Sólo hay dos soluciones para la teoría del cosmos:
a) es
finito (Big Bang – Big Crunch)
b) es infinito, es decir cíclico o toroidal.
Dialécticamente
hablando sabemos que la primera opción no puede ser verdadera, pues carece de
lógica. También sabemos que la negación de la negación no es un ciclo, sino es
una espiral infinita. También sabemos que la materia no es bidimensional, así
que la figura resultante de la realidad objetiva, es necesariamente de forma
toroidal.
Edwin Hubble aseguró que la velocidad con la que se separan
las galaxias era proporcional a su distancia de nosotros, cuanto más lejos, más
rápidamente se movían. Esto se expresa en la Ley de Hubble -v (velocidad) = H x
d (distancia)- . En esta ecuación, la H se conoce como constante de Hubble.
Para poder medirla necesitamos tener dos valores: la velocidad y la distancia
de una galaxia en concreto. La velocidad se puede calcular por el
desplazamiento al rojo. Pero la distancia entre galaxias no se puede medir con
una regla. De hecho, no existen instrumentos fiables para medir distancias tan
grandes. ¡aquí está el problema! Los expertos no se ponen de acuerdo sobre el
valor real de la constante de Hubble, como quedó cómicamente claro en un reciente
programa de televisión:
Michael Pierre dice que, sin duda, la constante de Hubble es
85, Gustaf Tamman asegura que es 50, George Jacobi 80, Brian Schmidt 70,
Michael Robinson 50, y John Tonry 80. La diferencia entre 50 y 80 puede parecer
no muy grande" dice el folleto de Channel 4, "pero es crucial para la
edad del cosmos. Si la constante es muy alta, los astrónomos podrían estar en
el proceso de demostrar la falsedad de su teoría más importante.
Prácticamente no existe ningún tipo de prueba empírica
que apoye la teoría del big bang. La mayor parte del trabajo que se ha
hecho para demostrarla es de carácter puramente teórico, basándose en ecuaciones
matemáticas esotéricas y complicadas. Las numerosas contradicciones entre el
esquema preconcebido del "big bang" y la realidad observada han sido
cubiertas cambiando constantemente las premisas para mantener a toda costa una
teoría sobre la que se han construido tantas reputaciones académicas.
Según esta teoría nada en el cosmos puede ser más viejo que
15.000 millones de años. Pero hay pruebas que contradicen esta afirmación. En
1986, Brent Tully de la Universidad de Hawái descubrió enormes aglomeraciones
de galaxias ("súper-cúmulos") de 1.000 millones de años luz de
longitud, 300 millones de años luz de ancho y 100 millones de años luz de
espesor. Para que se pudieran haber formado objetos de este tamaño se
necesitarían entre 80.000 y 100.000 millones de años luz, es decir entre cuatro
y cinco veces más de lo permitido por los defensores del big bang. Desde
entonces ha habido otros resultados que tienden a confirmar estas
observaciones.
El The New Scientist (5 de febrero de 1994) traía un informe
sobre el descubrimiento por parte de Charles Steidel del Massachusetts
Institute of Technology y Donald Hamilton del California Institute of
Technology en Pasadena, de un cúmulo de galaxias con implicaciones importantes
para la teoría del big bang:
"El descubrimiento
de un cúmulo de estas características significa problemas para las teorías de
la materia oscura fría, que parten de la base que una gran parte de la masa del
cosmos se encuentra en objetos fríos y oscuros como planetas o agujeros negros.
Estas teorías predicen que el material del cosmos primitivo se agrupó empezando
"por abajo", es decir, que las galaxias se formaron primero, y
después se agruparon en cúmulos”.
Como de costumbre, la reacción inicial de los astrónomos es
recurrir a mover de nuevos los postes, ajustando la teoría para que encaje con
los hechos. Mauro Giavalisco del Baltimore Space Telescope Science Institute "cree que podría ser posible explicar
el nacimiento del primer cúmulo de galaxias con un desplazamiento al rojo de
3,4 afinando la teoría de la materia oscura fría”. Pero añade una
advertencia. “Si se encuentran diez
cúmulos con un desplazamiento al rojo de 3,5 sería el fin de las teorías de la
materia oscura fría".
Podemos dar por supuesto que existen no diez, sino un número
mucho mayor de estos enormes cúmulos y que serán descubiertos. Y estos, a su
vez sólo representarán una parte minúscula de toda la materia que va mucho más
allá de los límites del cosmos observable y se extiende hasta el infinito. Todo
intento de poner un límite al cosmos material está condenado al fracaso. La
materia no tiene fronteras, ni a nivel subatómico, ni en relación al tiempo y
al espacio.
La teoría del Big Bang tiene las siguientes implicaciones:
Woods: “a) puesto que
las leyes de la ciencia, incluyendo la relatividad general (que se supone que
es la base de toda la teoría) dejan de aplicarse en el big bang, es imposible
saber qué sucedió antes, si es que sucedió algo, b) incluso si hubiese habido
acontecimientos antes del big bang, no tienen efecto sobre lo que pasó después,
c) no podemos conocer nada sobre ello, y por lo tanto, d) simplemente "lo
sacaremos del modelo y diremos que el tiempo empezó en el big bang"”.
El aire de autosuficiencia con que se hacen estas
afirmaciones realmente nos deja con la boca abierta. Se nos pide que aceptemos
un límite absoluto a nuestra capacidad de comprender los problemas más
fundamentales de la cosmología, de hecho, que no hagamos preguntas (porque
todas las preguntas sobre el tiempo antes del tiempo no tienen sentido) y que
deberíamos aceptar sin más que el tiempo empezó con el big bang. De esta
manera, Stephen Hawking simplemente presupone lo que hay que demostrar. De la
misma manera los teólogos aseguran que Dios creó el cosmos, y cuando se les
pregunta que quien creó a Dios, simplemente responden que estas cuestiones
están más allá de las mentes de los mortales. Sin embargo en una cosa sí
podemos estar de acuerdo; toda la cosa "huele a intervención divina".
Más que eso, lo implica necesariamente.
Para finalizar, esta discusión sobre el “Big Bang”,
transcribiré una lucha dialéctica, que creo le pone punto y final al asunto. Es
la respuesta que el filósofo español Javier Perez Jara le da a Sigfrido
Letichevsky sobre este tema, y luego a Carlos Madrid Casado.
Javier Perez Jara:
Unos comentarios sobre el asunto del Big-bang:
“En cuanto a las
oposiciones que hice al Big-bang, Letichevsky ha optado sencillamente por la
alternativa de saltárselas a la torera, y volver a exponer que la teoría le
parece muy racional, &c.,{2} ignorando de manera absoluta las oposiciones
que se le hicieron en mi anterior artículo.
Como antes señalé, si
designé como metafísica a la teoría del Big-bang, es por ser una teoría que
maneja Ideas (y por tanto una teoría que está más allá del horizonte categorial
de la física o de cualquier otra ciencia positiva) desde las que es imposible
el retorno racional al ámbito de los fenómenos desde el que se forjaron esas
ideas por vía sustancialista (tal como sería imposible el retorno racional si supiésemos
que la pluralidad de lo real deriva del Uno neoplatónico o de la Nada);
efectivamente, en mi artículo anterior expuse alguna de estas irracionalidades
a las que conduce tal teoría. Las pondré de nuevo de manera resumida, pues,
dado que han sido ignoradas, no estará de más volver a recordarlas:
«¿Cómo la teoría del
Big-bang puede hablar de un punto de energía si no existe el espacio? ¿En dónde
se proyecta ese punto? Si no existe el espacio, tampoco existe ningún punto,
salvo hipostasiar la entidad geométrica «punto», desvincularla de todo espacio,
y caer en todo tipo de irracionalidades absurdas, casi inefables. Por otra
parte, si ese punto de energía se concibe simple, y sin partes, ¿Cómo puede
estallar, proceso físico únicamente posible en un sistema complejo de partes
que se codeterminan entre sí? ¿Acaso ese punto -que, para colmo, no está en
ningún espacio- se auto determina a estallar? ¿Y cómo va a estallar si no
existe el tiempo? Y ese punto, esa singularidad, si no es física ¿cómo puede
ser objeto de estudio de la física? ¿Cómo la física, como ciencia categorial,
puede hablar de semejantes entidades? La propia idea de materia como
multiplicidad basta para concebir a la «singularidad» como una idea metafísica,
fruto de múltiples e ilegítimas hipostatizaciones llevadas a cabo sin ningún
control.» [Fragmento extraído de mi artículo «El Materialismo Filosófico y los
formalismos terciogenéricos», El Catoblepas, nº 23]
En efecto, desde la
dialéctica regressus/progressus, ¿Cómo es posible regresar a un punto sin
espacio y situado –¿Dónde?–, además, fuera del tiempo? ¿Cómo es posible
progresar desde una singularidad infinitamente simple a la pluralidad de lo
real sin cometer todo tipo de contradicciones lógicas? Una entidad no
vertebrada por los principios de pluralidad y codeterminación es una entidad
inexistente. La unidad, además, es un atributo no primigenio, sino derivado,
tal que su formato lógico conlleva los atributos de toda materia determinada. Y
considerar a la unidad como originaria es fruto de una hipostatización
completamente irresponsable desde el punto de vista racional.”
Javier Pérez Jara: Respuesta a Carlos M. Madrid Casado.
“Carlos Madrid ha
publicado un artículo donde me lanza, según nos dice él mismo ya en el título,
«siete preguntas capitales sobre Cosmología, Cuántica, y Teoría de la ciencia»
en clave de reto. Y en clave de reto porque, obviamente, este autor no está de
acuerdo con mis posiciones a lo largo de esta polémica (salvo, al parecer, en
la denuncia del formalismo terciogenéricos de Letichevsky), y lanza sus
preguntas (o al menos así lo interpreto yo) como intento de «lanzarme contra
las cuerdas», de ponerme «contra la espada y la pared»; ya que las preguntas no
irían sino encaminadas a denunciar mis posiciones gratuitas o, cuanto menos,
erróneas. Nada de extraño habría aquí hasta ahora; en filosofía, como sabemos,
la dialéctica y la polémica están servidas. Pero lo sorprendente en este caso
es que, tanto yo, como Carlos Madrid, nos presentamos, a nosotros mismos, como
ejercitadores del sistema filosófico conocido como Materialismo Filosófico.
Pero, si esto es así, el problema es obvio: ¿Cómo dos individuos que, se
supone, «hablan y escriben» desde el mismo sistema filosófico pueden llegar a
concepciones no ya distintas, sino antitéticas? Esto parece, a simple vista,
contradictorio. ¿Será que es posible, desde el mismo sistema filosófico, por un
lado mantener, por ejemplo, la inviabilidad de la teoría del Big bang, y por
otro, su viabilidad, y aun su cientificidad, de análogo modo a como ocurría con
otros temas, por todos conocidos, en la dialéctica trascendental kantiana,
cuando la razón se volvía loca al no operar con contenido empírico? Pero
supuesto que el Materialismo Filosófico no es un sistema contradictorio (no
puede llevar a antinomias) ni tampoco puede llevar al escepticismo en las
cuestiones centrales debatidas en esta polémica, ¿Cómo interpretar que Carlos
Madrid y yo nos encontremos en posiciones antitéticas, si supuestamente
hablamos desde el mismo sistema filosófico? Las respuestas básicas a esta
pregunta parecen claras, a saber: 1º) Porque la interpretación mía del Materialismo
Filosófico es errónea; 2º) porque la errada es la de Carlos Madrid; 3º) porque
nos equivocamos los dos. Lo que parece claro, es que mi «interpretación» del Materialismo
Filosófico, y la de Carlos Madrid no pueden ser verdaderas a la vez, no pueden
«co-existir» la una junto a la otra (salvo polémicamente). Uno de nosotros,
como mínimo, al parecer, «no ha entendido bien» posiciones fundamentales del Materialismo
Filosófico en lo referente a los temas debatidos durante esta polémica, esto
es, la teoría del Big bang, el estatuto gnoseológico de la cosmología moderna,
la cuestión del indeterminismo en la física cuántica, &c. Como tanto Carlos
Madrid como yo, nos arrogamos el derecho, basado en diversos motivos, de ser,
cada uno, el que posee la «correcta interpretación» del Materialismo Filosófico
en estos temas; y como, por otra parte, ninguno de los dos creemos en el
«diálogo», en su sentido habermasiano (ingenuo), la única posibilidad es
enfrentar nuestras dos «interpretaciones» de frente, para ver cuál es más
potente, y cual la más débil y contradictoria, que caerá, o más bien se
derrumbará, esperemos, cuando la «opción más potente» la embista con la fuerza
que le es propia.
Por tanto, en primer
lugar, no le veo demasiado sentido a que Carlos Madrid rehúse «embarcarse en
esta polémica», según nos dice al principio de su artículo (como si no lo
hubiese hecho ya con su artículo y sus preguntas partidistas) por no «creer en
el diálogo», como si el diálogo tuviese algo que ver en esta polémica (o como
si yo mismo creyese en él); porque en esta polémica, las posiciones antitéticas
no «dialogan», en su sentido habermasiano, tratando de buscar el consenso, sino
que se enfrentan a muerte, la una a la otra, para derribar cada una a la otra,
aunque, eso sí, dispuestos (al menos por mi parte) a corregir las posiciones de
partida cuando las del contrario demuestren ser más potentes que las mías, cuyo
criterio objetivo sería demostrar que en mi argumentación había contradicciones
objetivas que obligan a su corrección, si no quisiera encontrarme en el suelo
de la falsa conciencia.
Pero comenzaré
diciendo mi opinión: por mi parte, la posición que mantendré a lo largo de este
artículo es que los conocimientos de Carlos Madrid sobre la Ontología del Materialismo
Filosófico, dejan (por decirlo suavemente) bastante que desear, así como que
sus «nociones» sobre la teoría del cierre categorial son confusas, y algunas veces
explícitamente falsas. Este autor, una y otra vez, acude a los cinco volúmenes
de la teoría del cierre categorial publicados hasta ahora, sin saber (o sin
querer saber), que la perspectiva gnoseológica acaba resolviéndose en la
perspectiva ontológica. Y aún más: que la alusión del cierre categorial es
pertinente, fundamentalmente en esta polémica, en lo concerniente al estatuto
gnoseológico de la teoría del Big bang o de la cosmología moderna. Pero las
cuestiones de fondo que he planteado en esta polémica, a saber, las
contradicciones de la teoría del Big bang, del vacío absoluto (del que
misteriosamente CM no se pronuncia), del indeterminismo cuántico, &c., son
problemas estrictamente ontológicos; problemas que, para su correcto
tratamiento desde las coordenadas del Materialismo Filosófico, exigen «haber
asimilado» correctamente la Doctrina de los tres géneros de materialidad y su
inconmensurabilidad mutua; la constitución del Mundo y del Ego trascendental,
el estatuto ontológico de la materia ontológico-general y sus relaciones
dialécticas con la materia ontológico-especial, la teoría de la anamorfosis
absoluta, &c.
Ésta, y no otra, es la
artillería filosófica que he usado a lo largo de esta polémica; y ésta es la
artillería que sostuve (y sostengo) es capaz de triturar tesis metafísicas como
las de la singularidad primordial, el intento de explicar el surgimiento del
Mundo a través de marcos mundanos, el indeterminismo cuántico, &c. Y ésta
es la artillería que Carlos Madrid parece no haber entendido, y que, por tanto,
lo sitúan en un Materialismo Filosófico «ambiguo», o mejor aún, (y por
parafrasear aquello que decía Juan Valera del Dios de los filósofos) en «un Materialismo
Filosófico que no lo reconocería ni Gustavo Bueno con ser su padre». Si esto
puede parecerle excesivo a algún lector, sugiero que quizá pueda dejar de
parecer así después de la lectura del presente artículo.
Parece dogmático y
gratuito (por no decir delirante), también, que Carlos Madrid diga que todo lo
que tenía que discutir conmigo, acerca de la teoría del Big bang, fue ya
discutido en persona en los encuentros de Gijón de este verano, cuando allí
apenas hablamos unos pocos minutos, y no del Big bang (de esta teoría, si no
recuerdo mal, CM sólo dijo que yo olvidaba, al parecer, las «anchas identidades
sintéticas» que la vertebraban, y yo le respondí que eso era completamente
gratuito), sino del indeterminismo cuántico (amigos como Joaquín Robles, que
allí se encontraban presentes, pueden constatarlo), en medio de un gran
alboroto y confusión (me hablaban, «por así decirlo», más de una persona a la
vez). Aunque puede que quizá yo, en Gijón, le dijese detalladamente mis
replicas contra el Big bang a Carlos Madrid, y éste me las refutase una a una,
triturándolas, cierto, pero esto sólo se entiende si después yo hubiese sido
sometido a una complicada y laboriosa operación de neurocirugía sobre mi
hipocampo para borrarme esos recuerdos. ¿La tesis de CM de que ya discutió
conmigo en persona «todo lo que tenía que discutir» sobre el Big bang no será,
más bien, fruto de una estrategia gratuita para hacerles creer a los lectores
que allí no se encontraban presentes que este autor refutó mis objeciones
contra el Big bang, que llevan no pocas páginas en esta revista? ¿Pero no es
esto ridículo? ¿O es que este autor vive en la ilusión de que ha refutado las
objeciones que, desde el Materialismo Filosófico, hice contra el Big bang,
refutación de la que yo al menos no tengo noticia? Si verdaderamente este autor
refutó mis trituraciones desde el Materialismo Filosófico al Big bang ¿Por qué
no las expone en su artículo para enseñárselas a los lectores? ¿Acaso a los
lectores de Carlos Madrid no les interesaría conocer sus definitivas
refutaciones a mis críticas ontológicas al Big bang, guardándoselas este autor,
sin embargo, para entornos «más privados», quizá únicamente familiares?
