidéticas, que para Letichevsky, ni siquiera son materiales. En suma:
que Letichevsky, en su propuesta sostenida en su artículo «Las matemáticas son
creativas, y quizá constitutivas del Cosmos», hipostatiza los contenidos de M3
correspondientes a las matemáticas y practica un formalismo terciogenérico es
simplemente innegable para aquel que haya leído su artículo con un mínimo de
sindéresis.
Esta tesis metafísica,
en su artículo, está tanto ejercitada como representada. Ya como resumen y
cabecera de su artículo, este autor escribe:
«Las matemáticas no
son un simple instrumento, sino que tienen un intrínseco poder creativo, lo que
al parecer se debe a que, en última instancia, la «materia» es una
manifestación de la estructura matemática del Cosmos. No tiene sentido decir
que «la materia se evapora», porque la realidad humana es el nivel sensorial.
Pero al trascender el realismo próximo se relativiza el antagonismo
materia/idea, y sobre todo la oposición materialismo/idealismo en filosofía»
[cursivas mías]
Carece de sentido que
ponga más fragmentos del artículo de Letichevsky donde se vea claramente su
postura defendida, pues, en primer lugar, es bien clara para aquel que lea su
artículo; y en segundo lugar, mi anterior artículo «El Materialismo Filosófico
y los formalismos terciogenéricos» expone con la suficiente extensión y
rigurosidad (aun a riesgo, lo sabemos, de no ser «creativo») la exposición de
las tesis de Letichevsky así como su objetiva refutación desde las coordenadas
del Materialismo Filosófico.
§. 3. La confusión de
las relaciones Filosofía / Ciencias en Letichevsky
Posteriormente,
Letichevsky afirma:
«En ese marco de
indefinición y de posibilidades abiertas, sólo afirmo dos cosas:
Con Einstein y con
Ortega, que hay que empaparse de filosofía para llegar a ser un buen
científico.
Ningún sistema es, en
este sentido, privilegiado, y ninguno dictará a los científicos lo que deben o
lo que no deben hacer. Di ejemplos que muestran como la pretensión de imponer
el "Materialismo Dialéctico" tendió en la URSS a sofocar la ciencia.
Y señalé como hecho "curioso" el que el idealismo haya sido más
inspirador para la Física que el materialismo (independientemente de la
presunta relación de ambos con la verdad).»
Sin embargo, se me
presenta completamente oscuro este texto, pues la Gnoseología, como análisis
filosófico de las disciplinas científicas (y de otras disciplinas por
analogía), se encarga de estudiar la estructura interna de las ciencias; cómo
se constituyen, cómo trabajan, cuáles son sus límites, sus metodologías,
&c., y no de dictar a los científicos nada. ¿Qué pretende objetarme
Letichevsky con este fragmento? Gnoseológicamente, la Ontología no viene antes
de la ciencia, sino después, pues su campo es el constituido por las Ideas que
brotan de las categorías científicas (tales como las ideas de Relación, Causalidad,
Materia, Estructura, Sistema, &c.) pero tales que su análisis
crítico-sistemático desborda el horizonte categorial de las propias ciencias
positivas. La filosofía no es la madre de las ciencias, sino precisamente al
revés: son las ciencias la madre de la filosofía.
Aunque las ciencias
positivas, en su ejercicio, sean materialistas, eso no significa que el
materialismo, como sistema filosófico, exija o pueda exigir nada a las
ciencias; otra cosa será que determinadas autoridades políticas dogmáticas, ya
sea basándose en delirios religiosos o en ideologías metafísicas puedan coartar
el trabajo de los científicos, pero eso no significa, en caso alguno, que la
filosofía (análisis crítico-sistemático de las Ideas) pueda exigir nada a las
ciencias (construcciones categoriales de las que brotan la mayoría de Ideas que
luego la Filosofía analizará).
Aunque hay una
dialéctica circular entre las categorías científicas y las Ideas filosóficas,
ni la Gnoseología ni la Ontología (es decir la filosofía) son normativas, en el
sentido en que habla Letichevsky.
§. 4. Naturaleza del
vacío y la concepción ondularista del Materialismo Filosófico
Posteriormente,
Letichevsky comenta el fragmento de mi artículo donde expongo la naturaleza del
vacío y la concepción plenista del Materialismo Filosófico. Sin embargo, nada
refuta este autor; sigue sosteniendo la realidad del vacío, ignorando las
oposiciones que desde el Materialismo Filosófico le hice a éste. Efectivamente,
en su artículo titulado «Las matemáticas son creativas, y quizá constitutivas
del Cosmos» nos dice:
«De repente los
físicos nos dicen que todo está formado por protones y electrones, que los
electrones apenas tienen masa y que están a enorme distancia de los protones.
Es decir, que el átomo es prácticamente vacío. Si una persona pudiera achicarse
(como la Alicia de Lewis Carroll) hasta llegar al tamaño de un protón (cosa
absurda, pero imaginable) iría viendo las cosas (personas, muebles, casas,
&c.) cada vez más grandes, enormes... hasta que desaparecerían como entes y
viera sólo núcleos atómicos de diferentes tamaños, pero solitarios en un
inmenso espacio vacío.»
