29 de marzo de 2014

4.1 El Ente: Los dos factores del “Ente”: Materia en reposo (Fuerza Gravitatoria) Materia en movimiento (Fuerza Electronuclear).

4.1 El Ente: Los dos factores del “Ente”: Materia en reposo (Fuerza Gravitatoria) Materia en movimiento (Fuerza Electronuclear).





El cosmos, se presenta como un enorme cúmulo de “entidades” , ya sea que la forma de estos “entes” sean “partículas” “cuerdas”, “ondas”, “estrellas”, “galaxias”, “planetas” etc. no importa la forma de estos entes, lo esencial es que la materia se presenta como un enorme cúmulo de “entidades”. Nuestra investigación, por consiguiente, se inicia con el análisis de “el Ente”.
En wikipedia se lee: “El término entidad o ente, en su sentido más general, se emplea para denominar todo aquello cuya existencia es perceptible por algún sistema animado. Una entidad puede por lo tanto ser concreta, abstracta, particular o universal.  Es decir, las entidades no son sólo los objetos cotidianos como sillas o personas, sino también propiedades, las relaciones, los eventos, números, conjuntos, proposiciones, mundos posibles, creencias, pensamientos, átomos, elementos, planetas, galaxias, etcétera.”

El Ente, en primer lugar, es un objeto, una cosa que merced a sus propiedades satisface necesidades de la materia, sean del tipo que fueran. La naturaleza de esas necesidades, el que se originen, por ejemplo, en el estómago de un ser viviente, en la fantasía de una persona, en la atracción gravitatoria de una estrella etc.,  en nada modifica el problema. Tampoco se trata aquí de cómo esa cosa satisface la necesidad del cosmos: de si lo hace directamente, como medio de subsistencia de un elemento de la tabla periódica, o como medio por el cual se produce un quásar, un remolino etc.

Toda cosa útil para el cosmos, como el hierro, el papel, los elementos de la tabla periódica etc., ha de considerarse desde un punto de vista doble: según su cualidad y con arreglo a su cantidad. Cada una de esas cosas es un conjunto de muchas propiedades y puede, por ende, ser útil en diversos aspectos. El descubrimiento de esos diversos aspectos y, en consecuencia de los múltiples modos en que se combinan las entidades, constituye un hecho histórico.

Ocurre otro tanto con el hallazgo de medidas para indicar la cantidad de las entidades útiles. En parte, la diversidad en las medidas de las “entidades”  se debe a la diferente naturaleza de las entidades en sí que hay que medir, y en parte a la convención.

La utilidad de una entidad no flota por los aires (retóricamente hablando). Está condicionada por las propiedades del cuerpo de la “entidad”, y no existe al margen de ella. El cuerpo mismo de la “entidad”, (tal como el hierro, trigo, diamante, electrón, protón, estrella etc.,) se presenta pues como “materia en reposo”. Es lo que sucede con el ser humano, su estructura ósea es materia en reposo, lo cual constituye la estructura de la entidad del ser humano. La materia en reposo es pues, la estructura de la entidad.  Este carácter suyo no depende de que la apropiación de sus propiedades útiles le cueste al cosmos mucha o poca transformación. Al considerar “la materia en reposo” se presupone siempre su carácter determinado cuantitativo, tal como docena de relojes, vara de lienzo, tonelada de hierro, cantidad de cuerdas, cantidad de átomos etc.