Lo cierto es que mis
argumentaciones contra el Big bang están escritas a lo largo de los artículos
de esta polémica, y están resumidas, y sistematizadas en mi último artículo;
argumentaciones que no dio tiempo de hablar en Gijón (ni siquiera a
mencionarlas –al menos no a CM–), pero que la mayoría ya habían sido escritas
contra las posiciones de Letichevsky o JALD, y que, no obstante, CM
sistemáticamente ignora y salta, así como se inventa numerosas veces las
posiciones en que yo supuestamente me encuentro, y elabora argumentos que no se
sabe de dónde salen (o al menos no lo sé yo). A mi juicio, parece que todos los
que se vanaglorian de poseer sólidos conocimientos científicos en esta polémica
(conocimientos que, según algunos, los colocarían en la posición apta para
defender las tesis más profundas en ontología, aun cuando creyesen que siguen
haciendo ciencia, debido a la confusa Idea de ciencia que manejan), también,
con justicia, deberían vanagloriarse de ser grandes prestidigitadores en
materia de argumentaciones filosóficas. Pero como resulta que las «estrategias
noetológicas» de la filosofía académica (al menos la del Materialismo
Filosófico), en nada se parecen al arte de sacar conejos de una chistera, o de
hacer desaparecer «mágicamente» objetos que se encontraban presentes, el fin de
este artículo podría resumirse en diagnosticar (para su posterior trituración)
la «ingente masa de tesis gratuitas y argucias deshonestas» (intelectualmente)
que pueblan el artículo de Carlos Madrid (y esto aun a riesgo de que este autor
nos responda con un artículo de la misma índole). Comencemos:
CM inicia su artículo
con una supuesta aclaración{1}, desde mi punto de vista (que espera no ser
gratuito), completamente sorprendente; según él, en esta polémica he defendido
mis posturas, etic, desde la ciencia categorial, y no desde la filosofía. Pero
esto es sencillamente absurdo y patentemente falso: todas mis críticas al Big
bang (críticas expuestas y sistematizadas en mi último artículo de esta
polémica y que CM, prudentemente, ni siquiera nombra, como si nunca hubiesen
sido escritas), al vacío, al indeterminismo de la mecánica cuántica, &c.,
están escritas rigurosamente desde la filosofía, en este caso desde la
Ontología del Materialismo Filosófico. También mis críticas al estatuto
científico de la teoría del Big bang fueron estrictamente gnoseológicas, es
decir, filosóficas. ¿En qué se basa Carlos Madrid para atribuirme gratuitamente
que yo he defendido mis posturas, etic, desde la ciencia? ¿Acaso no sabe que
esbozar una argumentación vertebrándola en Ideas como la materia
ontológico-general, el Ego trascendental, los tres géneros de materialidad, la
symploké, la Scala naturae, los mecanismos de kenosis que posibilitan la
percepción apotética y que dan la ilusión del vacío, la Emergencia metafísica,
la anamorfosis absoluta, el devenir, la materia cósmica, los postulados
holóticos, &c., es todo menos científica, sin perjuicio de que sea racional
y estricta? ¿Acaso desconoce que esto es pura y genuina filosofía? ¿Quizá este
autor crea que por nombrar, en el tratamiento de estas Ideas, a conceptos
científicos el discurso ya pasa de ser filosófico a científico, como si las
Ideas no fueran precisamente, entre otras cosas, sistematizaciones totalizadas
de diversos conceptos provenientes de categorías científicas? En ese caso, ¿Qué
Idea de filosofía tiene Carlos Madrid? Sería como decir que el libro de Gustavo
Bueno Televisión, apariencia y verdad, es un libro etic científico, porque su
autor nombra, multitud de veces, a conceptos científicos tales como «lóbulo
occipital», «corteza cerebral» o «nervios ópticos».
Como dije al principio
de este artículo, la artillería empleada por mí en esta polémica ha sido
estrictamente filosófica (la gnoseología materialista, pero principalmente la
Ontología materialista), por lo que el «análisis taxonómico» elaborado por
Carlos Madrid, al menos en lo referente a mi posición, es completa y
genuinamente gratuito.
Tampoco cabe decir que
JALD se mantuviese en la perspectiva científica, tanto etic como emic, pues
ello sólo podría sostenerse pidiendo el principio de que las teorías del Big
bang, o del vacío cósmico son científicas. ¿Pero no es esto precisamente lo que
se discute? ¿Partir de una posición que se discute en una polémica sin dar
ningún tipo de argumentos objetivos a su favor no es sencillamente intolerable?
Posteriormente, CM me
acusa de ejercitar mal las Ideas del Materialismo Filosófico; ejercicio que se
vería, según él, por ejemplo, en comprometer al Materialismo Filosófico con la
acusación de no cientificidad de la cosmología. Pero aquí este autor vuelve a
saltarse a la torera mis argumentaciones a este respecto, pues ¿Qué mejor
manera hay de tratar de refutar a alguien ante terceros que saltarse, como si
nunca hubiesen sido escritas, sus argumentaciones, para que así queden sus
posiciones como gratuitas o dogmáticas? Más aun, según CM el estatuto
científico estricto de la cosmología estaría entredicho, según yo, «por motivos
que tienen que ver con el Big bang o el vacío cuántico». ¿Pero fue esta mi
argumentación? Porque lo cierto es que en mi anterior artículo defendí que la
cosmología, desde la teoría del cierre categorial, no podía ser considerada una
ciencia estricta atendiendo a diversos motivos gnoseológicos, como por ejemplo
que para que la cosmología pudiese considerarse una ciencia, en su sentido
fuerte, necesitaría cerrarse categorialmente, lo que es imposible, pues el
Cosmos no es un todo, ni puede ser un contexto determinante. Esto no significa,
obviamente, que la cosmología no tenga nada que ver con la física, sino que es
la parte menos científica de ésta (es una disciplina circuncientífica en
palabras de Gustavo Bueno), porque está obligada, por propia estructura, «a
nadar» siempre entre la física categorial y la metafísica, al considerar el
Cosmos como una totalidad (y por ello tantos cosmólogos actúan como
presocráticos), o simplemente por ir más allá de los límites de la categoría
física, como hacen los cosmólogos en nuestros días, una y otra vez, cuando
investigan, por ejemplo, el llamado principio antrópico o el «Origen del
Cosmos».
Pero como «mi
polemista», como digo, se ha saltado completamente a la torera esta
argumentación, que es la nuclear (para así tratar de presentar mi argumentación
como gratuita), no estará de más volver a repetirla (copiar y pegar no cuesta
nada). Vayamos a mi artículo anterior:
Desde la teoría del
cierre categorial, la cosmología, en general, difícilmente puede ser una
ciencia estricta. Y esto por muchos y complicados motivos, de los que me es
imposible hablar aquí; tan sólo apuntaré que, desde el materialismo
gnoseológico de Gustavo Bueno, las ciencias se circunscriben a categorías, que
son totalidades atributivas compuestas de términos primogenéricos
interconectados con los que el científico (el sujeto gnoseológico) opera. Así,
la biología se constituiría en torno a la categoría formada por mitocondrias,
células, cloroplastos, proteínas, &c.; la neurología haría lo propio en
torno a la categoría constituida por troncos encefálicos, neurotransmisores,
sistemas límbicos, cortezas cerebrales, neuronas, cuerpos callosos, &c., y
así sucesivamente. Ahora bien, en la ontología materialista, por medio de los
postulados de multiplicidad holótica y de corporeidad holótica, de los que
aquí, sin embargo, tampoco podemos profundizar ahora (pero que se encuentran
explicados en el segundo volumen de la Teoría del cierre categorial o en el
diccionario de Pelayo García Sierra), sabemos (dialécticamente) que las
totalidades son finitas, múltiples y corpóreas. Y las categorías, obviamente,
son totalidades. De esto se infiere (y perdóneme el lector por el simplismo con
el que estoy exponiendo unas tesis tan complejas y extensas), en primer lugar,
que el Cosmos no puede ser una categoría (las totalidades como digo son
múltiples (tampoco puede ser el Cosmos por tanto un contexto determinante); la
idea de una única totalidad es contradictoria: y aquí el infantilismo
presocrático en que se mueven los defensores de las TOE, situados en un monismo
holista del tipo más ramplón), y en segundo lugar, que la cosmología no puede
ser una ciencia positiva, en tanto, por lo que inferimos en primer lugar, el
cosmos (supuesto campo de estudio de la cosmología) no es una categoría, y por
tanto no se puede construir una ciencia positiva en torno al cosmos como
«todo». El estatuto científico sólo puede ser obtenido dentro de la cosmología
que no trate de trascender el cosmos localmente observado (contexto finito
determinable por el sujeto operatorio). Creo que podríamos sostener, sin error,
que la mayoría de tesis cosmológicas son fruto de extrapolaciones de relaciones
observadas localmente al Cosmos como Omnitudo rerum. (texto extraído de mi
anterior artículo ¿Leído por Carlos Madrid?)
¿Es esta argumentación
la que le parece, a CM, una «ejercitación con poco rigor del Materialismo
Filosófico»? Y si esto es así, ¿En qué supuestos se basa? Y, en todo caso, ¿Por
qué no la nombra en su artículo aunque sea para enfrentarse dialécticamente
contra ella? ¿Condenar mis posiciones sin referirse a las argumentaciones que
las sustentan no es una estrategia de las que pertenecen al elenco clásico de
las sofísticas, del tipo de las que nos habla, por ejemplo, Schopenhauer en su
Dialéctica erística?
Si este autor quiere
defender la cientificidad estricta de la cosmología, tendrá que sostener la
tesis metafísica que el Cosmos es una totalidad que puede ser cerrada
categorialmente; esto es, tendrá que situarse en las antípodas de la Ontología
y Gnoseología del Materialismo Filosófico (con lo cual no sé siquiera qué
sentido tendría seguir utilizando términos tales como «cierre categorial»). Por
otra parte, en este texto se ve claramente que es completamente falsa la
acusación sugerida por CM de que yo rechace la cosmología en bloque, por ser,
toda ella, metafísica, sin margen alguno de cientificidad.
Lo cierto y verdad es
que la «franja de verdad» atribuible a la cosmología moderna es estrecha, o, en
todo caso, mucho más estrecha que la que le atribuyen los cosmólogos actuales,
que creen conocer más del «Cosmos» de lo que en realidad conocemos, o aun más,
podamos llegar nunca a conocer, cuando en realidad lo único que proponen estos
cosmólogos son modelos metafísicos o meramente especulativo-gratuitos.
Parece paradójico, por
tanto, que CM, se presente como alguien que ejercita con «más rigor» la teoría
del cierre categorial que yo a lo largo de esta polémica, cuando en su artículo
se vislumbra claramente una deficiente comprensión de conceptos fundamentales
de dicha teoría, tales como el propio concepto de «cierre categorial», o las
consecuencias gnoseológicas que se derivan de los postulados holóticos, o de la
falta de referenciales fisicalistas, (todo ello hablado numerosas veces a lo
largo de esta polémica) a la hora de defender la cosmología como ciencia en su
sentido fuerte. Y si no la defiende como ciencia estricta ¿Entonces cuál es su
objeción a mi posición?
Es absurda también,
claro está, la tesis de CM de que mi negación de la cosmología como ciencia
estricta sea, ella misma, científica. Este autor escribe por ejemplo: «[JPJ],
como iré desgranando, compromete a MF con la condena, científicamente hablando
(≠ filosóficamente hablando), de la Cosmología» (aunque según CM, esta «condena»,
desde la ciencia, se extendería también a la mecánica cuántica, &c.). ¿Pero
desde qué «supuestos», por llamarlos de alguna manera, puede este autor decir
que una crítica construida íntegramente desde la teoría del cierre categorial
como la que he defendido a lo largo de esta polémica, es científica, y no
filosófica? ¿Acaso mi argumentación no era evidentemente gnoseológica? ¿Decir
que mi argumentación contra la tesis de la cientificidad estricta de la
cosmología era ella misma científica no es tanto como, sencillamente, no saber
lo que se dice?
Pasemos a otro tema.
En lo concerniente al asunto, o más bien, a la controversia
ondularismo/corpuscularismo, suscitada por un artículo anterior mío, también
tiene algo que decir, indignado, CM. Veámoslo:
También, por ejemplo,
JPJ afirmará que MF sólo se casa con una imagen ondulatoria, no corpuscular, de
los objetos cuánticos (¡!). Pero, ¿Es que no se da cuenta de que MF trabaja con
Ideas y no con conceptos? ¡Es como si quisiera meter con calzador toda la riqueza
filosófica de MF dentro de un círculo categorial científico de radio finito! Mi
posición al respecto es que MF y, en concreto, su Teoría de la Ciencia (Teoría
del cierre categorial), es y debe de ser crítica, pero jamás fundamentalista.
Sin embargo, el error
de este texto es obvio: Carlos Madrid pide el principio de que la imagen
corpuscular de los objetos cuánticos está construida por identidades
sintéticas, perteneciendo así a la capa básica de la física, en vez de que no
es más bien una extrapolación metafísica de las relaciones del Mundo fenoménico
a un supuesto «Mundo microscópico» (posición que nos situaría en posturas
lindantes con en el atomismo presocrático como ya he sostenido anteriormente);
esta visión corpuscularista más bien actuaría como nebulosa ideológica que en
la capa metodológica de la física, inspirará los experimentos de multitud de
físicos. Pero que esta visión pertenezca al cuerpo de la física, no la
«inmuniza» contra las críticas del Materialismo Filosófico, en tanto pertenece,
cierto, al cuerpo de una ciencia, pero en su capa conjuntiva (donde se pueden
encontrar todo tipo de entidades absurdas, criticadas de hecho por el
materialismo, como el «móvil perpetuo» en termodinámica, que luego volveremos a
mencionar relacionándolo con el Big bang).
Pero lo cierto es que
esta discusión (que no pertenece a la capa básica como hemos dicho), en todo
caso, se mueve en el terreno de la Filosofía (también esto está explicitado en
el artículo de Gustavo Bueno, «Propuesta de clasificación de las disciplinas
filosóficas», como antes señalamos).
Por nuestra parte
tenemos que decir que los «objetos cuánticos» no pueden ser corpúsculos
sencillamente porque los cuerpos están en función de la percepción apotética
del sujeto operatorio, y ésta de los mecanismos de kenosis, que posibilitan la
visión a distancia, y por tanto la apariencia de vacío; pero allí donde no hay
percepción apotética no puede haber vacío ni cuerpos. No hay «vacíos
microscópicos» (y por tanto tampoco corpúsculos, en el sentido infantil que yo
criticaba). Este es el núcleo de la teoría epistemológica del Hiperrealismo del
Materialismo Filosófico. El llamado «mundo microscópico» (olvidando, además, la
unicidad de la Idea de Mundo quienes en tales términos se expresan) sigue estándo
a escala del sujeto operatorio (la escala antrópica de nuestro Mundo); es fruto
de un regressus a través de operaciones fenoménicas (más que «macroscópicas»,
originarias), pero no es algo hipostático, subsistente por sí mismo (sin
perjuicio de su objetividad); eliminados ontológicamente los sujetos
operatorios (no neutralizados), desaparecerían los átomos, electrones, quarks,
&c.
Por otra parte, hay
que dejar claro (y esto es fundamental) que las relaciones entre
corpúsculos-ondas son relaciones metaméricas, y no diaméricas (dicho de otro
modo: la «dualidad corpúsculo-onda» no es diamérica, como sostienen muchos).
Este planteamiento ayuda a resolver muchas de las aporías que pudieran
derivarse de sostener una postura ondularista (los supuestos «corpúsculos» como
los picos de las ondulaciones de determinadas ondas energéticas, y no como
«átomos de Demócrito» desplazándose cuánticamente en un imaginario vacío).
De la oposición entre
los esquemas corpuscularistas frente a los ondularistas, Gustavo Bueno escribe,
por ejemplo:
las «gluinas»,
supersimétricas de los gluones, como las «gravitinas», de los gravitones, son
obviamente, hoy por hoy, «tejido conjuntivo hipotético» de la mecánica
cuántica; los mismos «gravitones», como cuantos del campo gravitatorio, y, en
general, las llamadas «partículas mensajeras» de interacción –fotones, gluones,
bosones W+, W-, Z, de la fuerza débil– son, hoy por hoy, hilos del tejido
conjuntivo de una construcción física que se orienta por esquemas corpusculares,
como hipótesis de trabajo, antes que por esquemas de trabajo ondulatorios. (TCC,
pág. 897)
En este texto, se ve
claramente como los esquemas corpusculares u ondulatorios se mueven en el
terreno de la capa metodológica de la física; pero esto es tanto como reconocer
que: 1º) (algo obvio en primer lugar) estos esquemas no pertenecen a la capa
básica –no están construidos por identidades sintéticas–, y a caso nunca puedan
pertenecer, por su carácter ontológico; 2º) al ser un contenido de la capa
metodológica, la filosofía (en este caso la del Materialismo Filosófico) puede
triturar o decantarse por alguna de las opciones, con lo que la oposición de
CM, que se cifraría en que esta tarea está fuera de lugar de la competencia de
la filosofía es radicalmente falsa. Y ya he expuesto, aunque resumidamente, por
qué el Materialismo Filosófico se decanta por el esquema ondularista antes que
por el corpuscularista. En resumidas cuentas: la oposición de CM aquí, como en
otros muchos lugares, emana de una confusión o «mal interpretación» grave de la
teoría del cierre categorial.
Pasemos a otro tema.
Más tarde Carlos Madrid escribe:
no se entiende que JPJ
me acuse de: «A este respecto no entiendo bien a Carlos Madrid cuando
reivindica el status científico de la teoría del Big bang (en su interesante
artículo sobre el experimento mental de Einstein-Podolsky-Rosen) infiriendo de
ello que, por tanto, la filosofía no puede criticar dicha teoría.» (La
cosmología moderna..., -énfasis mío-.) [CM me cita aquí]
Cuando lo que yo dije
no es lo que él dice que dije yo sino que lo que yo dije es, y cito
textualmente: [esta ingeniosa expresión (¿Sacada de Groucho Marx?), como lo que
sigue lo dice CM]
«Denostar globalmente
tal par de teorías (científicas) [cuántica y del Big bang] con motivo de que
contengan pinceladas de metafísica (provenientes, respectivamente, de la
espontaneidad futurista de algunos físicos atómicos y de la narrativa
mítico-creacionista de algunos cosmólogos) es juzgar el todo por la parte y
olvidarse de las anchas identidades sintéticas que ambas teorías han sido
capaces de anudar. Además, ¿Qué clase de autoridad presenta el materialismo
gnoseológico para estar en situación de no tolerar tales teorías científicas?
No condena quien quiere sino quien puede, y el materialismo gnoseológico no
puede porque, entre otras razones, si pudiese, dejaría de ser una filosofía
crítica para convertirse en metafísico tribunal inapelable.» (De EPR y otros
cuantos.)