Este texto, en su
sentido riguroso, es, evidentemente, absurdo –además de completamente
anacrónico–, pues si Alicia se achicase a nivel microscópico, aparte de los
absurdos que esto conlleva, sencillamente no vería nada (¿Los fotones que
deberían irritar sus retinas para que fuesen mandadas descargas electroquímicas
a las áreas de la visión del lóbulo occipital de la corteza cerebral de Alicia
serían más grandes que ella?). El ejemplo presentado por Letichevsky sólo
podría valer a título de cuento, o en todo caso, de mito pedagógico, que no es
imaginable, sino completamente irracional; ¿Pero cuál es la conclusión o
moraleja de este cuento? Que lo corpóreo, a nivel microscópico, es
extremadamente pequeño (en relación con nuestras medidas y patrones del ámbito
«macroscópico»), y que esos pequeñísimos corpúsculos, flotan en un vacío (¿El
Espacio absoluto de Newton?). Ahora bien, en primer lugar, lo que pudiera ver
Alicia (que sería imposible en realidad, como antes hemos dicho) es
irrelevante, y por tanto este «cuento» es completamente confuso y oscuro,
porque el vacío, como ya defendí en mi anterior artículo, no es sino una
apariencia producida por los mecanismos de filtro de kenosis de nuestro sistema
nervioso (que configura, por tanto, la estructura de la percepción a partir
de ciertos animales superiores) para producir la visión apotética (a
distancia), y por tanto permitir al sujeto operatorio operar con cuerpos; y en
segundo lugar, la materia primogenérica no es otra cosa que un plenum
energético (en el que la energía es tan material como lo corpóreo).
Aun más, me parece
completamente grosera e infantil la representación de los electrones, protones,
&c., como corpúsculos; esta interpretación sólo puede tener sentido a modo
de artificio pedagógico, pero que, tomada literalmente, conduce a las
posiciones tradicionales del atomismo clásico. En cambio, desde el ondularismo,
los llamados «corpúsculos» del «mundo microscópico», en vez de pequeñísimos
cuerpos «flotando» en un imaginario vacío, no serían sino los picos de
funciones de onda energéticas incorpóreas, como las electromagnéticas. En otras
palabras, desde el ondularismo plenista en el que sin duda se mueve el Materialismo
Filosófico, no sólo es infantil y grosera la interpretación de los electrones,
&c., como corpúsculos, sino además confusa y oscura, pues confunde y
oscurece las ideas de cuerpo, energía, vacío, &c., tendiendo a cristalizar
sus ecuaciones en posiciones metafísicas, lindantes, como se ha dicho, con el
atomismo clásico.
§. 5. La Idea
dialéctica y funcional de Materia en el Materialismo Filosófico
Otro tema muy
importante sobre el que hay que apuntar algunas cosas es el de la ampliación de
la Idea de materia a contenidos no corpóreos, que, lejos de ser una ampliación
ad hoc como pretende Letichevsky, no es sino fruto de un proceso dialéctico
objetivo, que ya expuse en mi anterior artículo, y que Letichevsky, quizá
movido por la «modestia» de la que presume en su artículo, quizá por cualquier
otro motivo en el que preferimos no indagar, ignora completamente en su
artículo-respuesta. La posición de Letichevsky a este respecto sería igual
que si dijese que la ampliación de la idea de número más allá de los números
naturales hasta los complejos, es fruto de un proceso ad hoc, algo así a un
absurdo «pues voy a llamar a esto número para que me quede bien, o porque me
conviene». En efecto, resulta fertilísima la comparación de la ampliación
del concepto de número desde los naturales hasta los complejos con la
ampliación de la idea de materia desde sus primigenios contextos corpóreos
(arcilla, madera, &c.) hasta la idea de materia cósmica y aun más allá de
ella, de materia ontológico general; y ello sin perjuicio de que en un caso la
ampliación se sitúe en un contexto categorial y en el otro en el filosófico. Efectivamente,
en los dos casos la ampliación del contenido semántico de lo estudiado –el
número, la materia– se va ampliando de manera dialéctica, sucesivamente, hasta
ir alcanzando significaciones cada vez más generales. En el caso de los
números, como bien es sabido, definidas las operaciones aritméticas básicas en
la clase de los números naturales [N] (cuya génesis son los propios dedos del
sujeto operatorio), hay operaciones cuyo resultado es sin duda un número, pero
no ya natural (3 – 7 = x), lo que llevará a ampliar el concepto de número a una
clase más amplia, la de los números enteros (x Î Z), y desde éstos, por
procesos operatorios análogos, se alcanzarán los números racionales [Q], reales
[R] y complejos [C], de tal manera que N Ì Z Ì Q Ì R Ì C). De análoga manera
ocurre, como hemos dicho, en la ampliación de la Idea de materia desde sus
primigenios contextos técnicos hasta alcanzar la doctrina de los tres géneros
de materialidad y la Idea de materia ontológico general (ampliación que,
también lo hemos señalado, expuse en mi anterior artículo, siguiendo las líneas
maestras del libro de Gustavo Bueno, Materia, y que, debido a su extensión, no
podemos volver a repetir). En suma, podrá Letichevsky estar en contra o no del
proceso seguido para ampliar la idea de materia a contenidos no corpóreos, pero
lo que no puede hacer, sin caer en lo que Sartre llamaba mala fe, es decir que
tal proceso no es sino una «ampliación ad hoc». En efecto, si Letichevsky
pretende sostener que sólo lo corpóreo es material, este autor tendrá que
enfrentarse (al menos si quiere defender su toma de posición de manera crítica)
contra el mecanismo dialéctico seguido por el Materialismo Filosófico para
ampliar la Idea de materia desde el primigenio contexto técnico corpóreo hasta
la idea de materia ontológico general (que conlleva, entre otras cosas, que
toda entidad existente o posible es material; o lo que es lo mismo, que la
Realidad es material y no puede ser de otra manera), de otra manera, sus
«críticas» contra la ontología del Materialismo Filosófico serán completamente
estériles o aun inexistentes. Por nuestra parte, aun esperamos esa crítica a la
ontología del Materialismo Filosófico por parte de Letichevsky.