 “La materia en reposo” constituye el contenido material de la acumulación de “entidades”, sea cual fuere la forma de éstas. En nuestro cosmos, son a la vez (las entidades) las portadoras materiales de materia en movimiento. En primer lugar, la “materia en movimiento” se presenta como relación cuantitativa, proporción en que se intercambian “Entes o entidades” de una clase por “Entes o entidades” de otra clase, una relación que se modifica constantemente según el tiempo y el lugar.
El intercambio que existe entre una entidad u otra, no es más que la expresión de la relación dialéctica entre un contrario y otro. No trataré de explicar cuál contrario es mejor que el otro, pues un contrario no es mejor que el otro ni viceversa. Aquí aceptamos la contradicción, como la génesis de la transformación de la materia, y por consiguiente como génesis de la formación de entidades.
La materia en movimiento, pues, parece ser algo contingente y puramente relativo, intrínseco a “el ente” es exactamente tanto como lo que habrá de rendir,  pues por el contrario, sería una contradictio in adiecto [contradicción entre un término y su atributo].  Examinemos la cosa más de cerca. Una entidad individual, por ejemplo un kilo de trigo, se intercambia en el comercio por otros artículos en las proporciones más diversas. No obstante su materia en movimiento se mantiene inalterada, ya sea que se exprese en x betún, y seda, z oro, etc. Debe, por tanto, poseer un contenido diferenciable de estos diversos modos de expresión ontológica. Es decir; la materia en movimiento de los entes, permanece inalterada ante las diferentes formas en que se cristalice la materia en reposo. Ejemplo; el hecho de que una libra de uranio enriquecido, permanezca en reposo, no significa que no contenga movimiento en su estructura.

Tomemos otras dos entidades, por ejemplo un átomo de hidrógeno y un átomo de oxígeno. Sea cual fuere su relación de intercambio (es decir de contradicción), ésta se podrá representar siempre por una ecuación en la que determinada cantidad de hidrógeno se equipara a una cantidad cualquiera de oxígeno, por ejemplo: “X” cantidad de átomos de hidrógeno = “Y”  cantidad de átomos de oxígeno.
¿Qué denota esta ecuación? Que existe algo común, de la misma magnitud, en dos cosas distintas, tanto en “X” cantidad de átomos de hidrógeno como en = “Y”  cantidad de átomos de oxígeno.  Ambas, por consiguiente, son iguales a una tercera, que en sí y para sí no es ni la una ni la otra. Un sencillo ejemplo geométrico nos ilustrará el punto. Para determinar y comparar la superficie de todos los polígonos se los descompone en triángulos. Se reduce el triángulo, a su vez, a una expresión totalmente distinta de su figura visible: el semi producto de la base por la altura. De igual suerte, es preciso reducir la materia en movimiento de las entidades a algo que les sea común, con respecto a lo cual representen un más o un menos.
Ese algo común no puede ser una propiedad natural -geométrica, física, química o de otra índole-de las entidades. Sus propiedades corpóreas entran en consideración, única y exclusivamente, en la medida en que ellas hacen útiles a las entidades, en que las hacen ser. Pero, por otra parte, salta a la vista que es precisamente la abstracción de su  materia en reposo lo que caracteriza la relación de movimiento entre las entidades.

Dentro de tal relación, un materia en reposo es tan material como cualquier otra, siempre que esté presente en la proporción que corresponda. Una clase de entidades es tan buena como otra, si su materia en movimiento es igual. No existe diferencia o distinción entre cosas de igual materia en movimiento.

En cuanto a formas de materia en reposo, las entidades son, ante todo, diferentes en cuanto a la cualidad; como formas de materia en movimiento, sólo pueden diferir por su cantidad, y no contienen, por consiguiente, ni un solo átomo de materia en reposo. Por esa razón, es que la luz, no tiene un solo átomo de materia en reposo; pues es puro movimiento. Sin embargo, esto no significa que la entidad “luz” no tenga materia en reposo, de lo contrario no existiría como entidad. Es solamente que la cantidad de materia en reposo que contiene la luz, es prácticamente despreciable, y se puede omitir. Dije que la luz no tiene ni un solo átomo de materia en reposo, pero no dije que no tuviera ni una sola partícula subatómica de materia en reposo.
Ahora bien, si ponemos a un lado la materia en reposo del cuerpo de las entidades, únicamente les restará una propiedad: la de ser productos de la transformación. Si hacemos abstracción de su materia en reposo, abstraemos también los componentes y formas corpóreas que hacen de él (el ente) materia en reposo.