Esta argumentación de
Carlos Madrid es muy curiosa, sin duda alguna; y es curiosa porque de mi
artículo, este autor copia hasta donde le interesa, omitiendo cuidadosamente el
núcleo de la argumentación; y parece que no sea una «omisión» por descuido.
Veámoslo.
En efecto, en mi
artículo anterior escribí:
En los asuntos de la
cosmología general, casi siempre la postura más filosóficamente crítica es la
del escepticismo. A este respecto no entiendo bien a Carlos Madrid cuando
reivindica el status científico de la teoría del Big bang (en su interesante
artículo sobre el experimento mental de Einstein-Podolsky-Rosen) infiriendo de
ello que, por tanto, la filosofía no puede criticar dicha teoría. En primer
lugar porque Carlos Madrid, al proceder así, pide el principio, a saber: que la
teoría del Big bang es científica, cuando eso es precisamente lo que se
discute; si Carlos Madrid parte, en efecto, de tal principio, nada más hay que
discutir. [subrayado la parte omitida (¿Debido a descuido?) por CM]
El núcleo de mi
argumentación era patentizar que Carlos Madrid pedía el principio estableciendo
(gratuitamente) que la teoría del Big bang era científica (=perteneciente a la
capa básica de la física), cuando esto era precisamente lo que se discutía.
Omitiendo intencionadamente esto, mi argumentación queda completamente
distorsionada (distorsión que, por lo que veo, buscaba ad hoc CM). En efecto,
partiendo de que la teoría del Big bang era científica, el Materialismo
Filosófico no podría criticarla, porque estaría fuera de su competencia, pero
si la teoría del Big bang no es científica, sino metafísica, entonces el
materialismo sí podría triturarla. Pero CM en ningún momento trata de
defenderse de mi acusación de pedir el principio, sencillamente porque la omite
ad hoc.
Ni que decir cabe que
CM también ignora impunemente las argumentaciones que en mi artículo anterior,
desde la teoría del cierre categorial, hice contra la supuesta cientificidad de
la teoría del Big bang. Qué menos que recordárselas (quien haya leído mi
artículo anterior puede omitir esta parte, y saltar al punto siguiente):
La gnoseología del
cierre categorial comienza por establecer que las ciencias positivas son
construcciones elaboradas por el sujeto operatorio, y que las operaciones son
de carácter originariamente corpóreo (los autologismos son derivados y
presuponen las operaciones corpóreas), dado que las operaciones (en las que la
razón, o Logos, ejerce su actividad, frente a las teorías de corte mentalista)
consisten en separar (análisis) o juntar (síntesis) partes de totalidades
corpóreas (jorismáticas, en tanto están ligadas a esquemas materiales
procesuales de identidad). A través del eje sintáctico del espacio
gnoseológico, podemos decir, resumidamente, que el sujeto operatorio realiza
unas operaciones (segundogenéricas) con términos corpóreos (las totalidades
primogenéricas de las que hablamos) llegando a unas determinadas relaciones
(terciogenéricas). Cuando es posible segregar o neutralizar las operaciones del
sujeto operatorio en una construcción científica, las relaciones a las que
llegamos se presentan como necesarias, como verdades en su sentido fuerte
(identidades sintéticas, en tanto derivan de operaciones con términos diversos
y múltiples). Sin embargo, dado que tanto los agujeros negros como la
singularidad se presentan como «singularidades» con las que no se puede operar,
no se puede construir identidades sintéticas con ellas. Tanto la singularidad
como los agujeros negros son postulados; el científico que trabaja con ellos
procede, a grandes rasgos así: observa unos fenómenos, y postula unas entidades
que formarían un sistema coherente desde el que esos fenómenos observados
tendrían una explicación, cuanto menos, plausible. Pero esto no es proceder
científicamente, porque las verdades científicas no se obtienen mediante
«hipótesis coherentes» (como defendería el teoreticismo), sino mediante la
segregación de las operaciones del sujeto gnoseológico en la construcción de
las identidades sintéticas, que entonces pasarían a ser verdades necesarias
(dentro de la contingencia de los fenómenos observados de las que brotan).
Ahora bien, el
cosmólogo, mediante la observación de los fenómenos en su laboratorio,
telescopio, &c., puede, cuando se meta en su cuarto, en la soledad de la
noche, o cuando se reúna en el bar con sus otros amigos científicos, o al calor
de la estufa, inventarse una singularidad primordial, un vacío cuántico, una
continua creación de materia ad hoc, infinitos cosmos paralelos, agujeros de
gusano, &c., que den cuenta, «coherentemente», de los fenómenos observados.
Puede, y es libre de hacerlo (y más en las modernas democracias actuales con su
beatería barata por la ciencia), pero ha de saber que no está haciendo ciencia
positiva, sino más bien, ciencia-ficción (que por otra parte no menosprecio,
siempre que se le otorgue su justo lugar). El cosmólogo que defiende el vacío
cuántico o la singularidad primordial, puede creer dogmáticamente que aceptar
estas hipótesis (que con el tiempo se convertirán, al menos en el plano emic,
en «firmes verdades demostradas científicamente», y esto aunque el que así
hable no sepa ni pueda dar una definición de ciencia, verdad o demostración que
no produzca sonrojo o escape del infantilismo más tremendo) es la única manera
coherente, racional (¿Científica?) de dar cuenta de los fenómenos observados.
Pero esto es un error de primera clase; en primer lugar, la ciencias positivas
no proceden según el modelo hipotético-deductivo (de corte teoreticista como
hemos dicho), y en segundo lugar, los fenómenos observados, lo mismo que se les
puede encuadrar en una hipótesis «aparentemente coherente», se les puede
encuadrar en otras hipótesis «igualmente coherentes», pero de significado
completamente distinto. Naturalmente, los defensores de una teoría o de otra
(pongamos por caso los defensores del Big bang frente a los de la fluctuación cuántica
en el vacío cuántico que desgarraría el cosmos de Minkowski dando lugar al
cosmos de los cuerpos) apelarán, para tratar de tener razón, a continuas
peticiones de principio, o a la introducción de postulados ad hoc que legitimen
sus respectivas teorías. (JPJ, La cosmología moderna como fuente de teorías
metafísicas, monistas y míticas. Respuesta a José Antonio López Díaz)
La teoría del Big bang
trasciende, como digo, las categorías en que se mueve la ciencia positiva, y
es, en todo caso, una teoría filosófica (si la teoría del Big bang no se
moviese en el terreno de la filosofía, ¿Cómo podríamos criticarla desde la
Ontología?). Esto ha sido escrito varias veces en la obra de Gustavo Bueno, por
lo que no es ninguna sorpresa. Ya en los Ensayos materialistas escribe:
«Lemaître mismo sugiere que el 'Átomo primitivo' no pertenece a la Física,
puesto que cuando él existe, todavía no existe el Espacio y el Tiempo (R = 0),
sin los cuales la Física no es posible (L'Hypothèse de l'atome primitif,
Neucâtel, Griffon, págs. 13 y sgts.» (Ensayos materialistas, Taurus, Madrid
1972, pág. 179). Y en donde también se puede leer:
La Idea de Materia
general es ella misma la Idea de la contradicción, de la destrucción de unas
partes por otras, del hacerse y deshacerse: este criterio, aplicado en el
límite, supone la Idea de la desaparición del Mundo corpóreo íntegro, aunque no
la Idea de Nada. Queda la Idea de Materia ontológico general, como aquello
cuyas determinaciones aparecen y desaparecen sin que quede ninguna determinación
fija, como algo privilegiado. En resolución, la Materia corpórea aparece así
como un episodio de la Materia ontológico general. Esta tesis podría
confundirse con una tesis metafísica ('Erase una vez la materia
incorpórea...'). Pero sólo podemos partir de la propia materia corpórea, como
primer analogado, y la materia incorpórea se nos presenta como posibilidad de
entender la propia realidad del Mundo corpóreo, en tanto que internamente
móvil. Sólo así podemos pensar (como actualmente se piensa, contra Aristóteles)
que el Mundo no ha sido siempre el mismo, sino que el Mundus asdpectabilis
actual es el resultado de una serie de transformaciones (a su vez, es este
pensamiento la realización de la Idea de Materia ontológico general). Estas
transformaciones, recorridas hacia atrás, operan el efecto de ir 'borrando',
por decirlo así, las formaciones mundanas ('el gas electrónico', el 'plasma',
la Nebulosa primordial). Debe notarse que ese límite regresivo fue alcanzado
con anterioridad a la constitución de la ciencia moderna (el ápeiron de
Anaximandro). Que la ciencia moderna resuelva otra vez en este límite, por
caminos seguros y precisos, no trabaja contra su originalidad, sino sólo a
favor de la racionalidad de ciertas Ideas ontológicas arcaicas, que ya no serán
categoriales [y aquí Gustavo Bueno pone una nota a pie de página que pusimos
más arriba, hablando del átomo primitivo de Lemaître como Idea ontológica, no
como concepto científico]. Será, pues, acrítica toda conclusión categorial de
estos dominios. [...] Del 'estado gaseoso' no pueden brotar las formaciones
complejas dadas en los géneros de materialidad (la ilusión de que se consigue
reconstruirlos se debe a que en realidad se partía ya de ellos). El
procesionismo, que ha seguido 'a la ciencia' en su reducción, concluye de ahí
la necesidad de apelar a principios exteriores (el padre Teilhard de Chardin ha
sintetizado por yuxtaposición ambos caminos). Pero la única alternativa abierta
es la institución de la crítica ontológica (por medio de la Idea de Materia) a
esa materia nebulosa primordial, concluyendo que ella no es reducible a su
nivel de corporeidad. Ella misma debe ser una determinación de una realidad más
rica, pero que, precisamente por determinarse como corporeidad, debe ser
material. Si no se quiere negar la misma actividad racional, si no se quiere
recaer en el más absurdo nihilismo ('El Mundo procede ex nihilo') es necesario
pensar como real una materia real, en la misma realidad del mundo, que cuando
se determina en el Tiempo, recurre infinitamente (eternidad de la Materia,
expresada en el axioma de Parménides: 'El ser, es', que deja de ser tautológico
para convertirse en una regla de recurrencia regresiva [dicho en nuestros
términos: que no se puede llegar, regresivamente, a un punto de singularidad
donde el devenir «se pare», donde el Tiempo desaparezca, como postula la teoría
del Big bang], a partir de la constatación de la existencia actual del mundo).
(Ensayos materialistas, págs. 178-180) [subrayado mío]
Más recientemente se
ve claramente, por ejemplo, en su artículo: «Propuesta de clasificación de las
disciplinas filosóficas» (El Catoblepas, nº 28, pág. 2) en donde, Bueno,
clasificando a las disciplinas filosóficas en grandes rúbricas, y poniendo
ejemplos de los campos de estudio de cada disciplina (filosófica), escribe, por
ejemplo:
Propuesta de
clasificación de las disciplinas filosóficas
Título primero:
Disciplinas
filosóficas (sistemáticas) especiales («centradas»)
A'. Rúbrica primera:
disciplinas filosóficas centradas en torno al espacio cosmológico
Grupo 0. «Filosofía de
la Naturaleza»
Indicación de
contenidos: El mito de la Naturaleza, Scala Naturae
Línea 1: Filosofía de
lo inorgánico
Grupo I. Disciplinas
cosmológicas abstractas («lisológicas»)
Indicación de
contenidos: Espacio, Tiempo, Duración, Causalidad, Determinismo,
Indeterminismo, Finitud o Infinitud del Mundo, Principio antrópico, Teoría del
Big-Bang, &c. [subrayado mío]
Podríamos decir, sin
riesgo alguno a equivocarnos, que si CM sostiene que la filosofía no puede
criticar, tanto gnoseológica como ontológicamente, la teoría del Big bang, será
desde otra plataforma distinta al sistema conocido como «Materialismo
Filosófico» (no obstante, no descartamos que este autor nos responda, en un
próximo artículo con una pregunta similar a «¿Bajo qué interpretación se
satisface la ecuación 'CMMC es materialista filosófico W CMMC sostiene que la
filosofía no puede triturar a la teoría del Big bang'?», ignorando todo lo
dicho aquí).
Posteriormente, este
autor me lanza otra «pregunta desafiante», aunque de contestación sencilla:
«¿Bajo qué interpretación se satisface la ecuación 'CMMC es materialista
filosófico W CMMC cree en el Big bang'?». Respuesta: desde todo lo expuesto en
mi artículo anterior sobre por qué la teoría del Big bang es una teoría
contradictoria y metafísica desde la Ontología del Materialismo Filosófico.
Cuando CM, frente a mi
«acusación» de que no puede defender el Big bang desde el Materialismo
Filosófico, dice que es esta una acusación mía emic, dando a entender por tanto
que no se trata más que de un subjetivismo mío, se equivoca de nuevo, pues no
repara en que mi tesis se vertebra por la propia estructura objetiva de las
Ideas, en este caso entre la incompatibilidad objetiva («por encima de las
voluntades») de los presupuestos ontológicos que conlleva la teoría del Big
bang y los presupuestos del Materialismo Filosófico.
Pero como CM quiere
seguir siendo «materialista filosófico», y, a la vez, defensor del Big bang,
realiza una solemne declaración:
En mi opinión,
propongo como criterio etic que materialista filosófico es aquel que, habiendo
asimilado el núcleo doctrinal de MF, es capaz de ensanchar las fronteras de
realidad triturada por MF, pues es en la praxis del sistema, en su ejercicio
más bien que en su representación, en donde se atestigua si uno ha digerido sus
categorías filosóficas.
¿Pero cómo alguien que
cree en el Big bang puede jactarse de haber asimilado el «núcleo doctrinal del Materialismo
Filosófico»? ¿No resulta esto excesivo? Sería algo parecido a alguien (¿Muñoz
Ballesta podría encajar aquí?) que, en tono crítico, o aun épico, reconociese,
ante un auditorio atiborrado de rostros expectantes, defender la existencia del
Dios de la ontoteología «ejercitando» el Materialismo Filosófico («ensanchando»,
además, sus fronteras, por lo visto –ensanchamiento que, dicho sea de paso,
obligaría a cambiar el propio nombre al sistema–). ¿Pero qué clase de
«ejercitación» del «núcleo doctrinal» del Materialismo Filosófico puede llevar
a defender la teoría del Big bang desde un punto de vista ontológico? A mi
juicio, una ejercitación de prestidigitador o de mago. Porque lo cierto es que,
desde el «núcleo doctrinal» del Materialismo Filosófico, en concreto, desde su
Ontología especial y general, el Big bang es algo completamente contradictorio,
inasimilable desde una ontología materialista.
Naturalmente, ésta no
es una tesis a la que yo haya llegado mediante una «intuición pura», que me
haya sido «revelada en sueños», o que haya encontrado en las galletas de la
suerte chinas (o que, en suma, defienda gratuitamente sin base alguna). En mi
anterior artículo expuse, más o menos sistemáticamente, las, a mi juicio,
principales contradicciones de la teoría del Big bang desde la Ontología del Materialismo
Filosófico, pero CM no nombra, en ningún momento, toda mi argumentación,
nuevamente como si no hubiese sido escrita (como si CM no la hubiese visto al
leer supuestamente mi artículo, porque, como expresa el dicho, «no hay peor
ciego que el no quiere ver»). Pero como puede ser que esta omisión se deba a un
descuido, o a un olvido sin ninguna mala intención por parte de mi polemista,
nunca estará de más recordar los puntos centrales de lo que argumenté en mi
anterior artículo, remitiendo a él para la explicación detallada de cada punto.
En efecto, mis
argumentaciones contra el Big bang, desde la Ontología del Materialismo
Filosófico podían resumirse en cinco grandes puntos (aunque, sin duda, podrían
buscarse más). Recordémoslos:
1) El regressus, desde
el mundo fenoménico temporal, a un punto o estado sin tiempo es irracional,
pues no puede ser seguido de un progressus de ese estado inmóvil y atemporal a
un estado en devenir; la materia en devenir siempre está en devenir, y no puede
dejar de estarlo: la materia cósmica recurre infinitamente en el tiempo.
2) La singularidad,
concebida como un punto, es contradictoria, pues se ha hecho desaparecer el
espacio-tiempo de Minkowski, por lo que carece de sentido hablar de referencias
geométricas, como «punto», ¿En qué espacio se proyecta?
3) La singularidad
está dada a escala del Ego; las materialidades dadas en el Mundo no existen con
independencia del Ego (ni el Ego existe con independencia de las materialidades
dadas en el Mundo); la singularidad ha sido hipostasiada de nuevo. Es fruto de
llevar al límite (contradictorio) materialidades dadas a escala humana (y sin
la cual no existirían), y proyectarlas «más allá del horizonte de las focas».
Las materialidades que pueden existir con independencia del Ego trascendental
nos sitúan en el reino de la materia ontológico general.
4) La teoría del Big
bang conlleva aceptar el principio antrópico fuerte o final, tesis teleologista
claramente absurda desde una filosofía materialista.
5) El Big bang
conlleva las tesis metafísicas e insostenibles de la Scala naturae y el monismo
de la armonía.
En resumidas cuentas,
es imposible (eso sostengo en esta polémica) defender, en Ontología, la
inconmensurabilidad de los tres géneros de materialidad así como sus sinexiones
mutuas, el principio de symploké, la existencia (trascendental en sentido
absoluto) de la materia ontológico-general, la negación de la Scala naturae, la
escala antrópica a la que nos es dada el Mundo (el Ego trascendental), &c.,
y, a la vez, defender la teoría del Big bang. Y por tanto «mi sospecha» de que
los conocimientos de Ontología del Materialismo Filosófico por parte CM no
estén, por así decirlo, demasiado «afianzados».
Prácticamente, todas
las objeciones que a mi juicio se pueden hacer desde el Materialismo Filosófico,
se centran en el camino metafísico de todas las teorías cosmológicas que
practican la operación «extracción de materia», para dar cuenta, según ellas,
del origen del Mundo. En ellas, tras esta extracción de materia (mental, o en
todo caso acrítica) se llegaría a un vacío cuántico, a una singularidad
primordial, a un plasma electrónico originario del que todo emergería, o
cualquier otra cosa por el estilo. Pero las contradicciones derivan en tratar
de sacar la «aparición» del Mundo atendiendo únicamente a marcos
ontológico-especiales (el vacío cuántico o la singularidad primordial son
puramente mundanos, aunque se presenten como tras-mundanos; siguen estándo a
escala antrópica, y carecen por completo de sentido sin el Ego trascendental).