§. 6. El ámbito de los
cuerpos en el Materialismo Filosófico
No obstante, me parece
interesante comentar algunos asuntos sobre la idea de cuerpo que emplea el Materialismo
Filosófico (de la que, no obstante, también hablamos en «El Materialismo
Filosófico y los formalismos terciogenéricos»). Para este sistema, el ámbito de
los cuerpos irá referido fundamentalmente al mundo de los fenómenos donde actúa
el sujeto operatorio y realiza sus operaciones; operaciones cuyos términos son,
evidentemente, los mismos cuerpos, que desde el punto de vista fenomenológico
se presentan al sujeto operatorio como volúmenes tridimensionales sólidos (o
dados en función de este estado) y apotéticos, conformados holóticamente, de tal
modo que las operaciones del sujeto operatorio consistirán en separar o juntar
las partes de totalidades corpóreas. Desde el punto de vista fenomenológico,
los cuerpos se presentarán con colores y formas, posibilitadas por las áreas de
la visión V3 y V4 del lóbulo occipital de la corteza cerebral del sujeto
operatorio, lo que no implica caer en idealismo de ninguna clase, pues las
cualidades secundarias se presentan de manera objetiva ante el sujeto
operatorio (no están «dentro» del sujeto operatorio); son producto de las
impresiones que materialidades primogenéricas (por tanto extramentales)
efectúan sobre los sentidos del sujeto operatorio en un único plenum energético
material, donde las relaciones Sujeto/Objeto son diaméricas y donde los colores
y formas son vistos apotéticamente. No existe el ámbito de los fenómenos y
el ámbito del noúmeno; es pura fantasía la disociación cosa para mí / cosa en
sí; por eso, el Materialismo Filosófico se enfrenta no ya al idealismo, sino
también al realismo (que hace la disociación «objeto conocido» / «objeto real»,
entre los que habría una «adecuación»), abriéndose paso a través de la
concepción hiperrealista de las relaciones S/O.
Esta tesis no incluye,
evidentemente, que el «mundo microscópico» esté gobernado por unas leyes ajenas
al «mundo macroscópico», al menos en un sentido metafísico; y esto porque sólo
existe una única materia primogenérica en dos contextos diferentes, el contexto
fenomenológico, donde actúa el sujeto operatorio en su praxis científica, política,
religiosa, &c., y el contexto no fenomenológico (al menos perceptivamente),
pero que sin embargo es tan material como el primero, y cuya materia, por
tanto, está igualmente estructurada por los principios de multiplicidad y
codeterminación en symploké. El idealismo de muchos defensores de la
mecánica cuántica es, a mi juicio, todo menos científico; llegando, además, en
muchos casos, a posiciones nihilistas (como las acausalistas). En cambio,
desde la óptica del Materialismo Filosófico, el determinismo (que no
fatalismo, cuando reconocemos, gracias al principio de symploké el momento de
la desconexión entre cauces causales y estructurales diversos) afecta a todas
las estructuras materiales (y por ende reales), y por tanto considera presos de
una gran confusión de ideas a los defensores del acausalismo, &c., que, en
última instancia, no defenderían sino una variante de nihilismo.
§. 7. La Idea de
metafísica en el Materialismo Filosófico
Comenta luego
Letichevsky (con motivo de que designé como metafísica a su formalismo
terciogenérico y a su creencia en el big-bang) que la metafísica es una de
las actividades más nobles del espíritu humano, por lo que rechaza el uso
peyorativo de este término, que sería el empleado por los positivistas. Sin
embargo, y como es bien sabido, no sólo los positivistas han empleado este
término de manera peyorativa; también Nietzsche, Heidegger, Russell, Deleuze,
&c., lo han hecho, y usando argumentaciones distintas, a veces
contradictorias entre sí (¿Qué sentido tiene para un positivista que Heidegger
diga que el máximo exponente de la metafísica es el mundo de la técnica, donde
se produce el mayor olvido del Ser?). Sin embargo, todas estas formulaciones de
la Idea de metafísica, se presentarán desde nuestras coordenadas como parciales.
Desde el Materialismo Filosófico, metafísica será toda construcción
doctrinal, toda ontología, que, partiendo evidentemente de un contenido
empírico (pues es de este ámbito de donde brota, en su génesis, toda idea; no
hay ideas o conceptos a priori), lo transforma, hipostatizando elementos (algo
ilegítimo desde el principio de Symploké y desde la perspectiva de la materia
ontológico general), de manera que no es posible el retorno racional al mundo
de los fenómenos del que se partió (y recuérdese que, en el tratamiento de las
Ideas, nos movemos necesariamente en la dialéctica del regressus-progressus).
Y, esto es fundamental, si hablamos de la idea de metafísica desde unas
coordenadas interpretativas dadas (en nuestro caso las del Materialismo Filosófico)
es porque no es posible a priori definir qué filosofías han sido metafísicas
etic sin tomar partido por un sistema de coordenadas interpretativo dado. Y
esto porque hay diversas ideas de metafísica contrapuestas dialécticamente
entre sí, de tal modo que no cabe una neutralidad interpretativa, al menos si
pretendemos ir más allá de considerar metafísicos los sistemas que emic se han
considerado como tales (una perspectiva tal que ni siquiera podríamos
considerar metafísicos los sistemas de los presocráticos o de Platón).