Ese producto ya no es una mesa o casa o hilo o planeta o gas o cualquier otra cosa útil. Todas sus propiedades sensibles se han esfumado. Ya tampoco es producto de la transformación del ebanista o del albañil o del hilandero o de cualquier otro forma de transformación productiva determinada.
Con el carácter útil de los productos de la transformación se desvanece el carácter útil de las transformaciones representadas en el materia en reposo, por ende, se desvanecen también las diversas formas concretas de esos transformaciones; éstas dejan de distinguirse, reduciéndose en su totalidad a transformación material indiferenciada, a transformación abstractamente material.
Examinemos ahora el residuo de los productos de la transformación. Nada ha quedado de ellos salvo una misma objetividad espectral, una mera gelatina de transformación material indiferenciada, esto es, de gasto de energía de transformación material sin consideración a la forma en que se gastó la misma.

Esas cosas tan sólo nos hacen presente que en su transformación se empleó energía material de transformación, se acumuló transformación material. En cuanto cristalizaciones de esa sustancia material común a ellas, son transformaciones .

En la relación misma de intercambio entre las entidades, su materia en movimiento se nos puso de manifiesto como algo por entero independiente de sus formas de materia en reposo. Si luego se hace efectivamente abstracción de la materia en reposo que tienen los productos de la transformación, se obtiene su “materia”, tal como acaba de determinarse, es decir, lo que tiene en común la materia en reposo y la materia en movimiento, ambas constituyentes de la entidad.
Ese algo común que se manifiesta en la relación de intercambio o en el materia en movimiento de las entidades es, pues, su materia es decir su “transformación” . El desenvolvimiento de la investigación volverá a conducirnos a la materia en movimiento como modo de expresión o forma de manifestación necesaria de la transformación, al que por de pronto, sin embargo, se ha de considerar independientemente de esa forma.

Una materia en reposo, sólo tiene materia porque en ella está objetivado o materializado transformación abstractamente material o cosmológica. ¿Cómo medir, entonces, la magnitud de la transformación? Por la cantidad de "sustancia generadora de materia" --por la cantidad de transformación-- contenida en esa materia en reposo. La cantidad de transformación misma se mide por su duración, y el tiempo de transformación, a su vez, reconoce su patrón de medida en determinadas fracciones temporales, tales como día hora, segundos, segundos de Planck etcétera.
Podría parecer que si la materia de una entidad se determina por la cantidad de transformación gastada en su producción, cuanto más lento el proceso de transformación tanto más material sería la entidad, porque la materia necesitaría tanto más tiempo para fabricarla.

Sin embargo, la transformación que genera la sustancia de la materia es transformación material indiferenciada, gasto de la misma fuerza del cosmos en la transformación de una entidad. El conjunto de la fuerza de transformación del cosmos, representado en la materia del mundo de las entidades, hace las veces aquí de una y la misma fuerza cosmológica de transformación, por más que se componga de innumerables fuerzas de transformación individuales.

Cada una de esas fuerzas de transformación individuales es la misma fuerza de transformación cosmológica que las demás, en cuanto posee el carácter de fuerza de transformación cosmológica media y opera como tal fuerza de transformación cosmológica media, es decir, en cuanto, en la producción de una entidad, sólo utiliza el tiempo de transformación promedialmente necesario, o tiempo de transformación cosmológicamente necesario.

El tiempo de transformación cosmológicamente necesario es el requerido para producir una entidad cualquiera, en las condiciones normales de producción vigentes en una parte del cosmos y con el grado cosmológicamente medio de  intensidad de transformación imperantes en un momento histórico determinado, siempre y cuando la línea del tiempo permanezca constante. Si la línea del tiempo se acelera o se desacelera, así mismo variará el tiempo de transformación cosmológicamente necesario para producir una entidad.