Pero es imposible explicar la «aparición» del Mundo a través de elementos
ontológico-especiales. Porque ¿Cómo se puede pretender que de la singularidad
primordial, o del vacío cuántico, por ejemplo, surjan los tres géneros de
materialidad, cuando, precisamente, tanto la singularidad primordial como el
vacío cuántico presuponen a los tres géneros de materialidad y por tanto al Ego
trascendental? Esto es tanto como apelar a la Causa sui. Tratar de explicar el
surgimiento del Mundo a través de marcos ontológico-especiales, aparte de ser
algo obviamente absurdo, por el circularismo vicioso que ello conlleva,
únicamente se puede llevar a cabo a través de la metafísica tesis de la Scala
naturae, pues al tener que «deducir» («deducción» que ignora el dialelo
corpóreo-viviente) toda la pluralidad de nuestro Mundo de entidades mucho más
«simples» como la singularidad primordial o el vacío cuántico, se ha de apelar
necesariamente a la emergencia metafísica de niveles ontológicos que vayan
apareciendo (ex nihilo) y superponiéndose hasta alcanzar la «pluralidad y
riqueza de nuestro estado actual del Mundo». Formulaciones que tendrán que
defender, ya en el ejercicio, ya en la representación, que de la singularidad
primordial o del vacío cuántico, emerge M1, y de éste, a través de los organismos
con sistema nervioso, M2, y de éste, a través de los mamíferos superiores con
corteza cerebral capaces de generar operaciones abstractas, M3 (y esto, además,
con la contradicción de que la singularidad primordial sea una entidad
terciogenérica, en tanto no es física y sus atributos son ideales –todo esto
está expuesto más detalladamente en artículos anteriores, como sabrá cualquiera
que sepa un mínimo de esta polémica–).
Pero esta posición, de
ir haciendo «brotar», por emergencia creadora, un género de materialidad de
otro, se encuentra, nuevamente, en las antípodas del Materialismo Filosófico.
Porque los tres géneros de materialidad no son mundos megáricos, que se irían
yuxtaponiendo jorismáticamente, sino que son dimensiones inconmensurables, pero
sinectivamente conectadas, de un único Mundo empírico común, dado a escala del
sujeto operatorio, y sin él cual no existiría en cuanto a sus morfologías. Los
tres géneros de materialidad están conectados de tal manera (a través de
sinexiones) que no se puede suprimir un género de materialidad sin destruir el
resto. ¿Acaso piensa CM que M1 –pongamos por caso la materia en inflación
después de la «Gran explosión»– puede existir sin M2 ni M3? ¿Acaso piensa que
de la «singularidad primordial» –perteneciente a M3 como hemos dicho– puede
emerger, mágicamente (creadoramente) M1? Y si esto es así, ¿Cuáles son sus
«fuentes» de conocimientos de Materialismo Filosófico? Pero si no es así, y CM
«conoce perfectamente» las sinexiones entre los tres géneros de materialidad y
su identidad con el Ego trascendental o la existencia de la materia
ontológico-general que desborda el Mundo ¿Cómo resuelve las contradicciones
absolutas a las que lleva la teoría del Big bang, desde un punto de vista
ontológico y que estamos volviendo a exponer aquí resumidamente? Porque a mi
juicio sólo apelando al doblepensar orwelliano (o al fideísmo) cabe «defender»
la Ontología del Materialismo Filosófico y el Big bang a la vez.
La operación
«extracción de materia» no nos puede llevar nunca, si no estamos situados en la
vía de la metafísica (como están sin duda los cosmólogos que la practican, y
por tanto la necesidad de la crítica filosófica), a entidades mundanas, dadas a
escala del Ego (volvemos a remitir, debido a su decisiva importancia, a la interpretación
que hace el Materialismo Filosófico del principio antrópico débil), sino a la
materia ontológico-general; porque la realidad es infinita, y el Mundo, como
contenido finito suyo, es sólo una parcela «infinitesimal», por así decirlo, de
la realidad, dada a escala del Ego trascendental (en donde actuarían las
ciencias positivas). Según esto, tanto las posiciones de JALD como las de CM, a
mi juicio, están inspiradas por un profundo «mundanismo», fruto de no
comprender (al parecer en modo alguno a juzgar por sus argumentos) la
distinción fundamental entre Ontología especial y Ontología general; de
desconocer las complejas relaciones dialécticas entre la materia cósmica y la
materia ontológico-general; relaciones que nos llevan, en la mayoría de casos,
a la doctrina de las anamórfosis absolutas, que son la cara opuesta de la Scala
naturae o de la emergencia metafísica de que son solidarias la teoría del Big
bang o del vacío cuántico, en cuanto al «surgimiento» del Mundo y su posterior
«evolución» hasta la actualidad se refiere.
Un conocedor de la
Ontología del Materialismo Filosófico, consciente de que es absolutamente
imposible, una vez practicado el regressus del Mundo actual a la singularidad
primordial, el correspondiente progressus de esta singularidad al Mundo (porque
aquí, tanto la emergencia como la reducción son imposibles) pudiera, quizá,
proponer introducir el concepto de anamórfosis absoluta para tratar de
salvaguardar esta contradicción, pues, de la misma manera que en el regressus
desde, pongamos por caso, un tejido orgánico a los quarks, como partes
materiales últimas (en el Ordo cognoscendi) de éste, es imposible el progressus
de los quarks al tejido del que se partió, y por tanto hay que apelar a una
materia (ontológico-general) que no conocemos, pero que es real, y que vuelve a
hacer posible el correspondiente progressus, se pudiera quizá defender que,
apelando a la materia ontológico-general, la singularidad primordial quedaría
como una pequeña determinación de una realidad mucho más compleja que nos
conocemos, pero que, en todo caso, haría posible el progressus. Pero ¿La teoría
del Big bang, que hace salir creadoramente de la singularidad primordial la
materia cósmica, vía emergencia metafísica, no está construida tan en base a
esquemas mundanistas que la introducción de M haría saltar en pedazos a dichos
esquemas metafísicos, aun más, a la propia teoría o a la singularidad
primordial como «punto cero» de la historia de nuestro mundo? Porque, desde la
perspectiva del Ego trascendental (E), que es en donde nos movemos, como ya
dijimos, el regressus desde la materia cósmica no puede llegar a un punto donde
el devenir se detenga, o a donde el espacio desaparezca; porque la materia
cósmica está dada a nuestra escala; y mientras nos mantengamos a esta escala
(antrópica) no podemos hacer desaparecer la materia cósmica. De este modo, y
como ya dijimos antes, el regressus desde la materia cósmica recurrirá
infinitamente en el tiempo.
Que el «rastreo» del
«Origen del Mundo» nos conduce a la materia ontológico-general, y no a una
entidad mundana (como la singularidad primordial) fruto de llevar al límite
(contradictorio) ciertas determinaciones ontológico-especiales, está escrito en
varios lugares de la obra de Gustavo Bueno, y no sólo en los Ensayos
materialistas. En el tomo segundo de la Teoría del cierre categorial (pág. 568
de la obra general), este autor escribe por ejemplo:
El principio de
symploké, al prohibirnos ver a la materia ontológico general como unidad de
conjunto, nos obliga a verla como un conjunto de corrientes diversas e
irreductibles algunas de las cuales han debido confluir para dar lugar a la
conformación del mundo.
O, en el Glosario de
España frente a Europa (pág. 466):
El Materialismo
Filosófico es un pluralismo de signo racionalista, que postula sin embargo la
unicidad del mundo en cuanto desarrollo de una materia ontológico general que
no se reduce al mundo empírico.
Esto tampoco significa
que podamos conocer positivamente el «Origen del Mundo», dado que, al
introducir nuestros análisis en el «Reino de las sombras» que es la materia
ontológico-general (M), tenemos que renunciar por principio a esa tarea, dado
que nuestro conocimiento de M es muy escaso, porque el conocimiento positivo
sólo podemos obtenerlo de los contenidos dados a nuestra escala; esto es, de
los contenidos que conforman el Mundo como realidad ontológica. Sin embargo, la
«apelación» a M en las cuestiones sobre el origen del Mundo tiene un claro
significado dialéctico, a saber: negar concepciones alternativas. Dicho
mundanamente: no podemos saber positivamente de dónde procede el Ego, pero sí
podemos saber rigurosamente de donde no procede. Y entre estas opciones negadas
desde la perspectiva de M se encuentran, sin lugar a duda, el Big bang.
Naturalmente, Carlos
Madrid podrá estar en contra de esto, pero entonces, en vez de saltarse a la
torera mis argumentaciones y seguir manteniéndose dogmáticamente en sus
posiciones (como sin duda ha hecho en su artículo), tendrá que enfrentarse
dialécticamente contra mis argumentaciones. Lo que es sin duda ridículo es
preguntarme «¿Bajo qué interpretación se satisface la ecuación 'CMMC es
materialista filosófico W CMMC cree en el Big bang'?» ignorando, de modo
absoluto, lo escrito en mi artículo anterior, que es, precisamente, la
respuesta más «clara y distinta» a su pregunta. Porque, sin duda, omitiendo mi
argumentación, Carlos Madrid pretende dar a caso a entender que mi tesis de que
no es posible sostener la Ontología del Materialismo Filosófico, y, a la vez,
la teoría del Big bang, es completamente gratuita, que no se sabe de dónde
sale; que es, en suma, una afirmación sectaria, fruto de ejercitar mal las
ideas del Materialismo Filosófico. Pero desde la luz de la argumentación de mi
artículo anterior (que CM, como hemos dicho, ha omitido cuidadosamente), y que
he vuelto a resumir ahora, la situación es muy distinta, porque ahora resulta
que lo gratuito es la pregunta de CM.
Por otra parte, cuando
en mi artículo anterior dije que CM no podía defender el Big bang desde el Materialismo
Filosófico, no era un argumento ad hominem, en el sentido demagógico que quizá
este autor sugiera; pues la argumentación no va dirigida contra su persona
psicológica, sino contra la incompatibilidad objetiva, por una parte, entre la
plataforma filosófica desde la que habla (el Materialismo Filosófico «emic») y
la defensa del Big bang, por otra parte. Mi argumento iba dirigido, así, a
patentizar una contradicción profunda en el orden de la argumentación de CM; y
si es ad hominem, es tan ad hominem como la crítica de Hegel a la «cosa-en-sí»
kantiana, sosteniendo que este autor defendía a la vez dos cosas
contradictorias (por una parte la cosa en sí se presentaba como exenta
absolutamente de las categorías del entendimiento, y por otra estaba vertebraza
y analizada con dichas categorías, aunque fuese en el ejercicio y no en la
representación). En resumen: mi objeción iba contra la argumentación
contradictoria de CM, y es todo menos demagógica (otra cosa es que las
consecuencias de mi argumentación, con razón, no le gusten a CM).
Por último, para
«resumir», con pocas palabras, el pensamiento de Gustavo Bueno en torno a la
veracidad y cientificidad del Big bang, quizá podríamos echar mano de este
fragmento, donde hablando de los grandes mitos de nuestro tiempo, dice: «La
teoría del Big bang, por ejemplo, es ahora cuando está en alza, ¿Y qué más
relato total que la teoría del Big bang? Es una cosmogonía que parece la de
Lactancio, absolutamente metafísica» (Gustavo Bueno en Debate sobre el libro de
Pablo Guadarrama González, América latina: marxismo y postmodernidad (UNINCCA,
Bogotá, Colombia & UCLV, Santa Clara, Cuba, Agosto 1994, 230 págs.)
celebrado en el Salón de Actos de la Facultad de Filosofía de la Universidad de
Oviedo, el martes 21 de marzo de 1995 (entre las 11 y las 14 horas y que se
puede encontrar –aunque presumiblemente CM tampoco lo habrá leído– en
http://www.filosofia.org/mon/cub/dt005.htm
Increíble es,
posteriormente, la declaración de Carlos Madrid en donde, sin ningún tapujo,
nos dice:
Antes de nada, resulta
curioso constatar cómo, en poco tiempo (un verano), JPJ ha pasado, de calificar
como metafísica a la Teoría Cuántica, a reconocer que existen verdades como
identidades sintéticas en tal cuerpo científico:
«A la polémica
ontológica sobre las matemáticas y el cosmos mantenida en las páginas de esta
revista, ahora se suman las importantes e interesantes aportaciones de José
Antonio López Díaz, que asume, en esta polémica filosófica, el papel de
defensor junto con Letichevsky, de la teoría del Big bang, la realidad del
vacío físico, el «indeterminismo microscópico» de que nos habla la mecánica
cuántica, &c. Teorías que considero, desde el materialismo, no ya
meta-científicas, sino metafísicas (y por tanto falsas).» (Disputas ontológicas
sobre temas cosmológicos –énfasis mío–, junio de 2004.)
«En cuanto al género
literario conocido como «teoría cuántica», desde la teoría del cierre
categorial, obvio es decirlo, cabe reconocer multitud de verdades científicas
en su seno; pero no debemos olvidar que bajo el mismo rótulo («teoría
cuántica») se reúnen también todo tipo de delirios metafísicos, como los mundos
paralelos de Everett, el vacío cuántico, la hipostatización del mundo
microscópico, la teoría del caos indeterminista de Bohr, las súper cuerdas, las
teorías del TOE, y un largo etcétera.» (La cosmología moderna..., –énfasis
mío–, octubre de 2004.)
¿Pero de qué chistera
mágica ha sacado Carlos Madrid su tesis de que yo, antes del verano, sostenía
como metafísica a toda la teoría cuántica? ¿No es esto tanto como «transformar
proyectivamente» mis posiciones hasta deformarlas por completo, hasta hacerlas
irreconocibles? Porque esta «acusación» (por llamarla de algún modo) es tan
claramente falsa que me resulta incluso carente de sentido tener que defenderme
de algo en lo que no me reconozco en modo alguno. En artículos anteriores
sostuve (y sostengo) que bajo el rótulo, o «género literario» (sin olvidar que
la filosofía también es un género literario y por tanto que esta connotación no
tiene ningún sentido peyorativo, como quizá a algunos pudiera parecerles)
conocido como «Teoría cuántica» se mezclan tanto elementos científicos como
elementos puramente metafísicos, cuando no mágicos. Pero en ningún caso
sostuve, como dice Carlos Madrid, que toda la teoría cuántica fuese metafísica.
Sostuve que dentro de la Teoría cuántica, como rótulo general, hay tesis
metafísicas como el indeterminismo de las partículas subatómicas, la
hipostatización del «mundo microscópico», el vacío cuántico (al que el propio
Gustavo Bueno ha declarado como delirio absoluto numerosas veces, algunas en mi
propia presencia, por lo que no entiendo la sorpresa de Carlos Madrid, que «se
jacta» de ser un gran conocedor del Materialismo Filosófico), &c.
Por lo que parece, la
«argumentación» de Carlos Madrid va dirigida aquí a distorsionar mis posiciones
a su conveniencia, hacerlas incluso ridículas, para así poder atacarlas mejor
(o esto o no ha entendido ni una sola letra de mi argumentación desde que
empezó esta polémica, lo que me resulta dudoso de creer).
Tampoco estoy de
acuerdo en que «la praxis sea la verdad de la física» como también sugiere CM
más tarde; porque esta afirmación es enteramente confusa y oscura, sobre todo
desde el momento en que consideramos, desde la teoría del cierre categorial,
que las verdades, en física, se obtienen precisamente cuando es posible
segregar la praxis operatoria del sujeto gnoseológico en las relaciones
esenciales construidas con los términos primogenéricos del campo de la física
como ciencia categorial. Mientras no segreguemos la praxis no podremos alcanzar
el nivel esencial de las identidades sintéticas sistemáticas, y por tanto no
nos moveremos en el terreno de la ciencia en su sentido fuerte (sino en el de
la tecnología, por ejemplo). ¿Qué Idea de Verdad tiene CM a la luz de su
afirmación? La tecnología que deriva de la física no es lo que le concede el
valor de verdad a esta ciencia; antes bien: son las verdades objetivas del
campo de la física las que hacen que la tecnología que deriva de ellas tenga
éxito.
Luego, CM sigue
continuando con cosas igualmente sorprendentes. En lo referente a la cuestión
determinismo/indeterminismo en la teoría cuántica exclama (en su sentido
literal además) consignas como: «¡la Mecánica Cuántica en nada contradice la
codeterminación y la conformación filosóficas que sostiene MF, pues éstas se
nos manifiestán materialmente en el registro científico (pongamos por caso,
trayectoria de gotitas condensadas de vapor en una cámara de niebla) que recoge
los resultados de las manipulaciones de los sujetos operatorios».
Aquí la pregunta es
obvia: ¿Cómo la defensa del indeterminismo a nivel de partículas subatómicas no
va a contradecir los atributos trascendentales de toda materialidad de
multiplicidad y codeterminación, que precisamente sostienen, de manera
necesaria, el determinismo para todo individuo? Dicho de otro modo: la
multiplicidad y la codeterminación están ligadas sinectivamente a la visión
determinista de todo individuo. ¿Pero entonces qué ocurre con la mecánica
cuántica y su «indeterminismo» a nivel microscópico (ver por ejemplo: M.
Jammer: The Philosophy of Quantum Mechanics, Wiley, Nueva York 1974)? Y por
otra parte, ¿Por qué CM pone el ejemplo de las «gotitas de agua», muy hermoso
sin duda, pero un ejemplo «macroscópico», cuando la visión indeterminista de la
que aquí hablamos va referida al ámbito «microscópico»? ¿Este ejemplo no es
tanto como un intento de oscurecer y confundirlo todo? Y nuevamente
preguntamos: ¿Cómo CM puede jactarse de haber asimilado, nada más ni nada
menos, que el «núcleo doctrinal» del Materialismo Filosófico si desconoce la
tesis ontológica de este sistema de la visión determinista de todo individuo?
¿Acaso no forma esto parte del abc de la Ontología del Materialismo Filosófico?
Pero como, sea por lo
que fuere, CM desconoce esta tesis ontológica (básica) del Materialismo
Filosófico y sus repercusiones en la polémica sobre el indeterminismo cuántico,
la resumiré brevemente.