Desde el Materialismo
Filosófico, el modo de racionalidad que designamos como «metafísico» (de
naturaleza abstracta frente a la racionalidad mitológica) habría aparecido en
la antigua Grecia con los presocráticos, donde el origen de la geometría como
ciencia categorial (y no como «recetas técnicas» de los egipcios, &c.),
habría posibilitado aplicar la racionalidad geométrica a problemas no
estrictamente geométricos, dando lugar a un modo de racionalidad distinto del
mitológico (que se basa en las relaciones de parentesco); estas nuevas
construcciones doctrinales tratarían con ideas abstractas (como la Idea de
esfera de Anaximandro, aplicada a contextos cosmológicos), pero de tal
naturaleza (por culpa de la vía sustancialista en la que fueron entretejidas y
constituidas) que la dialéctica regressus/progressus entre el ámbito de los
fenómenos y estas mismas ideas de las que hablamos, no podría ser aplicada sin
caer en tesis irracionales, contradictorias. Efectivamente, si desde el
ámbito de los fenómenos ejercitamos un regressus hacia un único principio
absoluto, supuesto origen último y principio absoluto de lo real, será
imposible el retorno racional (en la línea del progressus) al mundo de los
fenómenos, pues, efectivamente, de una unidad absoluta, no puede derivar la
pluralidad de lo real sin caer en todo tipo de contradicciones (un
principio solo, no puede generar más de él mismo), como tampoco se puede
ejercitar un progressus desde la idea de Dios que crea la realidad ex nihilo,
al ámbito de los fenómenos. De este modo, si consideramos la teoría del
Big-bang como metafísica será precisamente porque del regressus, vía
sustancialista, que se ejerce desde los fenómenos hasta la singularidad
primordial, es imposible el retorno (progressus) racional al ámbito de los
fenómenos del que partimos.
En suma, la
hipostatización de algo, sólo es posible en un modo de racionalidad más
abstracto que el mitológico, y ese modo de racionalidad es el que denominamos
metafísico, al que estaremos en oposición no por tratarse de un pensar
abstracto, o por tratar de cosas «más allá de los sentidos», sino por seguir el
camino de las hipostatizaciones de contenidos empíricos (no olvidemos que los
contenidos terciogenéricos surgen de los contenidos primogenéricos y
segundogenéricos), llegando a ideas que designarían entidades irreales,
contradictorias, desde las que sería imposible el retorno racional a los
fenómenos.
Allí donde hay una
hipóstasis de algo, allí hay metafísica; y por tanto, dado que desde la ontología
materialista toda hipostatización es completamente ilegítima, no es de extrañar
que el término metafísica tenga un uso peyorativo desde nuestras coordenadas. Si
la Ontología del Materialismo Filosófico no es metafísica es porque no
hipostatiza nada, sin por ello dejar de tener ideas claras y distintas sobre la
causalidad, la realidad, la materia, la relación, la existencia, los fenómenos,
la finalidad, &c. (esto es, poseer u ofertar una totalidad de ideas
ontológicas entretejidas en symploké desde las que es completamente racional y
coherente la dialéctica regressus/progressus de los fenómenos a las ideas y
viceversa). Y un sistema de Ideas, además, que se presentará
dialécticamente contra los sistemas metafísicos que manejen estas ideas de
manera sustancialista (como se desprende, obviamente, de todo lo hemos dicho).
Ahora bien, sería
ilegítimo decir que la definición de metafísica dada por el Materialismo
Filosófico es una definición ad hoc, elaborada a conveniencia; antes al
contrario, el Materialismo Filosófico diagnóstica con los caracteres
anteriormente presentados a lo que etic ha sido la metafísica en occidente,
desde Tales de Mileto (el inicio de la metafísica axiomática), y no lo que
emic, han creído ser muchos metafísicos o supuestos enemigos de la metafísica
como Heidegger.
Naturalmente, y como
ya dijimos, el criterio que el Materialismo Filosófico sigue para designar a la
metafísica se enfrenta contra otros criterios, y si tomamos partido por uno es
porque es el que consideramos más potentes para explicar el material a
analizar. No obstante, si Letichevsky tiene un criterio más potente y preciso,
esperamos con impaciencia que nos lo presente (y lo enfrente contra el empleado
por el Materialismo Filosófico). De momento, creo, no valen ecuaciones
retóricas como «la metafísica es noble», o «es una actividad hermosa», &c.,
conceptos de metafísica nulamente operativos (al menos desde nuestras
coordenadas, que buscan la precisión).
§. 9. La oposición
materialismo / idealismo en Filosofía
Otro fragmento del
artículo de Letichevsky que me parece conveniente comentar es donde este autor
escribe, refiriéndose a mí: «JPJ dice que "Desde las coordenadas en que
estamos situados, las ideas son materiales..." Es muy lícito, ya que las
palabras importan menos que sus referentes. Pero con ese criterio todo es
materia y toda filosofía es materialista.» En primer lugar, y como ya expuse
anteriormente, la designación de material a las Ideas no es fruto de un
postulado ad hoc, sino de un riguroso proceso dialéctico que Letichevsky en su
artículo ni siquiera menciona (proceso de ampliación que, sin embargo, ocupa
prácticamente la totalidad de mi artículo anterior, pero que, no obstante,
Letichevsky trata como si de la segunda parte del Tractatus de Wittgenstein fuese,
y no por el tema de su importancia precisamente, sino por el de tratarla como
si jamás hubiese sido escrita); y en segundo lugar, es completamente falso que,
desde el Materialismo Filosófico, dado que designa como materiales a lo físico,
lo psíquico y lo ideal (y aun más, a toda entidad real o posible, cuando nos
situamos en la óptica de M), piense que toda filosofía es materialista, dado
que, necesariamente, todo discurso manejará contenidos de los géneros de
materialidad (o de M). Y esto es falso porque aunque el contenido de los tres
géneros de materialidad o la materia ontológico general sea necesariamente el
objeto de todo discurso filosófico, un sistema filosófico puede defender ideas
(que son materiales, por ser, en tanto ideas, huéspedes de M3) pero que
designan entidades contradictorias, irreales, que contradirían la propia
naturaleza de la materia (multiplicidad y codeterminación); partiendo de este
tipo de ideas (forjadas desde las experiencias técnicas, científicas,
políticas, sociales, &c., de los hombres) es imposible el retorno racional,
como ya dijimos anteriormente, al ámbito de los fenómenos. Efectivamente, un
sistema que trate de ofertar un mapa mundi de la realidad con Ideas tales como
Dios, Nada, Ser (en sentido monista), Espíritu absoluto, Uno, Formas separadas,
&c., no será materialista.