Actualmente, el tiempo que al cosmos le toma producir una estrella, es mucho menos que hace catorce mil millones de años. Es sólo la cantidad de transformación cosmológicamente necesaria, pues, o el tiempo de transformación cosmológicamente necesario para la producción de una entidad, lo que determina su magnitud de materia, pero materia “másica” u ente “concreto”. Cada entidad es considerada aquí, en general, como ejemplar medio de su clase. Por tanto, las entidades que contienen cantidades iguales de transformación, o que se pueden producir en el mismo tiempo de transformación, tienen la misma magnitud de materia.

La materia de una entidad es a la materia de cualquier otra, como el tiempo de transformación necesario para la producción de la una es al tiempo de transformación necesario para la producción de la otra. "En cuanto “materia”, todas las entidades son, únicamente, determinada medida de tiempo de transformación solidificada". La magnitud de materia de una entidad se mantendría constante, por consiguiente, si también fuera constante el tiempo de transformación requerido para su producción. Pero éste varía con todo cambio en la fuerza productiva del transformación. Por ejemplo, la vía láctea produce más o menos la misma cantidad de estrellas en el año 2012 que en el año 2013.
La fuerza productiva de transformación está determinada por múltiples circunstancias, entre otras por la cantidad media de gas, la proporción entre la relación materia y antimateria etc., Los diamantes rara vez afloran en la corteza terrestre, y de ahí que el hallarlos insuma, término medio, mucho tiempo de transformación. Por consiguiente, en poco volumen representan mucha transformación.
En términos generales: cuanto mayor sea la fuerza productiva de transformación, tanto menor será el tiempo de transformación requerido para la producción de una entidad, tanto menor la masa de transformación cristalizada en él, tanto menor su materia. A la inversa, cuanto menor sea la fuerza productiva de transformación, tanto mayor será el tiempo de transformación necesario para la producción de una entidad, tanto mayor su materia.

Por ende, la magnitud de materia de una entidad varía en razón directa a la cantidad de transformación efectivizado en ella e inversa a la fuerza productiva de esa transformación. En este sentido, una entidad es más “material” si tiene más transformación, y es menos material si tiene menos transformación. ¿Pero qué sucede si analizamos la historia del ente?, ¿Si llegamos al punto donde tiene cada vez menos transformación?. Pues aquí la respuesta es lógica, si tiene menos transformación, es menos material. Si es menos material, ¿Qué siga hacia atrás?, pues el contrario de la materia; es decir, la antimateria.

Una cosa puede ser materia en reposo y no ser de utilidad. Para producir una entidad, no sólo se debe producir materia en reposo, sino formas de materia en reposo útiles para el espacio/tiempo en que se hace el análisis. Para transformarse en entidad, el producto ha de transferirse a través del intercambio a quien se sirve de él como materia en reposo. Por último, ninguna cosa puede ser materia útil si no es una entidad para el uso cosmológico. Si es inútil, también será inútil la transformación contenida en ella; no se contará como transformación y no constituirá materia útil alguna, aunque exista. Es el ejemplo de los asteroides que están entre un sistema solar y otro, que con tan poca masa, prácticamente no sirven para nada, es decir, materia inútil. (cabe resaltar que la materia inútil, es inútil sólo relativamente hablando, pues puede ser útil para otro tipo de entidad).

A continuación, explicaré la dualidad de la transformación representado en las entidades:
En un comienzo, la entidad se nos puso de manifiesto como algo bifacético, como materia en reposo y materia en movimiento. Vimos a continuación que la transformación, al estar expresada en la materia, no poseía ya los mismos rasgos característicos que la distinguían como generadora de entidades, pues la transformación debe ser, en base al tiempo cosmológicamente necesario, para producir una entidad. 

Resumiendo: La transformación, produce materia (útil o inútil). La materia se divide en Materia en reposo y materia en movimiento. Estas son las partes constitutivas de toda entidad. La materia en reposo es la que le da “orden” a la entidad. La materia en movimiento, constituye “el caos” de la entidad.