La argumentación de
Gustavo Bueno a este respecto es la siguiente (argumentación que comparto sin
duda):
El determinismo se
mueve a escala de individuos, y el azar a escala de clases (por tanto el azar
presupone el determinismo); todos los individuos (necesariamente múltiples)
están co-determinados (determinándose recíprocamente, mediante relaciones de
sinalogía por ejemplo) en un aquí y un ahora; si la mecánica cuántica trata
como indeterminados a sus individuos (microscópicos, subatómicos) es porque no
los trata como individuos en un aquí y un ahora, ¿Por qué? Porque no puede
determinar gnoseológicamente el aquí y el ahora de sus individuos, por razones
en las que no podemos entrar ahora. Pero una cosa es que no se pueda saber el
aquí y el ahora de un determinado individuo (tampoco tendría por qué saberse),
y otra que no los tenga. La mecánica cuántica, a este respecto, trata con
individuos contradictorios, individuos-no individuos, porque confunde las
indeterminaciones gnoseológicas con las ontológicas. El indeterminismo
ontológico que defiende tantas veces la mecánica cuántica es, por tanto,
contradictorio, y solidario, a mi juicio, nuevamente de la emergencia
metafísica. Significa esto, entre otras cosas, que el «indeterminismo cuántico»
no es rechazado porque yo tenga, apuntado en mi diario o tatuado en el hombro,
las variables ocultas que, en su seno, tiene guardadas la Naturaleza esperando
que el científico las descubra. Significa que el indeterminismo cuántico es
fruto de una confusión inaceptable entre los planos gnoseológicos y
ontológicos, y que es rechazado por motivos apagógicos, en tanto toda
materialidad, por propia estructura, en sus atributos de multiplicidad y
codeterminación arroga necesariamente la visión determinista de todo
individuo.{2}
(Nuevamente) si CM
quiere defender el indeterminismo cuántico, tendrá que enfrentarse directamente
con concepciones ontológicas centrales del Materialismo Filosófico (proyecto
muy loable, por otra parte), con lo que, en todo caso, se contradiría al
presentarse este autor (Carlos Madrid) como alguien que «ejercita» el Materialismo
Filosófico. Y entonces sí cabe la disyuntiva exclusiva (W) «o Materialismo
Filosófico, o indeterminismo cuántico». Lo mismo que cabe la disyuntiva fuerte
también «o Materialismo Filosófico, o monismo teológico». Y, evidentemente, no
como disyuntiva psicológica, o pragmática, a caso «coyuntural» de un momento
histórico dado, sino como disyuntiva lógica, vertebrada en la propia estructura
objetiva (por encima de las voluntades psicológicas) de las Ideas y las
conexiones lógico-materiales que aquí toman parte.
CM, después del
anterior texto copiado, finalizaba (¿Irónicamente?) con: «Y me dejaba en el
tintero preguntar a JPJ dónde encuentra la hipostatización del mundo
microscópico en las actuales teorías cuánticas de la decoherencia.». Pero la
hipostatización del mundo microscópico hecha por la mecánica cuántica ya fue
comentada en otros artículos de esta polémica; de hecho en uno de ellos extraje
un texto del Cierre categorial donde se mencionaba el asunto (prescindiré, a
efectos de no repetirnos, de patentizar que CM también lo omite volviendo a
practicar su estrategia noetológica de «salto a la torera») Pero como tampoco
perdemos nada en volver a copiarlo, a ver si ésta vez es leído, vayamos al
tema:
La mecánica cuántica
totaliza el cosmos a través de la escuela de Bohr, en tanto se concibe como
«teoría completa [total] de los fenómenos atómicos» sin «variables ocultas». En
el famoso artículo de 1935 de Einstein-Podolsky-Rosen, la completud,
interpretada como totalidad fenoménica bohreana es sometida al siguiente
dilema: (1) o la mecánica cuántica es incompleta [= no total] y habrá que
completarla, (2) o es completa [= total] y entonces contradice la mecánica
racional (por cuanto se producen acciones a distancia). Por tanto, lo que se discute
(en términos de teoría de la ciencia) es si la mecánica cuántica construye
totalidades meramente fenoménicas –«estructuras fenoménicas» formadas por
objetos atómicos (cuánticos) y aparatos de investigación (clásicos)– que no
pretenden reflejar la realidad atómica sino solo controlar nuestros
experimentos en un mundo totalizado (y así habría interpretado Heisenberg su
principio de incertidumbre: «no podemos lograr un conocimiento totalizado de lo
fáctico») o bien se construyen totalidades esenciales «reales». [...] las
estructuras sistemáticas que la Naturaleza «guarda ocultas» no revelan «a la
mente o a la conciencia» que las descubre sino a los dispositivos gráficos, a
los aparatos de registro (incluido aquí el papel o la pantalla) manipulados, es
cierto, por la conciencia de un sujeto operatorio. Aquí es donde (según la
interpretación de Copenhague) la función de onda que describe el sistema
microscópico experimenta un cambio discontinuo («colapso de la función de
onda») desde su estado inicial al estado final en el que la magnitud medida
toma un valor concreto. Bohr supuso en efecto que el mundo puede ser dividido
en dos partes: la que corresponde a los sistemas microscópicos (regidos por la
mecánica cuántica) y la que corresponde a los sistemas macroscópicos (regidos
por la mecánica clásica); la medición (en mecánica cuántica) sería una
interacción entre el observador (macroscópico) y los sistemas microscópicos que
conducen a un registro permanente del suceso. Desde nuestras coordenadas, la
situación es otra: las operaciones tienen siempre lugar en la escala
macroscópica de nuestro cuerpo, de nuestros diagramas y aparatos; y la escala
microscópica no «interactúa» con ellos (lo que equivaldría a hipostasiarla)
sino que resulta de un regressus dialéctico a estructuras sistemáticas que,
como el punto geométrico, dejan de ser corpóreas en sentido macroscópico. Son,
por tanto, las estructuras macroscópicas, eminentemente las geométricas o
matemáticas, ligadas al espacio operatorio del sujeto corpóreo, en tanto son
trascendentales (en el sentido positivo de este término, por recurrencia) por
su capacidad sistematizadota, a las diversas regiones de la experiencia, la
fuente de la posibilidad de nuestras construcciones científicas. (Teoría del
cierre categorial, págs. 504-505, 548-549)
Me parece que este
texto (hay otros), aunque breve, es bastante claro como para presentar
confusiones o posibles «lecturas hermenéuticas alternativas». En resumen: el
llamado «Mundo microscópico» es una construcción constituida por el sujeto
gnoseológico operatoriamente a través de un regressus (desde el Mundo
fenoménico) a estructuras que dejan de ser corpóreas, pero que siguen estando a
escala antrópica, y por tanto que son contenidos de la «Conciencia
trascendental» (E); esto es, que en ningún modo, aunque sean objetivas, son
susceptibles de ser hipostasiadas como hacen tantos «científicos cuánticos». En
suma, no existe algo así como un mundo microscópico originario, que estaría a
la base del Mundo fenoménico, que por tanto asumiría el papel de derivado, pero
que constituiría la plataforma desde la que podríamos «interactuar» con el
«mundo microscópico», &c.
En cuanto a la
decoherencia sólo apuntaré, en todo caso, que, al no ser objeto de esta
polémica, sospecho que CM la menciona sólo para hacer gala de sus grandes
conocimientos sobre física.
En lo referente a la
posterior pregunta que Carlos Madrid me lanza, este autor escribe:
5ª pregunta: ¿Reniega
MF del concepto científico (≠ Idea filosófica) de singularidad cósmica o de vacío
cuántico? Cierto es que GB, con buen criterio, sospecha de la carencia de
referencial para la entidad teórica singularidad cósmica originaria (cf. TCC,
540 n.p. y 1195), pero esto mismo es compartido por la mayoría de físicos –como
trató de explicar JALD– debido a que el paso al límite, cuando hacemos t → 0 (t
≡ tiempo), en los modelos cosmológicos es detenido por anástasis para evitar
contradicciones con los modelos cuánticos –el que los divulgadores de la
ciencia (a veces, propios científicos) no cuenten esto es problema del público,
que despabile e investigue qué es lo que, en realidad, hacen los físicos–.
Idéntico problema se presenta con los agujeros negros (cf. TCC, 1195) pero
también muchos físicos-filósofos del new experimentalism concuerdan con GB
(verbigracia, Hacking –posiblemente un circularista indeterminado–). Ergo MF no
renuncia al concepto científico singularidad cósmica porque éste ni siquiera
está consolidado entre los propios cosmólogos, no es más que un contenido
nematológico perteneciente a la ideología espontánea de los divulgadores y de
algunos científicos. En lo que respecta al concepto de vacío cuántico, GB lo
analiza para hacer ver que no puede confundirse con la Idea metafísica de Nada
(cf. TCC, 534), pues el vacío cuántico es sede de una intensa proliferación de
partículas virtuales –de acuerdo a las relaciones de Heisenberg– y cita, en
este preciso sentido, a Prigogine; de nuevo, si JPJ se obstina en condenarlo,
deberá aportar una explicación alternativa de los bien comprobados efectos
Casimir y Lamb. Y es que, como ironiza Gustavo Bueno refiriéndose a la Teoría
de Conjuntos y al Infinito, podríamos decir que si uno no conoce bien la
Mecánica Cuántica, funciona con una Idea de vacío próxima a la de un
limpiabotas.
Aquí CM vuelve a
«amparar» la postura (a mi juicio absurda) de JALD: defender por una parte la
estrategia dialéctica de la anástasis para no llegar a la singularidad
primordial, en tanto al llegar a este límite nos encontramos con todo tipo de
contradicciones, pero por otra parte, defender que la singularidad primordial
es posible, y aun más, que fue real. ¿Pero no es esto un caso de «esquizofrenia
noetológica»? ¿No es ridículo, por no decir delirante, sostener, para un mismo
problema, la metábasis y la anástasis a la vez, cuando son precisamente
estrategias dialécticas antitéticas, de suerte que una constituye la negación
de la otra? En mi anterior artículo expuse porqué esta postura es absurda, pero
obviamente (a estas alturas del artículo ya no debe resultar ninguna sorpresa
para el lector) Carlos Madrid vuelve a saltárselas a la torera. Pero como, en
este artículo, el «olvido» de CM es «directamente proporcional» a mi papel de
«recordador», volveré a repetirla: los físicos (o meta-físicos) que sostienen
la realidad de la singularidad primordial, lejos de realizar una anástasis (lo
que les llevaría a declarar a la singularidad primordial como un imposible
ontológico) realizan una metábasis o paso al límite de la materia cósmica a una
singularidad primordial donde desaparece el espacio-tiempo de Minkowski. Pero
utilizar la estrategia dialéctica de la anástasis conlleva, necesariamente, a
declarar como absurdo el límite (la singularidad primordial) y por tanto a
aceptar, apagógicamente, la tesis de que la materia cósmica siempre está en
devenir (o sea, que no hubo Big bang). CM se contradice nuevamente, y parece no
entender demasiado bien en qué consisten las estrategias dialécticas de la
metábasis, catábasis, &c., por lo que le sugiero «que se las estudie» antes
de hablar de ellas, si no quiere ser partícipe de la más oscura y
contradictoria confusión de conceptos.
También es por
completo gratuito, y aun sorprendente, lo que nos dice CM con «MF no renuncia
al concepto científico singularidad cósmica porque éste ni siquiera está
consolidado entre los propios cosmólogos, no es más que un contenido
nematológico perteneciente a la ideología espontánea de los divulgadores y de
algunos científicos». Y esto por dos motivos fundamentales, a saber: 1º) Porque
el concepto de singularidad es un concepto clave en las obras de los cosmólogos
actuales, con lo que, para bien o para mal, no puede considerarse, bajo ningún
caso, como un concepto contingente o colateral a la disciplina cosmológica, tal
como es interpretada hoy día. Antes bien habría que considerarlo como uno de
los tema «centrales» que vertebran la obra de los cosmólogos posteinstenianos
–¿Cómo «queda» la teoría del Big bang si se suprime el concepto de
singularidad?–, y esto sin perjuicio de que el materialismo gnoseológico considere
a la singularidad primordial como un contenido de la capa conjuntiva, al igual
que la propia teoría del Big bang (son contenidos conjuntivos, cierto, pero tan
extendidos y arraigados en las comunidades científicas de nuestros días que en
ningún cabe lo que dice CM); 2º) Porque aunque fuese un contenido
«nematológico», seguiría siendo (y precisamente con más motivo) un contenido
metafísico a triturar desde una filosofía materialista (¿Acaso este sistema no
ha triturado, a lo largo de su trayectoria, ingentes masas de contenidos
nematológicos pertenecientes a diversas esferas?). Y en todo caso, y esto
también es fundamental, CM se contradice completamente, por una parte, al decir
que la singularidad cósmica es un concepto científico, y por tanto no una Idea
–como expresa explícitamente en el propio enunciado de su pregunta–, y por
otra, un contenido nematológico correspondiente a la filosofía espontánea de
«algunos» científicos –cuando, además, como sabemos, la proporción de
científicos que defienden el Big bang es inmensa, por lo que la «rebaja» que
hace CM es gratuita–. ¿Cómo, en efecto, según nos dice CM, puede ser la
singularidad primordial, a la vez, un concepto científico, por un lado, y por
otro un contenido de las nebulosas ideológicas de «algunos» científicos? ¿Las
nebulosas ideológicas, según CM, están formadas por conceptos científicos, y no
más bien por Ideas, generalmente oscuras y confusas, y en todo caso triturables
desde el Materialismo Filosófico?
Parece como si Carlos
Madrid tratase por todos los medios de inmunizar la teoría del Big bang de las
críticas de la filosofía, apelando cada vez a un motivo más gratuito (en una
escalada, cierto, cuyo «final» –esperemos que definitivo– es el «diálogo
galieano» con que este autor acaba su artículo), de modo análogo a como muchos
creyentes tratan de «inmunizar» la idea de Dios de los ataques de la filosofía
(«no es competencia de la filosofía criticar dicha realidad», «la filosofía ha
de conocer sus propios límites [establecidos la mayoría de veces ad hoc por el
colectivo de gente que quiere inmunizarse de la criba filosófica]», «es un acto
de soberbia pretender con la razón analizar tal cosa», &c.). Tengo que
decir que los intentos de inmunización, en lo referente al Big bang, por Carlos
Madrid, no me parecen mucho más finos.
En cuanto al vacío
cuántico, es ya casi un síntoma de humor (que por otra parte siempre es bien
recibido, en el calor de una discusión filosófica) el pretender que Gustavo
Bueno (y por tanto el Materialismo Filosófico, en tanto la obra de este
filósofo es el eje central de dicho sistema) lo vea como algo posible, no
contradictorio (como ya dije, el propio Gustavo Bueno dice explícitamente que
es un delirio).
El vacío cuántico es
una construcción antítesis del materialismo, y por muchos motivos ontológicos,
por ejemplo: 1º) porque el vacío siempre está en función de los filtros de
kenosis del sujeto operatorio, y el vacío cuántico se presenta en otro contexto
distinto, por lo que es gratuito o metafísico hablar de «vacío»; 2º) porque el
vacío está ligado al espacio y éste a la materia (a su vez dada a escala
zootrópica), por lo que el vacío ontológico es una construcción metafísica
inexistente; 3º) las «partículas virtuales» del vacío cuántico (que aparecerían
y desaparecerían según acausales fluctuaciones cuánticas capaces, según nos
dicen muy seguros algunos físicos, de provocar la inestabilidad del Cosmos de
Minkowski) sólo pueden abrirse paso a través de la irracional tesis de la
emergencia metafísica, que el Materialismo Filosófico contrapone a la
emergencia positiva, la reducción o la anamórfosis. En resumen: el vacío
cuántico es una especulación (gratuita y contradictoria) sacada de la chistera
de científicos ociosos. En cuanto al supuesto estatuto científico del vacío
cuántico, sobra decir que sólo cabe defenderlo desde una concepción
teoreticista de la ciencia, cada vez más alejada de los fenómenos empíricos, y
cada vez más vertebrada por teorías gratuitas, alucinatorias o mágicas. ¿Dónde
están los términos (primogenéricos) en el vacío cuántico? ¿Cómo elaborar
identidades sintéticas entre ellos (que son inexistentes)? ¿Cómo incorporar el
«vacío cuántico» al campo de la física, en tanto ciencia en cuyo cuerpo se
incluyen las cosas mismas por ella estudiada? El vacío cuántico es simplemente
postulado gratuitamente. No obstante, hay que reconocer que la teoría del vacío
cuántico tiene indudables virtualidades en el campo de la ciencia ficción y la
literatura (fantástica), por lo que tampoco cabe desacreditarlo por completo,
sino más bien ponerlo en justo lugar, que, en todo caso, se encuentra fuera de
la capa básica de la física como ciencia categorial. Y si pertenece al cuerpo
de la física (en su capa conjuntiva) es por la ideología
«especulativo-gratuita» de muchos científicos (y a nivel social, su aceptación
con buenos ojos no puede sino fundarse en la beatería barata por la ciencia de
nuestros días).
Siguiendo con este
mismo tema, también es curioso el fragmento donde CM nos dice «como ironiza
Gustavo Bueno refiriéndose a la Teoría de Conjuntos y al Infinito, podríamos
decir que si uno no conoce bien la Mecánica Cuántica, funciona con una Idea de
vacío próxima a la de un limpiabotas». Donde aquí, al parecer, este autor
defiende que yo sostengo un concepto tosco y grosero de vacío (propio de
albañiles o limpiabotas), y él, en cambio, como buen conocedor de la mecánica
cuántica, estaría en posesión del concepto crítico, académico de vacío. ¿Pero
es esto realmente así? ¿No será más bien al revés? Porque lo cierto es que la
idea de vacío cuántico es tan metafísica (= fruto de múltiples
hipostatizaciones) que quien la defiende difícilmente puede tener una Idea
«coherente» de vacío, por así decirlo; Idea ésta que desde el Materialismo
Filosófico está ligada, como ya he dicho numerosas veces a lo largo de esta
polémica (aunque como si no lo hubiese dicho, porque todos mis polemistas han
actuado como si nada hubiese sido escrito al respecto), a los filtros de
kenosis ligados al sujeto operatorio para posibilitar la percepción apotética.
Fuera de este contexto el término «vacío» deja de tener sentido, a menos que se
defina convencionalmente como las regiones del espacio donde no hay materia
corpórea (pero sí campo), «vacío barométrico» (pero «surcado» por ondas
gravitatorias, por ejemplo), &c. Pero, en todo caso, el concepto de vacío
tendría un nombre inapropiado, inspirado en cierta metafísica, de análogo modo
al concepto de antimateria.