Ejemplo claro de una
filosofía no materialista es el monismo, sobre todo el que presenta a la
realidad como «despliegue» de una entidad absoluta e infinitamente simple. Esa
entidad no es materialista precisamente porque es contradictoria, contradice
los atributos esenciales de todo lo real (y que ya hemos señalado
repetidamente: multiplicidad y codeterminación). Y no ya las Ideas, sino las
propias relaciones que se postulen entre éstas nos llevarán a distinguir
filosofías materialistas de filosofías no materialistas, pues las relaciones
entre las Ideas postuladas o defendidas por una filosofía dada, cambiarán el
contenido semántico de éstas (aunque conservando un núcleo común).
Como es bien sabido,
las tres ideas fundamentales del Materialismo Filosófico son el Ego
trascendental (E),-es decir, “el pensamiento”- el Mundo (Mi) –es decir, la sociedad y su
relación con las fuerzas de la naturaleza- y la materia ontológico general (M); es decir,
“El Cosmos en General”. Efectivamente, toda filosofía, o toda doctrina que
tienda a poner al mundo, y aun la materia ontológico general bajo severo
control de E (la conciencia de Dios padre, el Yo fichteano, &c.) será
idealista («la instancia última de la realidad es egoiforme»).
Quiere decir esto ante
todo que ante las posibles combinatorias de relaciones que caben realizar entre
las ideas del presente y de la tradición, habrá sistemas materialistas, y
sistemas no materialistas, en virtud de la vía hipostática o confusa u oscura,
o aun irracional, en virtud de la que estos últimos tipos de sistemas (no
materialistas) relacionen y analicen las ideas con las que tratan y ejercitan
su actividad filosófica.
En efecto, en el
ejemplo anteriormente comentado, si subordinamos el mundo (Mi), o la materia
trascendental (M) a la conciencia (E), y no al revés, los significados de las
ideas de mundo, materia y conciencia de este sistema serán radicalmente
distintos (aun conservando un núcleo semántico común, como dijimos) a los ejercitados
por el sistema de ideas opuesto. En el primer caso, la conciencia será vista
como una instancia absoluta que genera lo real, o que, en última instancia, lo
soporta o mantiene ontológicamente. Mientras que en el segundo caso –que es la
vía del Materialismo Filosófico–, la conciencia será vista como un desarrollo
de la propia materia (y desde luego no teleológico o al modo de la Scala
naturae) en la que ésta se constituye como objeto ante sí misma (sin caer por
ello en una reflexividad metafísica); E será ahora el ámbito epistemológico del
mundo (ámbito cuyo centro son los propios sujetos operatorios) y no una
instancia hipostática que llegaría, en el caso de la ontoteología cristiana, a
sustentar a los entes mundanos en su ser por medio de una milagrosa acción
conservadora (sin la cual, los contenidos del Mundo serían tragado por la Nada
de la que fueron creados por esta conciencia absoluta). No obstante, para
analizar los diversos modos sobre cómo se han relacionado a lo largo de la
historia estas tres grandes Ideas (E, Mi y M) remito al prólogo de La
metafísica presocrática de Gustavo Bueno.
Podríamos decir,
resumiendo (aunque a un plano quizá demasiado abstracto), que materialismo
designa a toda práctica filosófica que niegue enérgicamente cualquier tipo de
hipostatización (ya sea de la materia física, de la conciencia, de las
esencias, &c.), y esto porque toda hipostatización –como ya hemos repetido
varias veces debido a su importancia– niega los atributos trascendentales de
toda materialidad (ontológico general y ontológico especial), esto es, los
atributos de pluralidad y codeterminación. En efecto, el esencialismo comienza
hipostasiando el ámbito de las ideas, esencias, &c. (M3); el idealismo
cristiano comienza hipostatizando la idea de unidad y de conciencia, pensando
que la instancia última de la realidad es la conciencia de Dios que crearía el
mundo desde la nada (entidad también imaginaria, resultante de hipostasiar la
idea de negación); el neoplatonismo, aunque reconoce la ecuación M ¹ Mi, y por
tanto es acosmista, hipostatiza la idea de unidad y se abre paso a través de la
idea anti-materialista de autodeterminación, &c.
Por último, hay
filosofías con elementos materialistas y con elementos inmaterialistas en su
mismo seno; así, el corporeísmo de Hobbes, por ejemplo, se sitúa en la vía del
materialismo al subordinar genéticamente la conciencia a la materia
primogenérica, pero se sitúa en la vía del inmaterialismo al hipostatizar el
ámbito de la materia corpórea (siendo por tanto una filosofía cosmista; negando
la realidad trascendental de la materia ontológico general) y practicando un
formalismo primogenérico al reducir la conciencia a la materia corpórea
ontológicamente (y no de manera meramente genética); en efecto, si la filosofía
de Hobbes no hipostatizara el mundo de los cuerpos estaría abierta a la
perspectiva de la ontología general, y aun más, no practicaría formalismo de
ninguna clase, pues aun reconociendo que la materia física está a la génesis de
la conciencia, al dejar de ser lo corpóreo algo hipostasiado se reconocería que
el intelecto, los sentimientos, &c., aunque vinculados genéticamente al
sistema nervioso, constituyen un nuevo ámbito de materialidad (y por tanto son
algo distinto de la mera «forma», o epifenómeno del cuerpo) inconmensurable con
el género de materialidad del que, sin embargo, procede en su génesis.