Incluso Aristóteles pensaba que el cosmos estaba compuesto de materia en reposo y materia en movimiento, solamente que él hacía la siguiente clasificación: aire y fuego (a lo que yo llamo materia en movimiento), Tierra y Agua (a lo que yo llamo materia en reposo). El aire y el fuego son ligeros y tienden a ascender, el agua y la tierra son pesados y tienden a sufrir el halo gravitatorio.
También hay que aclarar que la materia en reposo, se transmuta en materia en movimiento y viceversa.

Woods: “transmutación de los elementos . Desde finales del siglo XVIII en adelante, la química se desarrolló sobre bases científicas. Dejando atrás las intenciones grandiosas del pasado, hizo enormes pasos adelante. Entonces, en 1919, el científico inglés Rutheford llevó a cabo un experimento que implicaba bombardear el núcleo del nitrógeno con partículas alfa. Esto llevó a la ruptura del núcleo atómico por primera vez. De esta manera había conseguido transmutar un elemento (nitrógeno) en otro (oxígeno). La larga búsqueda de los alquimistas se había resuelto, ¡pero de una manera totalmente diferente a lo que ninguno de ellos podía haber previsto! .Veamos este proceso un poco más de cerca. Empezamos con la tesis: a) la transmutación de los elementos; ésta es negada por la antítesis b) es imposible la transmutación de los elementos; ésta a su vez es superada por una segunda negación c) la transmutación de los elementos. Aquí debemos resaltar tres cosas. En primer lugar, cada negación marca un avance definido, y, de hecho, un salto cualitativo. En segundo lugar, cada avance niega el estadio anterior, reacciona en su contra, pero al mismo tiempo preserva todo lo que de útil y necesario hay en Él. Y por último, el estadio final “la negación de la negación” no significa una vuelta a la idea original (en este caso, la alquimia), sino la reaparición de las formas primitivas a un nivel cualitativamente superior. Por cierto, sería posible convertir plomo en oro, pero sería tan caro que no vale la pena” (Económicamente hablando)
La transmutación  que existe entre la materia en reposo y la materia en movimiento, se puede ejemplificar con el movimiento mecánico (de materia en reposo) y el calor (materia en movimiento):
Engels “el descubrimiento práctico de la transformación del movimiento mecánico en calor es tan antiguo, que casi podríamos considerarlo como punto de partida de la historia de la humanidad… El proceso, en la obtención del fuego por frotamiento, conserva todavía, sin embargo, un carácter unilateral. Es la transformación de movimiento mecánico en calor. Para completar el proceso, hay que invertirlo, hay que transformar el calor en movimiento mecánico. Solamente así se dará satisfacción a la dialéctica del proceso, se agotará todo el proceso en un ciclo, por lo menos de momento. Pero la historia tiene su propio curso, y por muy dialécticamente que éste discurra en última instancia, se da con frecuencia el caso de que la dialéctica tenga que esperar bastante tiempo a la historia. La distancia que separó el descubrimiento del fuego por frotación de la invención por Herón de Alejandría (hacia el año 120) de una máquina en la que el escape de vapor de agua producía un movimiento de rotación, se mide indudablemente por milenios. Y de nuevo hubieron de transcurrir cerca de dos mil años hasta que se construyó la primera máquina de vapor, el primer dispositivo que permitió convertir el calor en un movimiento mecánico verdaderamente utilizable.”

Ahora hablemos de la materia “útil” y la materia “inútil”. En realidad no existe materia “inútil” pues toda la materia sirve y existe para algo. Es solamente que aquí utilizo este concepto, para poner de manifiesto que en el cosmos, hay dos tipos de materia, una materia común (útil) y otra materia menos común (inútil). A la materia común le llamaremos “materia” y a la materia inútil le llamaremos “antimateria”.

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