De otro modo: sin
percepción apotética no hay criterios positivos para hablar de vacío, en tanto
el hiperrealismo niega que haya espacios vacíos, en sentido ontológico,
solidarizándose con la ontología eleáta («lo ente toca con lo ente» nos dice
Parménides).
Desde el Materialismo
Filosófico, el vacío es, por tanto, una apariencia; pero una apariencia constitutiva
del Mundo, porque, nuevamente, sin kenosis no habría ni M1, ni M2 ni M3. Pero,
en todo caso, una apariencia fenomenológica, y no una realidad ontológica
susceptible de ser tratada desde las categorías físicas.
En cuanto a la
sorpresa de Carlos Madrid por haberme leído nombrar a un presunto «Caos
indeterminista», que según él, al parecer, es un concepto inexistente, quizá
fruto de mi imaginación, tampoco encuentro demasiado fundamento. Es un rótulo
usado ampliamente, sobre todo en lo referente al llamado «caos indeterminista»
de Lorentz (La filosofía de Gustavo Bueno, Editorial Complutense, págs.
210-211). En cuanto al caso de Bohr, me refería, en líneas generales, a que los
individuos cuánticos van indeterminados, y que es el científico, con sus operaciones
macroscópicas, el que introduce algún tipo de orden en los sistemas, que, por
otra parte, son impredecibles. Son por tanto sistemas caóticos pero no
deterministas. El caos determinista, en cambio, sostiene que los individuos
siempre están determinados, pero que en determinados tipos de sistemas (por
ejemplo una explanada de un millón de canicas, donde se conociesen sus
posiciones iniciales, y se les sometiese a un temblor sísmico, la posición de
cada canica después del temblor estaría determinada –igual que antes y en el
temblor–, pero no habría ecuaciones posibles para especificar la posición
final, porque tendríamos que conocer todos los parámetros –como el Demonio de
Laplace o Dios Padre– y eso es imposible) es imposible determinarlos gnoseológicamente,
después de someterlos a ciertos procesos operatorios (pero están determinados
ontológicamente, por la propia estructura de toda materialidad). En cambio en
la perspectiva de Bohr están también indeterminados ontológicamente.
Pasemos al siguiente asunto.
A la pregunta de Carlos Madrid «¿Se puede demarcar, de modo gnoseológico
especial, la Teoría de la Relatividad (Especial y General) de los actuales
modelos Big bang de Cosmos de Friedmann-Lemaître?», este autor, nuevamente,
ignora completamente todo lo dicho en mi artículo anterior, donde intenté
demostrar que la teoría del Big bang no es una consecuencia necesaria de la
relatividad general, sin perjuicio de que las cosmologías posteinstenianas se
basen en la relatividad general (pero no sólo las del Big bang; también Bondi y
Hoyle se basaban en la relatividad general). No contento, expone un cuadro
escolar que exponemos de nuevo aquí:
Algunos hitos de la
Cosmología del siglo XX
1916 Einstein: Teoría General de la Relatividad
(corroborada por el avance del perihelio de Mercurio, desviación de la luz por
el Sol, pruebas de Shapiro y del pulsar PSR1913+16, &c.).
1917 Einstein: Modelo estático de Cosmos
fundado en su constante cosmológica y en el principio cosmológico.
1912-1922 Slipher: Medición, vía efecto
Doppler, de la velocidad de fuga de 42 galaxias (apoyo a la hipótesis de la
expansión).
1922-1924 Friedmann: Modelos dinámicos de
Cosmos en expansión uniforme (eliminación de la constante cosmológica).
1927 Lemaître: Hipótesis big bang (el Cosmos deviene
de la explosión de un conglomerado de V<< y d>>).
1929 Hubble: Ley de Hubble (velocidad de fuga
es directamente proporcional a la distancia intergaláctica).
1931 Einstein: Rectificación de la constante
cosmológica Λ.
1935 Robertson
& Walker: Métrica de Robertson-Walker.
1948 Gamow: Hipótesis del Cosmos caliente y,
consiguiente, predicción de cierta radiación de fondo (CMB).
1948 Bondi & Hoyle: Predicción, también, de
CMB, desde su especial modelo estacionario de Cosmos.
1964 Penzias & Wilson: Descubrimiento de
CMB.
1968 Hawking & Penrose: Modelo estándar de
Cosmos inflacionario surgido a partir de V<<, d>> y T>>.
1977 Telescopio Hubble: Corroboración de la
expansión acelerada por el corrimiento al rojo de la supernova 1977ff.
1989 Satélite COBE: Corroboración de las
características isotrópicas predichas para CMB.
2000 Telescopio BOOMERANG: Obtención de
imágenes del Cosmos primitivo que apoyan al big bang y, además, apuntan a que
no se autocolapsará (big crunch).
(Cuadro de
Enciclopedia familiar de Carlos Madrid, expuesto en su artículo anterior)
Pero semejante cuadro
únicamente puede ser defendido desde el modelo teoreticista de ciencia, en el
que, al observar unos fenómenos, se encuadran (gratuitamente) en una teoría (en
este caso la del Big bang), pero que bien podrían encuadrarse en otra teoría
(como de hecho se hace, y cada vez más en la actualidad: no olvidemos, por
ejemplo, que los defensores de que el Mundo, nada más ni nada menos, surgió de
una fluctuación cuántica en el vacío cuántico –Gunzig, Nordon, &c.–
defienden que no es necesario pasar por la singularidad primordial
correspondiente al Big bang). En ningún caso el cuadro que presenta Carlos
Madrid, globalmente considerado, puede ser defendido desde la Idea de ciencia
presentada en la teoría del cierre categorial. A mi juicio, Carlos Madrid está
encerrado en las «nebulosas ideológicas» que sobrevuelan e inspiran a la
filosofía espontánea de tantos científicos de la actualidad; nebulosa que
provoca necesarias situaciones de falsa conciencia, de «impermeabilidad», como
las denunciadas por Halton Arp.
Lo cierto es que es
enteramente gratuito sostener que quien está en contra del Big bang,
necesariamente ha de estar en contra de la relatividad general. O de otro modo:
que la aceptación de la relatividad general lleve necesariamente a la
aceptación de la «gran explosión». Por eso tenemos que preguntar: ¿Por qué CM,
en su cuadro, después de las teorías de la relatividad de Einstein pone, como
consecuencia lógica, los «teoremas» constitutivos (según él) de la teoría del
Big bang, como si el Big bang se siguiese de la relatividad general
necesariamente? ¿Acaso no hay otros modelos cosmológicos que, sin duda
basándose en la relatividad general, caminan por otros senderos? Y si esto es
así, ¿Entonces el cuadro de CM no es enteramente ideológico (más aun:
inquisidor, en el sentido que denuncia Halton Arp, en tanto trata de
monopolizar dogmáticamente todas las concepciones cosmológicas válidas), por no
decir enteramente tramposo y gratuito?
En todo caso, en mi
artículo anterior no negué, en ningún caso, que la relatividad general pudiera
dar una explicación plausible de la «expansión del Cosmos», sino que: 1º) la
expansión observada por Hubble y posteriormente por otros conocidos científicos
podría ser meramente local, y no del Cosmos en general como «Todo» (además de
que, en todo caso, una ciencia, desde la teoría del cierre categorial, no se
constituye con «explicaciones plausibles» o «hipótesis exitosas» –que sería la
concepción de verdad del teoreticismo como coherencia–, sino con verdades
necesarias); 2º) aunque la expansión se tomase a nivel general (y por tanto
pudiese variar el radio del Cosmos finito pero ilimitado que nos presenta la
relatividad general) esto no conlleva, en ningún caso, a tomar la teoría del
Big bang como necesaria, o como el único modelo que pudiera dar cuenta de este
fenómeno (tesis que llevaría a negar, apagógicamente, la «expansión del Cosmos»,
una vez que se aceptase que el Big bang es contradictorio, «un camino cerrado»
como la vía del no-ser de Parménides). Y aunque se aceptase la expansión del
Cosmos a nivel general, habría que tener claro que tanto la singularidad
primordial como la fuga gravitatoria constituyen límites contradictorios a los
que nunca se puede llegar, aun cuando se piense con Einstein, una vez suprimida
la constante cosmológica, que el Cosmos puede «expandirse» o «contraerse».
En mi artículo
anterior, lo que yo sostuve es que, a día de hoy, no podemos conocer tanto del
Cosmos, y menos categorialmente, en tanto, como ya dije más arriba, el Cosmos
no puede ser un contexto determinante, y por tanto la mayoría de tesis acerca
del Cosmos, tomado en general, no son más que meras especulaciones (la mayoría
de veces metafísicas, en tanto se abren vía a través del holismo, el
creacionismo o la emergencia metafísica) que, para arrogarse estatuto
científico, deberán acogerse a la visión teoreticista de ciencia, que el cierre
categorial, como sabemos, impugna de lleno, en tanto las cosas mismas que
estudia (operatoriamente, no especulativamente) una ciencia han de estar
integrando el propio cuerpo de dicha ciencia. No obstante, es posible, según
creo, sostener ciertas tesis cosmológicas apagógicamente, pero que, en todo
caso, al ser filosóficas (más específicamente, pertenecientes a lo que se
conoce como «Filosofía de la naturaleza»), dejarían de estar en el terreno de
la ciencia positiva.
A mi juicio, el núcleo
de cientificidad de la cosmología moderna se hallaría en torno a la teoría de
la gravedad defendida en la Relatividad general de Einstein. ¿Pero hasta qué
punto, la teoría de la singularidad primordial, de los agujeros negros o de la
creación de materia de Bondi y Hoyle, aun apoyándose en la teoría de la
gravedad de la relatividad general no son sino saltos mortales? Y por otra
parte, ya en el propio terreno de la Relatividad general, si el problema, por
ejemplo, sobre la finitud o infinitud del Mundo es una cuestión puramente ontológica
¿Hasta qué punto puede ser considerada la tesis de Einstein de que el Mundo es
finito pero ilimitado una identidad sintética sistemática, y no una tesis
ontológica, sin perjuicio de sus fuertes conexiones con las categorías físicas?
De otro modo ¿Hasta qué punto «está exenta» de filosofía la teoría de la
relatividad general? ¿Pueden ser construidas mediante identidades sintéticas
todas y cada una de sus tesis? Es una cuestión abierta a la gnoseología
especial, pero de una importancia decisiva.
Lo que, en todo caso,
es cierto es que la teoría de la gravedad de la relatividad general, sin
perjuicio de su veracidad y objetividad, ha servido, históricamente, de
inspiración a multitud de cosmólogos para hacer todo tipo de hipótesis
gratuitas, fantásticas.
Por otra parte,
tampoco es cierto que yo «me atreva a defender» la tesis de Bondi y Hoyle, como
dice CM; en mi artículo anterior dije que, a mi modo de ver, desde la
relatividad general, la tesis de Bondi y Hoyle era menos contradictoria que la
teoría del Big bang. Esto es, mi argumento era puramente dialéctico: su sentido
era separar la necesidad de que, según algunos, se habría de aceptar
necesariamente el Big bang si se aceptan los postulados de la relatividad
general. Volvamos a recordar lo que escribí:
[JALD] da a entender
que de la relatividad general se deduce necesariamente la teoría del Big bang,
lo que es completamente gratuito, pues en primer lugar, la relatividad general,
aun cuando trata de moverse en los terrenos de la especulación cosmológica,
sigue siendo igualmente válida si introducimos en las ecuaciones la constante
cosmológica einsteniana para tener un cosmos estático, dado que la expansión
observada por Hubble pudiera ser puramente local, y la «expansión del cosmos en
general» el resultado de una extrapolación ilegítima de lo observado
localmente; o, aunque aceptásemos la supuesta realidad de un cosmos no
estático, éste podría contraerse o expandirse sin llegar nunca a una
singularidad primordial, por un lado, ni a una fuga gravitatoria por el otro.
¿Dónde está la férrea necesidad de aceptar la teoría del Big bang según la
teoría de la relatividad general? A mi juicio, sólo en la mente de Lemaître,
Gamow o el propio JALD.
Cosmólogos como Gunzig
o Nordon, aceptando los principios básicos de la relatividad general, por
ejemplo, llegan a una conclusión opuesta: el cosmos procede de una fluctuación
cuántica en el vacío cuántico capaz de desgarrar el espacio-tiempo de Minkowski
y generar el mundo de los cuerpos. Aun más, ¿Acaso Hoyle o Bondi no aceptan la
relatividad general en su teoría de la continua creación de materia? Si en gran
parte fue abandonada dicha teoría no fue por la relatividad general (que tanto
Hoyle como Bondi aceptaban, como digo), sino por el descubrimiento de la
radiación de fondo y su interpretación (gratuita y ad hoc) en términos de la
ley de Hubble, y la coordinación de todo esto con las teorías de Lemaître y
Gamow principalmente. Ahora bien, si el descubrimiento de la radiación de fondo
no es ninguna prueba para demostrar la teoría del Big bang, como defendí en mi
artículo anterior, dado que dicho descubrimiento podría enmarcarse en cualquier
otro tipo de teoría igualmente coherente (como de hecho hacen hoy día muchos
cosmólogos y JALD no se ha molestado en tratar de refutar), ¿Por qué no
volvemos a aceptar la teoría de la continua creación de materia de Bondi y
Hoyle? Incluso podríamos salvarla de la contradicción que supone una creatio ex
nihilo de materia apelando a que la materia «nueva» (en cantidad ad hoc, como
se sabe) en el cosmos para guardar una densidad constante, podría provenir de
fuera del cosmos, dado que, desde el materialismo, el cosmos «no agota» la
realidad. En principio, la hipótesis de Bondi y Hoyle sería más defendible que
la del Big bang, dado que esta última es un amasijo bastante denso y barroco de
contradicciones y delirios metafísicos (por muchos modelos matemáticos que se
busquen ad hoc para tratar de hacerla más «científica» y rigurosa). Esto no
significa que yo defienda la teoría de la continua creación de materia,
significa que la tesis de JALD que dicta que la relatividad general nos lleva
inexorablemente aceptar la teoría del Big bang es algo tan completamente
gratuito que carece de justificación alguna, y que es puesta en ridícula por la
gran masas de teorías cosmológicas que no aceptan el Big bang, pero sí los
postulados de la relatividad general.
Pero mi posición, ya
lo dije, era la del escepticismo en temas cosmológicos (a la hora de defender
un modelo positivo sobre la «estructura global» y «origen» del Cosmos –origen
en todo caso prescindible desde las teorías que defienden el principio
cosmológico perfecto–), pero de «dogmatismo» (según la terminología escéptica)
a la hora de negar teorías metafísicas como las del Big bang, o del vacío cuántico.
La pregunta que le lancé a JALD («¿Por qué no volvemos a aceptar la teoría de
la continua creación de materia de Bondi y Hoyle?») era claramente irónica, y
su sentido era patentizar que, si las pruebas que llevaban a aceptar la teoría
del Big bang eran gratuitas, y la teoría de Bondi y Hoyle era menos
contradictoria, y seguía apoyándose en los postulados de la relatividad general
¿Por qué no se volvía a aceptar? Para de esta pregunta buscar la respuesta, a
saber: por la hegemonía inquisitorial de la teoría del Big bang, no
precisamente fundada en motivos gnoseológicos (al menos en motivos que podamos
aceptar desde la teoría del cierre categorial), sino en motivos puramente
ideológicos, dogmáticos.
Pero, en todo caso, yo
no defiendo la teoría de Hoyle y Bondi (aunque, cierto, me parezca menos
contradictoria que la del Big bang), por varios motivos, por citar algunos: 1º)
Dicha teoría es solidaria de la «expansión global» del Cosmos, tesis que no me
parece que haya que aceptar por necesidad, como ya he dicho, por el
«descubrimiento de Hubble»; 2º) Es solidaria del principio cosmológico
perfecto, que establece que el Cosmos, considerado en toda la línea temporal y
especial, es parecido, o análogo a como lo observamos localmente; tesis que
también me parece una extrapolación ilegítima de lo observado localmente a «más
allá del horizonte de las focas», o en todo caso que no entiendo que haya que
aceptar necesariamente, y esto sin perjuicio de que acepte, como he dicho
anteriormente, la recurrencia infinita de la materia cósmica en el tiempo; 3º)
La creación de materia, aunque se huyese del mundanismo, apelando a la materia
pura que trasciende el Mundo, sigue siendo oscura y lindante con la metafísica;
y en todo caso sospechosa. ¿Por qué la materia nueva aparecería en cantidad ad
hoc para que no cambiase la densidad media del Cosmos? Y si no se acude a
contextos «exteriores» al Mundo (no en su sentido espacial, obviamente) ¿Cómo
salvar esta «creación de materia» de la emergencia metafísica?
En todo caso, la
teoría de Bondi y Hoyle tampoco es científica en su sentido categorial, y si
perdió su hegemonía fue porque el Big bang (y no olvidemos que Lemaître era un
jesuita) es solidario del Mito de la creación, arraigado, ideológicamente, en
las sociedades occidentales de una manera demasiado fuerte como para prescindir
de él.
Por otra parte, no
tiene sentido que CM objete a la teoría de la creación de materia de Bondi y
Hoyle el ir contra el principio platónico de symploké, y, a la vez, defender el
Big bang; y esto porque la teoría del Big bang es solidaria del monismo de la
armonía (negación categórica de la symploké), vinculado a las defensas del
principio antrópico fuerte o de la Scala naturae de que son solidarias dicha
teoría. Obviamente, esta argumentación ya la expuse en mi artículo anterior,
pero... (omito decir la «estrategia noetológica» que CM ha empleado con ella).