En cuanto al
materialismo como metodología (que precisamente imposibilitaría caer en la vía
sustancialista y acrítica de la metafísica, y por tanto de las filosofías que
hemos designado como no materialistas), comparto plenamente el siguiente texto
de Gustavo Bueno:
«No procede de acuerdo
con el materialismo metodológico quien, en Geometría, intenta definir una
circunferencia a partir de puntos y rectas, dejando de lado, o desdeñando, la
consideración de los cuerpos redondeados (siendo infinitos los puntos y
segmentos de rectas que se necesitan para definir la circunferencia, ningún
formalismo podría conducir a tal concepto). No procede según el método
materialista quien se dispone a analizar la Idea de Historia regresando a la
supuesta estructura del «ser histórico», dejando de lado la consideración de
materiales históricos concretos, tales como documentos, secuencias de
reliquias, &c. No procede, de acuerdo con el materialismo metodológico, en
la teoría de la evolución, quien se desentiende de la consideración precisa de
las líneas de derivación de los diversos organismos y se mantiene en el terreno
de las grandes líneas formales de la Idea de Evolución. Ni procede de acuerdo
con el método materialista quien en el momento de tratar de los problemas
relativos a la vida orgánica quiere mantenerse en el terreno de las categorías
físico-químicas (quarks, átomos, iones, moléculas de carbono...) tratando, como
si fueran entidades que se agotan en el recinto de sus respectivas categorías,
de desentenderse de las conexiones que estos elementos físico-químicos tienen
con los materiales biológicos de la experiencia operatoria de la que proceden.
No procede de acuerdo con el método materialista quien pretende, en filosofía
moral, definir la virtud, o el bien en general, en función de una «forma de la
ley», sin comenzar «reuniendo» materiales antropológicos, psicológicos o
sociológicos a través de los cuales las ideas éticas o morales se muestran «en
ejercicio». No procede según el método materialista quien se propone el
análisis del razonamiento o del «pensamiento» manteniéndose en el terreno de la
conciencia subjetiva, o de las ecuaciones lógico-formales, desconectadas de los
datos corpóreos; ni procede según el materialismo metodológico quien se empeña
en analizar la estructura o mecanismo de una máquina de calcular, o de un motor
de inferencias, ateniéndose únicamente al software y dejando de lado los
materiales electromagnéticos, moleculares, &c. que constituyen el
hardware.» [Ver Cuestiones preambulares del Diccionario filosófico de Pelayo
García Sierra.]
Con estos concisos
apuntes, espero haber defendido de manera clara, aunque de modo breve por la
naturaleza de este artículo, que es completamente legítima la oposición
materialismo / idealismo (que no es una oposición ética en absoluto, sino
ontológica), y que, no por sostener que todo lo real es material (y por tanto
que son materiales los contenidos designados por las Ideas E, Mi y M) como sin
duda hace el Materialismo Filosófico, conlleva ello, en grado alguno, a
reconocer que toda filosofía es materialista (como sin embargo cree Letichevsky
que se debe reconocer si admitimos que todo lo real es material).
En cuanto a las otras
oposiciones a Letichevsky analizadas en este artículo, que cada lector saque
sus propias consecuencias.”
Como se puede ver, Javier Perez Jara acaba de destruir
filosóficamente, la idea de Letichevsky, que las matemáticas son constitutivas
del universo.
A continuación presento un resumen de lo más importante:
La filosofía no puede ser creativa ni ambigua. La
creatividad en el conocimiento racional,
brota de las “hipótesis” que mediante el método científico éstas son
comprobadas o disprobadas. La filosofía, únicamente ordena de manera lógica y
racional, todas las hipótesis comprobadas por la ciencia.
La filosofía ha evolucionado, así como evoluciona toda
ciencia, toda materia, todo ente material. Es falsa la acusación de Hawking,
que la filosofía dejó de evolucionar, cuando nació la ciencia. En realidad el
fenómeno ha sido así: Primero se presentó la filosofía (es decir, que el
fenómeno gnoseológico se presentó como un todo sintético). Luego este todo
sintético, se dividió en partes cada vez más pequeñas (nacimiento y evolución
de las ciencias). Luego, se sintetizan los descubrimientos de la ciencia, por
medio de la filosofía. Hasta nuestros días, la filosofía (racional) va detrás
de la ciencia ordenando todo lo que ésta descubre. La filosofía no es el policía
de la ciencia, ni le puede exigir nada. Son las conclusiones filosóficas de los
científicos, las que son objeto de crítica de la filosofía.
Actualmente el sistema filosófico más potente, es el Materialismo
Filosófico, el cual ha brotado de todos los sistemas filosóficos anteriores, y
su materia prima son los descubrimientos científicos.
La contradicción filosófica, debe ejercitarse desde un
sistema filosófico determinado. No se puede “crear” simplemente, sino en todo
caso, “actualizar” un sistema filosófico idealista, si es que se quiere generar
polémica contra el Materialismo Filosófico. Otra forma de contradecir un
sistema filosófico, es desde las mismas coordenadas de uno mismo. Así si yo
quisiera contradecir las conclusiones de un autor materialista, tendría que
hacerlo desde las mismas coordenadas, a manera de “afinar” el sistema.
El tomar una posición filosófica, no es un “dogma”, sino es
la adhesión a una estructura determinada.