Además, como ya hice
referencia más arriba, parece que CM sostiene la tesis de que yo niego, como
metafísica, la cosmología en bloque, pero esto en modo alguno es cierto; la
cosmología se mueve, como dije antes, a dos aguas, la de la física y la de la
metafísica (cuando, por ejemplo, se refiere al Cosmos como Todo, o cuando trata
de elaborar teorías «sobre el origen del Mundo», atendiendo únicamente a marcos
ontológico-especiales); esto significa que la gnoseología (especial)
materialista ha de analizar en cada caso sus tesis y teorías, y ver qué hay de
científicas, y qué de metafísicas («criticar es separar el grano de la paja»),
para luego triturar sus tesis metafísicas desde la Ontología (especial y
general). En otras palabras: la cosmología posteinsteiana trasciende una y otra
vez los límites de la ciencia categorial, y como los «científicos duros» no
suelen, por lo general, saber demasiado de filosofía (porque, de alguna manera,
siguen embarcados en el «cientificismo», sin perjuicio de que en sus ratos
libres lean libros de poesía), sus «derivas» más allá de la ciencia categorial
suelen plasmarse en todo tipo de concepciones metafísicas y gratuitas, que,
emic, considerarán científicas, al no tener siquiera una Idea de ciencia
consistente (las definiciones de Ciencia que suelen dar los más prestigiosos
científicos no pasan de dos tres frases metafísicas e infantiles que no sirven
para mucho; y esto cuando no se acogen al popperismo para tratar de legitimar
sus especulaciones sin fundamento gnoseológico).
Hagamos un pequeño
balance y resumen de lo que llevamos. Hay un momento en que CM escribe: «Que la
franja de verdad de la Cosmología es más estrecha que la de la Mecánica
Clásica, la Mecánica Relativista o la Mecánica Cuántica –por cierto, el género
literario (sic JPJ) más exitoso predictiva, confirmativa, explicativa y
tecnológicamente de que haya dispuesto nunca la especie humana–, estamos plenamente
de acuerdo». ¿Pero entiende verdaderamente este autor por qué la franja de
verdad de la cosmología es tan estrecha? De otro modo, si tanto CM como yo
estamos de acuerdo en que la franja de verdad de la cosmología es mucho más
estrecha que, pongamos por caso, la de la mecánica clásica, ¿Cuál es la
discrepancia de fondo? Como CM me atribuye gratuitamente que yo considero a la
cosmología, toda ella, como metafísica (con lo que habría entonces que
preguntar a este autor como si supuestamente me mantengo en esa posición puedo
hablar de cierta franja de verdad en la cosmología), la discrepancia es ésta:
CM me echa en cara que la cosmología es científica (pidiendo el principio e
ignorando mis argumentos), y que por tanto, sus teorías del vacío cuántico o
del Big bang, también lo son; y como la filosofía trabaja con Ideas, y no con
conceptos, la filosofía no puede criticar (salvo gnoseológicamente), sin
salirse de su competencia («zapatero a tus zapatos») tales teorías («No condena
quien quiere sino quien puede [nos dice CM], y el materialismo gnoseológico no
puede porque, entre otras razones, si pudiese, dejaría de ser una filosofía
crítica para convertirse en metafísico tribunal inapelable»). No obstante, por
mi parte la situación sería bien distinta: la cosmología no puede ser una
ciencia, en su sentido fuerte, debido a motivos decisivos, entre los que
destacan 1º) porque tal disciplina no puede cerrarse categorialmente (ya que
ello implicaría tratar al Cosmos como una totalidad); 2º) por su falta de referenciales
fisicalistas (aunque sin duda pueden aducirse más motivos). Hay cierta franja
de verdad en la cosmología, no obstante, pero que sería la reducible, desde mi
posición, a otras partes de la física o, en todo caso, al cosmos localmente
observado (sin «extrapolaciones» fuera de fundamento). Pero otras partes de la
cosmología, centrales de ésta además tal como esta disciplina es tratada en
nuestros días, están formadas por teorías que han sobrepasado el ámbito de las
categorías científicas, y que por tanto dejan de ser científicas, y pasan a ser
metafísicas. Tales teorías son, por ejemplo, la postulación del surgimiento del
Mundo a través de una fluctuación cuántica en el vacío cuántico, el Big bang,
los agujeros de gusano, la teoría de los múltiples cosmoss, y un largo
etcétera. Como estas teorías son metafísicas, pueden (y deben) ser trituradas
desde la Ontología del Materialismo Filosófico.
Esto no significa que
no quepa un análisis racional de los problemas cosmológicos (si reconocemos,
desde la teoría del cierre, que la «franja de verdad» de la cosmología se
puede, en su mayor parte, reducir a otras disciplinas de la física,
fundamentalmente las que trabajan con la teoría de la gravedad de la
relatividad general sin trascender sus límites categoriales), sino que, si bien
la cosmología, en general, no puede ser considerada una ciencia en su sentido
estricto, sí puede ser considerada una parte de la filosofía, como el propio Materialismo
Filosófico reconoce (ver el artículo de Gustavo Bueno, «Propuesta de
clasificación de las disciplinas filosóficas», anteriormente comentado, donde,
por cierto, este autor no sólo dice que la teoría del Big bang se mueva en el
terreno de la filosofía, sino también el principio antrópico, uno de los temas
centrales de la «literatura cosmológica» de nuestros días).
Por tanto, mi objeción
principal a CM sería ésta: este autor no ha entendido nada de esto, sigue
pensando que la cosmología es una ciencia, en el sentido del cierre categorial
(aunque reconociendo que su franja de verdad es más estrecha que en otras
ciencias, sin reparar en el motivo de esto, y por tanto manteniéndose en una
ambigüedad completamente oscura y confusa), y por tanto sigue manteniendo
dogmáticamente una inmunización (gratuita) ante las críticas o refutaciones que
la filosofía pudiera hacer a teorías cosmológicas tales como el Big bang
(nuevamente acogiéndose al lema: «zapatero a tus zapatos»). El motivo central
de esta posición, a mi juicio, sería lo siguiente: las incomprensiones de
fondo, por parte de CM, de la teoría del cierre categorial. En cuanto al hecho
de que CM no repare en lo metafísico y contradictorio de teorías tales como el
Big bang, el vacío cuántico o el indeterminismo, el motivo sería otro, pero
relacionado íntimamente con el primero: sus «pobres» (por decirlo con tacto)
conocimientos de la Ontología del Materialismo Filosófico.
Parece paradójico,
también, que CM, que (como espero haber demostrado) no comprende conceptos
básicos de la teoría del cierre, y que arrojarían «serias dudas» de la supuesta
cientificidad de la cosmología, y no digamos de teorías como las del Big bang,
diga, en su artículo (en su última «pregunta»), que mis errores en materia de
análisis gnoseológico de la cosmología provienen de no haber tomado la
distinción entre capa metodológica y capa básica de los cuerpos científicos.
En efecto, este autor
sostiene que mis críticas a la metafísica que teje «ingentes contenidos» de la
cosmología moderna, no errarían tanto si fuesen dirigidas, explícitamente,
hacia la capa metodológica, y no a la básica, donde la cientificidad estaría
asegurada, y por tanto no podría ser criticada desde la filosofía, en tanto la
Gnoseología es «descriptiva», no «fundamentalista» o «autoritaria» (recordemos
nuevamente la máxima que me arroja CM: «no condena quien quiere sino quien
puede»).
Hasta aquí
completamente de acuerdo con CM. ¿Pero la singularidad primordial, el
espacio-tiempo global de Minkowski de curvatura cero, el indeterminismo
cuántico, &c., en suma, todos los contenidos que llevo criticando, desde el
Materialismo Filosófico, en esta polémica, son para CM contenidos
pertenecientes a la capa básica de la física o a la metodológica? Si este autor
afirma que pertenecen a la capa metodológica ¿No estaría contradiciéndose,
categóricamente, con su afirmación de que la filosofía no puede criticar
ontológicamente estos contenidos, por ser ellos científicos? Pero, en cambio,
si afirma que pertenecen a la capa básica de la física, como así parece, acorde
con su tesis de que son teorías científicas ¿Cuál es el alcance que tiene la
apelación, por parte de este autor, a la distinción entre capa básica y capa
metodológica? Porque en esta polémica no he atacado aspectos «colaterales» o
«contingentes» de teorías «científicas» como el indeterminismo cuántico, o el
Big bang, sino que las he criticado enteramente, en su mismo núcleo. Si según
CM estas teorías pertenecen a la capa básica de la física, no tiene sentido que
este autor sostenga que mis «diatribas antimetafísicas», tal como llevo
exponiéndolas a lo largo de esta polémica, deberían centrarse en la capa
metodológica. Porque si estas teorías que comentamos pertenecen a la capa
básica del cuerpo científico, mis «diatribas antimetafísicas» simplemente
serían inaceptables enteramente (porque como he dicho no tienen por objeto ir
contra contenidos colaterales, sino centrales), fruto, por mi parte, de
confundir como «metafísica» lo que no es sino sólida ciencia, entretejida de
identidades sintéticas en la capa básica de la física. Y sostener que una identidad
sintética científica es una tesis metafísica es, claro está, inaceptable.
Seguramente CM se
referirá a que, si quiero atacar «aspectos metafísicos» de la moderna
cosmología, tendría que centrarme en aquellos que pudiera encontrar en las
capas metodológicas como la coordinación de la Gran explosión con el Fiat lux
del génesis, &c., porque, lo que es del todo punto inaceptable, es que mis
críticas quisieran centrarse en contenidos de las capas básicas, en tanto al
ser científicos, la filosofía no podría criticarlos más allá de un mero
análisis gnoseológico. Pero como resulta que mis críticas van dirigidas contra
lo que este autor, al parecer, considera contenidos de la capa básica de la
física, mis críticas serían completamente inútiles.
¿Pero qué alcance
tiene esto? Tomemos por ejemplo la teoría del Big bang, que pertenece a la capa
básica según CM. La pregunta aquí es obvia, y ya la hemos realizado
anteriormente, a saber: ¿Sostener que la teoría del Big bang pertenece a la
capa básica (ya que si no la filosofía sí podría triturarla, cosa que niega
categóricamente CM) no es tanto como sostener que es una teoría científica
estricta, que es precisamente lo que se discute? De otro modo: ¿Esta apelación,
por parte de CM, a la distinción entre capa básica y metodológica del cuerpo
científico no es sino otro intento de enmascarar, u otra nueva formulación de
su flagrante petición de principio, por parte de este autor, de que las teorías
que yo he criticado a lo largo de esta polémica son científicas, y no teorías
metafísicas? Porque lo que yo sostengo no es que la cosmología no sea una
ciencia estricta por motivos colaterales, que pudiéramos poner del lado de la
«capa metodológica» de dicha ciencia (una crítica que dejase su núcleo
«científico» intacto por tanto), sino que los motivos por los que la cosmología
no puede ser considerada una ciencia fuerte son constitutivos a dicha
disciplina. Y que si la cosmología lleva tanto tiempo considerándose
científica, en su sentido estricto, es por el teoreticismo que sobrevuela por
las nebulosas ideológicas de la mayoría de físicos.
Estos motivos
constitutivos de la cosmología que impiden considerarla –ya lo hemos repetido
numerosas veces– desde la teoría del cierre categorial, una ciencia en su
sentido fuerte, y de los que no obstante ya hablamos anteriormente, tienen que
ver con la imposibilidad de obtener un cierre categorial en la cosmología, de
la falta de referenciales fisicalistas necesarios para construir identidades
sintéticas, o de la imposibilidad de considerar el Cosmos como un contexto
determinante, &c. Y por ello Gustavo Bueno dice que la cosmología es una
disciplina circuncientífica, porque, aun partiendo de conceptos científicos,
está condenada a «divagar» continuamente más allá de la propia categoría física.
¿Y cómo podría resolverse esto? De ninguna manera; la cosmología, en su sentido
explícito, cuando quiere esbozar tesis acerca de la finitud o infinitud del
Mundo, del principio antrópico, del «origen» del Mundo, se constituirá como una
disciplina filosófica (o metafísica cuando la filosofía empleada sea
sustancialista, acrítica). El hecho de querer que la cosmología moderna sea una
disciplina científica en su sentido estricto, como pueda serlo la teoría de la
relatividad especial, no puede estar sino inspirado, a mi juicio, por una
ideología cientificista, positivista.
Lo que quiero decir
con todo esto no es más ni menos que lo siguiente: estoy perfectamente de
acuerdo con CM en que mis diatribas antimetafísicas deberían centrarse en la
capa conjuntiva de la física, solamente señalaría esto (que no es poco): mis
«diatribas antimetafísicas», como él las llama, no es que «deban» dirigirse
contra la capa conjuntiva de la física, es que se dirigen de hecho contra
contenidos de esa capa, porque ni el Big bang, ni el vacío absoluto, ni el
indeterminismo cuántico, &c., son contenidos de la capa básica de la
física, como he sostenido desde el comienzo de esta polémica, al decir que no
eran contenidos científicos (en el sentido de ser teorías construidas mediante
identidades sintéticas), sino metafísicos.
Y son teorías
metafísicas, sin perjuicio de su continuo contacto con conceptos físicos. Y
como son teorías metafísicas, contradictorias desde la Ontología del Materialismo
Filosófico, este sistema puede y debe triturarlas. De análogo modo a como, por
ejemplo, la tesis del móvil perpetuo, aun perteneciente a la capa metodológica
de la termodinámica, es criticada por el Materialismo Filosófico apelando a la
contradicción de la Idea de Causa sui.
Muchos de estos contenidos
que, aun siendo metafísicos, pertenecen a la capa metodológica de una
disciplina científica, están construidos mediante «operaciones hipotéticas».
Gustavo Bueno, en la teoría del cierre categorial, pone varios ejemplos de
esto: la máquina de Turing, el móvil perpetuo, los conductores de los trenes
einstenianos que viajan a velocidades fotónicas, el propio Big bang, &c.
¿Pero a caso una teoría no es genuinamente metafísica, al estar elaborada por
«operaciones hipotéticas» imposibles, tales como las que conducen a los
conductores de Einstein que viajan a la velocidad de la luz (sin perjuicio de
su sentido pedagógico) o al móvil perpetuo? ¿Y no son también imposibles,
contradictorias las operaciones hipotéticas que conducen al Big bang tales como
hacer desaparecer el espacio-tiempo, y, a la vez, hablar de un «punto» de
singularidad (ver por ejemplo TCC, pág. 901-902)? Que los científicos que las
ejercitan no reparen en ello, debido a sus escasos conocimientos en Ontología,
es otro problema muy distinto. Einstein sabía que sus ejemplos eran imposibles
en la realidad; también es imposible la máquina de Turing, con memoria
infinita; ¿Pero a caso la teoría del Big bang no se presenta como una verdad,
como una teoría genuinamente científica, no como una teoría pedagógica (valor
que sólo podría atribuirle un creacionista)? Porque esto significa que si
muchos contenidos (aun siendo imposibles) pertenecientes a la capa metodológica
de la física, tienen un valor pedagógico (en filosofía, por ejemplo, la situación
del asno de Buridán es imposible, sin perjuicio de ser un modelo dialéctico
pedagógico). ¿Pero qué valor tiene la teoría del Big bang? A mi juicio sólo
como modelo polémico para, una vez negado, llegar, apagógicamente, a la tesis
de la recurrencia infinita de la materia cósmica en el tiempo. Pero esto es
tanto como conceder importancia a la Idea de Dios de la ontoteología para, una
vez triturada, llegar al pluralismo ateo.
CM, parece estar de
acuerdo en que la teoría del Big bang es un «modelo hipotético», fruto de
múltiples operaciones hipotéticas (¿Qué ha quedado aquí de las sólidas
identidades sintéticas que, según CM, vertebraban esta teoría? Habría que
preguntar), pero, apoyándose, a su modo, en un texto de Gustavo Bueno del
cierre categorial, nos dice «esto no llevará necesariamente a una ciencia a
transformarse en ciencia ficción». De hecho, Gustavo Bueno escribe exactamente,
refiriéndose a modelos hipotéticos construidos por operaciones hipotéticas
(como los que más arriba nombramos): «Esto no llevará necesariamente a una
ciencia transformarse en ciencia ficción: muchas de las construcciones
cosmológicas de los últimos años (incluyendo a la 'teoría del Big bang') no son
mucho más que 'hipótesis complejas especulativas' y, sin embargo, no son consideradas
como ciencia ficción» (TCC, pág. 939). Pero de este texto, que suscribe CM se
deducen claramente dos cosas, y no precisamente a favor de la «coherencia» de
la argumentación de este autor. Veámoslas:
1º) Si CM reconoce que
la teoría del Big bang no es más que una «hipótesis especulativa» de trabajo de
los cosmólogos ¿Cómo este autor puede defender que la teoría del Big bang
pertenece a la capa básica de la física, si reconocer su carácter
hipotético-especulativo es tanto como reconocer que dicha teoría pertenece a la
capa metodológica? Pero si pertenece a la capa metodológica ¿Entonces en qué se
basa la premisa de CM de que el Materialismo Filosófico no puede triturar a
dicha teoría por metafísica, como tritura por ejemplo el concepto de móvil
perpetuo?
2º) Que Gustavo Bueno
escriba que los contenidos (pertenecientes a la capa metodológica, como
decimos) elaborados por operaciones hipotéticas no tengan por qué ser
considerados necesariamente como ciencia ficción, no implica que el Big bang sí
pueda considerarse como tal. Y esto porque Gustavo Bueno se refiere, cuando
menciona al Big bang, a la opinión de los cosmólogos, no a la suya. ¿Y cuál es
la suya, en lo referente a las conexiones entre la teoría del Big bang y la
ciencia ficción? Acudamos, por ejemplo, a un texto conocido de este autor:
[El reconocimiento del
significado de la racionalidad científica como canon necesario para enfrentarse
con la realidad, contra todo género de escepticismo] implica también la
discriminación entre las líneas centrales de las franjas de verdad científica y
sus líneas marginales, colindantes, muchas veces, con la ciencia ficción, como
pueda ser el caso, por ejemplo, de algunas teorías cosmogónicas del Big bang.
(Gustavo Bueno, ¿Qué es la ciencia?, Pentalfa, Oviedo 1995, pág. 110.)
¿Y no es precisamente
esa discriminación, con más o menos éxito, la que he estado haciendo a lo largo
de esta polémica? ¿No es esta discriminación la que lleva a la constatación de
la teoría del Big bang como especulación metafísica contradictoria que, aun
perteneciendo al cuerpo de la física, pertenece en todo caso a su capa
metodológica, no a la básica, y que es plenamente triturable por una Ontología
materialista?
En otro orden de
cosas, puede que CM quiera preguntar al motivo de por qué en mi artículo
anterior no nombré la distinción entre capa básica y metodológica de un cuerpo
científico. Pero la respuesta es sencilla: porque estaba siendo ejercitada, sin
necesidad de explicitarse, dado que, al criticar el status gnoseológico de la
teoría del Big bang, del indeterminismo cuántico, &c., como teorías no
científicas en su sentido estricto, sino como teorías metafísicas, era obvio
que mis ataques se encaminaban por tanto a contenidos pertenecientes a la capa
metodológica de la física. Contenidos metafísicos, contradictorios, sin
perjuicio de sus continuos contactos con conceptos y teorías físicas
verdaderas, del mismo modo que, por seguir con el ejemplo anterior, el móvil
perpetuo está en continuo contacto con conceptos termodinámicos, sin dejar de
ser por ello, como hemos dicho, un modelo metafísico contradictorio.
Mutatis mutandis
diremos lo mismo con la mecánica cuántica, cuando yo sostenía que la crítica
filosófica debía analizar los contenidos que se incluyen bajo el rótulo
«Mecánica cuántica», para separar de este modo el grano de la paja, y
«triturar» lo que se nos revelase como metafísico.
Por último, Carlos
Madrid, después de haberse llevado a lo largo de las páginas de su artículo,
ejercitando un «barroquismo» bastante denso en contradicciones, tesis gratuitas
y deformaciones ad hoc de mis posiciones, no se le ocurre mejor manera de
acabar su artículo que un relato literario, que, según nos dice este autor,
sirve de «resumen» de esta polémica. Este breve relato literario, no es sino la
«guinda» de CM a su artículo. En este relatillo, CM, sorprendentemente, me hace
a aparecer a mí, poniendo en mi boca lo que le conviene, atribuyéndome el papel
de inquisidor nada más ni nada menos que contra Kepler. ¿Acaso pretende Carlos
Madrid, con esto, que algo de la verdad de la teoría de las órbitas elípticas
de Kepler «irradie» a la teoría del Big bang? Porque es obvio que con esta
analogía, CM está poniendo a estas dos teorías, aunque sea implícitamente, en
el mismo plano de verdad, y a sus críticos, en el mismo plano dogmático,
inquisitorial. Éste es, me parece, el «núcleo» de su estratagema. ¿Pero
comparar, como «análogos», las teorías de Kepler y la cosmogonía del Big bang
no es una estratagema genuinamente gratuita, sin fundamento filosófico alguno,
cuyo único objetivo parece ser el de que Carlos Madrid quiera presentarse (o
presentar a JALD, por ejemplo) como un mártir de la ciencia que tiene que
«aguantar» el fanatismo inquisitorial de (se conoce) materialistas
«intransigentes» como yo (en cuyo caso podría mejor haberse inventado su
diálogo con Galileo)? ¿No es ésta una estratagema que bien podría usar
cualquiera que quisiera inmunizar una teoría, por absurda o ridícula que fuera,
queriendo sugerir, sofísticamente, con la analogía del caso de Kepler que nos
presenta CM en su relato, u otro análogo, que su teoría es desprestigiada por
motivos dogmáticos (y por tanto no por motivos dialécticos objetivos); esto es,
que su teoría en el fondo es verdadera y que las críticas que se le hacen no
son sino obra de fanáticos? Y si esto es así ¿no es tanto como reconocer que
esta «analogía» no vale nada, que tiene como objeto confundir y oscurecerlo
todo hasta distorsionarlo por completo? De otro modo: si la teoría del Big bang
es objetivamente contradictoria y falsa (o, en el mejor de los casos, –que no
es el mío– una teoría completamente hipotético-especulativa), ¿Compararla con
el «caso Kepler», que nos presenta CM, no es nuevamente intolerable y
completamente fuera de lugar?
En el impresentable
delirio de CM aparezco como aquellas niñas de la Vía láctea de Buñuel que, ante
un auditorio campestre, después de recitar una herejía, concluían «¡Será
anatema!».
Pero recordemos como
empieza este sorprendente «diálogo» de CM, que da cuenta de sus grandes dotes literarias
y de su consolidado sentido del humor (o esto, o de su miseria intelectual):
A modo de resumen: Un
diálogo galileano. Supongamos que JPJ hubiera sido un gran inquisidor en la
época de Kepler y hubiera tenido que velar por el progreso científico siguiendo
su propia interpretación de MF. Supongamos que Kepler hubiera sido sometido a
proceso e imaginemos el siguiente diálogo
Pero este «supuesto»,
como lo llama Carlos Madrid, ¿Acaso no es, nuevamente, una estratagema
sofística tosca y burda para distorsionar mis posiciones hasta hacerlas
irreconocibles y desprestigiarme «ante el auditorio» de la manera ad hominem
más estúpida que se pueda imaginar (aunque es cierto que frente a estrategias
estúpidas la imaginación siempre se queda corta)? ¿Por qué, en efecto,
tendríamos que suponer semejante cosa («Supongamos que JPJ hubiera sido un gran
inquisidor»)? ¿Es que a CM no se le ocurrió nada más inteligente, a falta de
argumentos, que llamarme inquisidor?
¿Y qué sentido tiene,
por parte de este autor, decir que yo velo por el progreso científico desde «mi
propia interpretación del Materialismo Filosófico»? ¿Acaso no es CM el que
«interpreta a su modo» el Materialismo Filosófico, distorsionándolo para que
encaje con las nebulosas ideológicas en las que está inserto este autor, como
las del Big bang, las del indeterminismo cuántico, &c., contenidos
impugnados explícitamente por el Materialismo Filosófico, sistema filosófico,
por cierto, del que sorprendentemente CM se jacta de haber «asimilado su núcleo
doctrinal»? ¿Y a caso este autor no ha confundido –por motivos en los que
preferimos no indagar– la tarea necesaria desde una filosofía crítica de
demarcar gnoseológicamente los contenidos de la física en sus capas básicas y
conjuntivas a fin de triturar desde la Ontología los contenidos de la capa
conjuntiva que se nos revelen como metafísicos, con una presunta tarea
inquisitorial de «velar por el progreso de la ciencia»? ¿CM también me llamaría
inquisidor por negar, como metafísico, el móvil perpetuo, o sólo me
«calificaría» con este adjetivo cuando negase contenidos que, aun siendo
metafísicos y contradictorios (Big bang, indeterminismo cuántico, &c.) como
he demostrado desde el Materialismo Filosófico, pertenecen al «ámbito de
creencias» de CM, muy respetables sin duda, pero absurdas desde un punto de
vista materialista?
Recordemos, para su
mejor «análisis», el diálogo en que CM me hace participar a mí, y en el que,
como antes dije, no ya «transforma proyectivamente» mis posiciones, sino que
las desintegra para así poner en mi boca lo que le conviene (pondré unos
comentarios a esta creación literaria de CM entre corchetes).
JPJ: ¿Puedes tú
mostrarnos una verdad, en sentido circularista, que supere a la de las teorías
de tus predecesores? [Aquí habría que preguntar a Carlos Madrid: si una
identidad sintética sistemática es una relación necesaria ¿Cómo puede una
verdad, superar a otra, en el sentido de desbancarla? ¿No es esto tanto como
sostener que una relación necesaria es contingente? Y si las teorías anteriores
eran verdaderas en el sentido materialista ¿No habría que hablar en propiedad
de ampliación de la franja de verdad de la teoría de la que se trate más que de
superación? Y si la teoría anterior se reveló como falsa ¿Por qué tratarla como
si fuera verdadera? Vemos, por tanto, que «esto» que CM pone en mi boca, sin
ningún tipo de tapujos, es absurdo, y en modo alguno representa algo que
pudiera situarse en las coordenadas en las que me encuentro]
Kepler: Puedo mostrar
algo de ello, pero Ptolomeo y Aristóteles me superan en mucho en este aspecto.
[¿Aristóteles y Ptolomeo, según CM, construyeron más identidades sintéticas en
el estudio de las órbitas planetarias que Kepler? Aunque tenemos que tener en
cuenta que Kepler no había estudiado la teoría del cierre categorial, ni podría
estar situado nunca en la perspectiva del cierre, por lo que el texto de Carlos
Madrid es tan anacrónico como ridículo]
JPJ: ¿Puedes tú
construir alguna identidad sintética nueva? [¿Por qué si Kepler no sabe lo que
es una identidad sintética habría que preguntarle eso? ¿No sería más racional
analizar gnoseológicamente sus teorías sin necesidad de preguntarle, dado que
la cuestión de la verdad científica es objeto de análisis filosófico, no
científico? Hacer esta pregunta a alguien que no conoce la teoría del cierre
categorial ¿No sería tanto como preguntar a un creyente si su religión la
considera verdadera?]
Kepler: Sí, si tú
compartes mis razones para ciertos presupuestos y, además, reconoces los
presupuestos que tienen que hacerse para su conformación.
JPJ: ¿Qué presupuestos
has hecho? [¿Cómo iba a preguntar yo semejante estupidez? ¿Acaso las
identidades sintéticas dependen de determinados presupuestos? ¿Qué puede
significar esto? ¿No recuerda esto a las objeciones del escepticismo, pongamos
por caso de Sexto Empírico, a la verdad, cuando defendían que para considerar
algo verdadero es necesario partir de determinados presupuestos que no pueden a
su vez ser justificados y que, si no se aceptan, convierten lo verdadero en
falso? ¿Cómo puede interpretarse esto a la luz de la concepción circularcita de
verdad del cierre categorial, que la identifica, en el plano de la ciencia, con
las relaciones esenciales necesarias y objetivas a las que llega el sujeto
operatorio segregando sus operaciones con términos primogenéricos mediante la
confluencia de varios cursos operatorios en una identidad, pasando del nivel
fenomenológico al esencial? Por otra parte: ¿Apelar a presupuestos externos a
la construcción científica –que llevan a las conocidas aporías del regressus ad
infinitum– no es tanto como situarse en las antípodas del circularismo
materialista? Y si esto es así ¿Entonces cómo CM puede tener la poca vergüenza
intelectual de poner en mi boca posiciones antitéticas de las que estoy situado?
Kepler: Muy dudosos,
al menos por lo que respecta a los exclusivamente astronómicos. [¿Qué tiene que
ver todo esto de presupuestos dudosos, &c., con la construcción de
identidades sintéticas? ¿Está seguro CM de comprender verdaderamente que es una
identidad sintética sistemática, o más bien habla de ellas, cierto, como si las
conociese de toda la vida, pero sin haberlas saludado?]
JPJ: ¡Anatema! [¿A CM
no se le ha ocurrido una mejor manera de tratar de ridiculizarme ad hominem que
ésta?]
Kepler: Permíteme, por
favor, una última palabra. He hecho dos presupuestos que considero decisivos y
en los que creo de todo corazón: el primero es que Copérnico tiene que tener
razón porque su descripción del mundo es esencialmente mucho más sencilla que
todas las demás y, por consecuencia, es más adecuada al espíritu humano y a la
justicia divina. La segunda es que es contradictorio considerar a la Tierra
como el centro del cosmos y, al mismo tiempo, como el lugar del pecado. Por
esta razón yo creo que el Sol es la estrella alrededor de la cual se mueven
todas las demás. Y al suponer esto, todo lo demás, por más dudoso que pueda
ser, adquiere un sentido racional y científico. [Omitamos esta homilía
anacrónica]
JPJ: Todo esto no es
más que metafísica, monismo y mito. Por lo tanto, una vez más: anatema. [Aquí,
con esto, Carlos Madrid realiza el salto mortal de comparar las teorías de
Kepler con el Big bang (salto –del que ya hablamos– con el que CM pretende
contagiar «de verdad» a dicha teoría). Pero analizando (si es que esto es
posible) la respuesta que CM pone en mi boca, se me ocurre la siguiente
pregunta: ¿Significa esto que CM está de acuerdo con la metafísica monista y
mítica de la teoría del Big bang y que cualquier intento de triturarla por
parte del materialismo, por sólidas y extensas que sean sus argumentaciones,
será calificado por este autor de inquisitorial, para así inmunizarse
dogmáticamente de dichas críticas, críticas, ya lo hemos visto, que se salta a
la torera durante todo su artículo? ¿No es esto fruto sino de una total falta
de sindéresis en cuanto argumentación filosófica se refiere?]
Así pues, el pobre
Kepler hubiera tenido que rechazar su propia teoría si hubiese seguido la regla
de JPJ.» (Paráfrasis de un texto de Crítica de la razón científica del
circularista, según Alberto Hidalgo, Kurt Hübner, y que intenta reducir al
absurdo la posición de Javier Pérez Jara por cuanto no distingue, con Gustavo
Bueno, entre capa básica y capa metodológica.) [¿Cuál es mi regla? ¿En esta
majadería infantil donde este autor se inventa («por la cara») mis posiciones
«resume» Carlos Madrid mi demarcación gnoseológica de teorías metafísicas y
científicas y la trituración de teorías míticas como el Big bang, por ejemplo,
por parte de la Ontología materialista? ¿Es que CM es un consumado humorista o
es que es completamente incapaz de entender una sola palabra de mi
argumentación y no le queda más recurso que una demagogia estéril como ésta?]
Como vemos, CM no
tiene ningún tipo de tapujos en resumir mi posición en esta polémica a la de un
inquisidor fanático que, sin ningún tipo de argumentos, condena ridículamente
(«¡Anatema!») a quienes se le oponen, siguiendo no se sabe muy bien qué regla
que CM también me atribuye, seguramente debido a su innegable y creativo talento
literario (afición a la literatura que sin duda compensa sus lagunas en materia
filosófica).
¿Pero la calificación
de inquisidor que me hace CM no será más bien un genuino caso de «proyección de
la personalidad» por parte de este autor? Porque si es por manejo de tesis
gratuitas y dogmatismo ¿No encajaría mejor el papel de inquisidor con CM? De
otra manera, y dicho más explícito: ¿No es precisamente el dogmatismo de CM, en
lo referente al Big bang, por ejemplo, precisamente el que denuncia Halton Arp
como inquisitorial? ¿No encajarían las palabras de un inquisidor mejor que en
mi boca, en la de CM? Pongamos por caso, después de todas las páginas escritas
en mi artículo anterior y en éste sobre por qué el Big bang, gnoseológicamente
es un contenido metafísico contradictorio de la capa conjuntiva de la física ¿No
es más fácil imaginarse a CM respondiéndome simplemente, después de ignorar
todos mis argumentos, como ha hecho en su artículo: «¡Anatema! El Big bang es
una teoría científica y la filosofía no puede tratar de triturarla»? ¿Y a caso
no este autor «el que vela» por las «intromisiones» de la filosofía en sus
trituraciones de los contenidos metafísicos del cuerpo de la física de su capa
conjuntiva, que él considera inmunes a toda trituración filosófica pidiendo el
principio de que son contenidos pertenecientes a la capa básica, sin ningún
tipo de argumento al respecto, del mismo modo a como los sacerdotes religiosos
se inmunizan contra la crítica de los ateos pidiendo el principio de que las
revelaciones bíblicas son verdaderas cuando esto es precisamente lo que se
discute? ¿Pues dónde están los sólidos argumentos por parte de CM donde al
menos trate de demostrar que la teoría del Big bang, o el indeterminismo
cuántico, pongamos por caso, son contenidos de la capa básica de la física,
constituidos por sólidas identidades sintéticas y no meros contenidos
metafísicos pertenecientes a la ideología o filosofía espontánea de muchos
científicos actuales? Nuevamente se encuentran en el mismo lugar donde yace, por
los siglos de los siglos, la segunda parte del Tractatus de Wittgenstein.
Por otra parte, mis
argumentos, sean discutibles o no, ¿Acaso no poseen la rigurosidad mínima como
para no ser tildados de inquisitoriales, o de dogmáticos, o de gratuitos so
pena de distorsión sofística por parte de quien así los calificase? ¿No es esta
calificación («¡Inquisidor!») un último intento desesperado por parte de quien,
careciendo de argumentos pero, a su vez, incapaz por su falsa conciencia, de
reconocer sus errores, quiere seguir saliendo airoso aunque para ello tenga que
desprestigiar a su adversario ad hominem, deformando sus opiniones o
simplemente inventándoselas, aunque éste lo triture objetivamente? De otro
modo: ¿No es CM el que «condena» gratuitamente, sin haber entendido siquiera
mis críticas, sin siquiera exponerlas, sin siquiera tratar de enfrentarse a
ellas?
Concluyo: no hay nada
de interés en el artículo de Carlos Madrid, y es, a ciencia cierta, el más
gratuito de todos los que forman parte de esta polémica desde sus inicios.
Nota
{1} Presento de nuevo
el sorprendente «cuadrito» de CM expuesto en su artículo anterior:
ETIC
Rol Científico Rol Filosófico
EMIC Rol Científico José Antonio López Díaz
Sigfrido Samet Letichevsky
Rol Filosófico Javier Pérez Jara Gustavo Bueno
{2}
El Materialismo Filosófico, al establecer las relaciones de causalidad en
función de los cuerpos, establece que el determinismo causal se mueve a escala
corpórea, siendo los cuerpos los individuos determinados (=codeterminados unos
junto a otros sinalógicamente) en un aquí y un ahora. Pero como ya hemos dicho,
el Materialismo Filosófico reniega de la visión corpuscularista de los
electrones, fotones, &c., y se acoge a una visión ondularista. Esto
significa que a escala microscópica, la mecánica cuántica se contradice, por
una parte, al tratar a sus individuos como corpúsculos, y, por otra, al
tratarlos como indeterminados. Al pensar los electrones como corpúsculos, por
ejemplo, necesariamente habría que verlos como determinados causalmente. En
todo caso, el Materialismo Filosófico denuncia, como metafísica, la concepción
indeterminista-corpuscularista (a «nivel subatómico») de la mecánica cuántica,
pero no se acoge a una visión determinista-causal de los «individuos
cuánticos», al defender que éstos no son corpúsculos (y por tanto que están en
otro contexto de en el que se dan las relaciones causales), sino ondas
energéticas, en las que, en todo caso, no interviene la emergencia metafísica
que habría que postular para explicar «los movimientos cuánticos» (no
continuos) de las llamadas «partículas elementales» pensadas a la vez como
corpúsculos, y a la vez como indeterminadas. Esto significa que si no podemos
hablar, en sentido estricto, de relaciones de causalidad en el «ámbito
microscópico», dado que este ámbito no está constituido por cuerpos (sin
perjuicio de que lo sigamos considerando como primogenérico), sí podemos hablar
de razones (ver, por ejemplo, Gustavo Bueno, «Predicables de la Identidad», El
Basilisco, nº 25, pág. 20).”
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