La “acausalidad” de la mecánica cuántica, es en realidad una
forma de manifestarse el “idealismo inconsciente o consciente” de los
científicos. Desde las coordenadas del Materialismo Filosófico, todo está
“codeterminado” en un gran symploké, por lo que la acausalidad es totalmente
absurda.
La metafísica desde la óptica del Materialismo Filosófico,
es la “generalización” es la “falacia” de una causa primigenia, hacia la
pluralidad heterogénea, de la cual no se puede hacer un regreso categórico. En
este sentido, la idea del “big bang” es simplemente “ilógica”.
El Materialismo Filosófico, es declaradamente antagónico a
cualquier tipo de idealismo. Stephen Hawking se declara abiertamente “ateo”,
pero inconscientemente es creacionista, en el sentido que le atribuye a una
causa primigenia, el despliegue de la pluralidad material, siendo esto
precisamente la tesis monista idealista. No importa que Hawking no lo entienda,
él es abiertamente monista, es decir, idealista y creacionista.
El Materialismo Filosófico tiene tres tipos de
materialidades: el ego trascendental (el pensamiento). El mundo (es decir, la
sociedad y su relación con la naturaleza) y la materia ontológico general (el
cosmos). En el presente ensayo, hay
una pequeña diferencia metodológica por mí, empleada con respecto al
Materialismo Filosófico. La diferencia radica en el “mundo”, es decir la
relación entre la sociedad y la naturaleza. Yo separo la sociedad de la
naturaleza y uno, ésta última con la materia ontológico general. Lo
hago de esta forma, pues estoy abordando el estudio de “el todo” desde un punto
de vista histórico. Al inicio se presentó la materia ontológico general (el
cosmos). Le siguió en este planeta, la evolución de la naturaleza. Estas dos
categorías las resumo en una sola, pues las condiciones sobre las cuales
evolucionan las formas de vida fotosintéticas y quimio sintéticas, se presentan
en todo el cosmos, y no solo en este planeta. De las formas de vida quimio
sintéticas (que es la expresión ulterior de la naturaleza), brota una cualidad
diferente: la sociedad y el pensamiento. Yo separo estas dos categorías, pues
tienen leyes diferentes que rigen su comportamiento. Así que en este sentido, a
pesar que yo estoy escribiendo éste ensayo desde las coordenadas del Materialismo
Filosófico, las clases de materialidad, las clasifico en: a)Cosmos (materia
ontológico general + fuerzas de la naturaleza). b)Sociedad. c)Pensamiento. Y d)la
unión dialéctica, de estas tres categorías.
Después de haber leído esta polémica, cabe hacerse la
pregunta: ¿Cuál es el fenómeno ontológico material por el cual, existen científicos
y filósofos que le atribuyen a las matemáticas, la constitución y la estructura
del cosmos?. Claramente Javier Pérez Jara ha demostrado, que las matemáticas
son fenómenos psicológicos, producto del reflejo que la materia imprime en la
mente del sujeto operatorio en su ejercicio práctico, sin embargo no ha
demostrado ¿Por qué los científicos le atribuyen a las matemáticas, la causa primigenia
de las cosas?. ¿Cuál es en realidad el fenómeno material que provoca esta
visión?
Hay científicos que se han dado cuenta por medio de su
observación científica de la música, que las notas musicales tienen una
relación matemática. Cuando una cuerda de una guitarra, la toco por la mitad,
su nota será siempre una constante matemática. De ahí que muchos investigadores,
le han atribuido propiedades matemáticas a las más intrincadas composiciones
musicales de Beethoven, Bach, Mozart etc.,. La pregunta sigue estando sobre la
mesa: ¿Por qué los científicos físicos actuales, le atribuyen a las
matemáticas, la estructura del cosmos?. Claro que la respuesta lógica del Materialismo
Filosófico, sería que los científicos actuales, en su ejercicio diario, están
divorciados de la realidad, y solamente trabajan con teoremas matemáticos, y
que esa es la razón, por la cual, inevitablemente sus trabajos académicos
terminan siendo completamente matemáticos, metafísicos y divorciados de la
realidad. Y en realidad esa es la respuesta, pero solamente con un alcance
limitado y corto. Pero ¿Cuál es la razón ontológica general por la cual, el
pensamiento humano va en dirección de las matemáticas?.
La respuesta es sencilla: El pensamiento humano no va
únicamente en dirección de las matemáticas, sino de las letras. El pensamiento
humano va en ambas direcciones. Pero ¿Y por qué?. Porque la materia ontológico
general, se divide en dos categorías anteriormente explicadas: “Forma y
Contenido”. La categoría “Forma”, evoluciona en el cerebro del ser humano,
hacia la lógica formal, los números, los teoremas matemáticos, y la física
teórica. La categoría “Contenido”, evoluciona en el cerebro del ser humano,
hacia la lógica dialéctica, las letras, la literatura, el Materialismo
Dialéctico y subsecuentemente el Materialismo Filosófico. La Forma y el
Contenido, o la materia en reposo (relativo) y la materia en movimiento, son
las categorías más generales, cuya lucha representa la primigenia lucha de
contrarios, que le da movimiento al cosmos, y permanece impresa en la mente del
ser humano cuando la materia se auto organiza hasta el punto de reflejarse a sí
misma, por medio de la inteligencia del ser humano.
El problema de los físicos y matemáticos actuales es el
siguiente:
Piensan que los números y las ecuaciones matemáticas, son
inmutables. Basta leer a Hawking para ver cómo piensa la mayoría de físicos y
matemáticos. La apariencia de inmutabilidad de la categoría “forma”, es porque su
movimiento es relativamente más lento, que el movimiento de la categoría
“contenido”. El hecho que su movimiento sea más lento, permite que exista
cierta estabilidad en el fenómeno. Mientras la categoría “contenido” tiene un
movimiento más rápido y orientado hacia el caos, la categoría “forma” tiene un
movimiento más lento y orientado hacia el orden. Pero eso no significa
que la forma sea inmutable y perpetua, es simplemente un movimiento más lento.
Un ejemplo clásico de esto, es el esqueleto del ser humano. ¿Alguien podría
decir que el esqueleto de un ser humano, no está cambiando?. Claro que no.
Todos sabemos que el esqueleto está en constante cambio, pero si lo comparamos con
el cambio de los músculos o los órganos,
claramente vemos que el esqueleto da la apariencia de estar “estable” es decir,
“inmutable”. Si analizamos a un médico
que examina a un paciente de cualquier enfermedad, vemos que hace comparaciones
de peso, metabolismo, exámenes de laboratorio etc. entre los datos de “antes
del tratamiento” y “después del tratamiento”. Pero a menos que la enfermedad se
trate del sistema óseo, el médico da por sentado, que el esqueleto permaneció
igual, es decir que “no tuvo cambios”. En la realidad objetiva, fuera de la mente del
científico sí hubieron cambios, simplemente fueron imperceptibles a primera
vista. En la mente del científico, estos cambios imperceptibles del sistema óseo,
son irrelevantes para la enfermedad que el médico está observando. Es decir, la
razón por la cual el fenómeno “forma” se refleja en la mente del ser humano,
como algo inmutable, es simplemente porque éste necesita “simplificar” la
dinámica de la naturaleza en su mente, para poder comprender mejor, el objeto
de su interés. Si en la realidad objetiva, el esqueleto está en reposo
relativo, en la realidad subjetiva, el esqueleto aparece como en reposo
absoluto. En resumen: el reposo relativo material, se traduce en reposo
absoluto en la mente del sujeto operatorio. Si este fenómeno no sucediera
de esta forma, no sería posible para el ser humano, comprender los secretos del
cosmos, pues recordemos que el cosmos es infinito, así que es infinita la
cantidad de cosas que existen en él, por lo cual en principio, la única manera
de meter lo infinito (el cosmos) en la finitud de la mente del sujeto
operatorio, es por medio de la simplificación. Lo que está en reposo
relativo en el cosmos, aparece como en reposo absoluto en la mente humana. El
problema metodológico real, es cuando el sujeto operatorio utiliza formas
inmutables para representar el cosmos, cuando el sujeto operatorio asegura que
las formas inmutables (es decir, las matemáticas) son las constitutivas del cosmos.
Cuando el sujeto operatorio “olvida” que los números son simplemente un reflejo
simplificado, de la materia en reposo relativo. Cuando el sujeto operatorio
confunde la causa con el efecto. Esto
equivale a decir, que la copia es lo original, y que lo original es la copia.
En resumen; la razón por la cual los físicos matemáticos le
atribuyen a los números, la causa primigenia de las cosas es porque A) Al
reducir la infinitud del cosmos para que tenga cabida en la mente del sujeto gnoseológico,
inevitablemente surge la finitud, expresada en números. B) Luego como estos
científicos fueron criados en occidente, ya vienen programados para pensar
(quizás por el proyecto MK ULTRA de la CIA), que hay “algo” externo a la
materia, que le da movimiento a ésta. Y C) cuando un niño religioso se vuelve
un adulto científico, éste niega las supersticiones de sus padres en su praxis
científica, pero regresa a las enseñanzas originales que recibió de niño, sobre
una base superior. De niño; “Dios” era la causa de todo. De joven adulto, la
ciencia (causa y efecto) era la causa de todo (negando a Dios). De Adulto
científico “los números” ultimadamente son la causa de todo (negando a la
ciencia); Negación de la negación. El “número” es para el científico, lo que
“Dios” era para los padres de éste niño (Hawking por ejemplo).
Un método verdaderamente objetivo, parte de reconocer que
los números, son reducciones simplificadoras del cosmos, y que por medio de
estas ecuaciones, se generalicen teoremas lo más parecidos a lo original, y en
la mente del sujeto operatorio, eso solamente se puede lograr, si adhiere a
los teoremas matemáticos, el lenguaje articulado, para poder darle un carácter
relativo y cambiante, a las ecuaciones matemáticas. Pero la cosa no
concluye ahí. Si únicamente utilizo el lenguaje (es decir la dialéctica) para
rellenar los vacíos de la estructura numérica, corro el riesgo de que el
resultado esté sesgado hacia la “forma” del cosmos, es decir, hacia únicamente
uno de los dos contrarios universales (lo cual es precisamente lo que hace
Hawking). Si realmente se desea hacer una descripción mucho más aproximada a la
realidad objetiva, el resultado no puede tener sesgo. El resultado, debe dar un
perfecto equilibrio entre la “forma” y el “contenido”, para lo cual es
necesario, usar balanceadamente los números y las palabras. Es decir; los
teoremas matemáticos, y las explicaciones dialécticas; es decir, la física
científica y la filosofía dialéctica: como dijimos anteriormente; FISICA DIALÉCTICA
(Materialismo Filosófico actualizado).
Ver la siguiente
figura:
El mejor método para explicar el cosmos, es uno que reúna
Forma + Contenido. Es decir: Teoría + Práctica, es decir Filosofía (Teoría) +
Ciencia (Práctica). Sin embargo, si queremos que la comprensión sea aún más
correcta, el tipo de filosofía (teoría) necesaria, es filosofía materialista. Y
no solamente materialista, sino materialista y dialéctica. En resumen: FISICA DIALÉCTICA
o Materialismo Filosófico Actualizado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario