29 de marzo de 2014

4.5 Materia Orgánica

Si la materia inorgánica es la materia en reposo relativo, la materia orgánica es la materia en movimiento relativo, y por lo tanto es a la esfera de realidad a la que pertenecemos (principio antrópico).
PRINCIPIO ANTRÓPICO: En cosmología el principio antrópico establece que cualquier teoría válida sobre el cosmos tiene que ser consistente con la existencia del ser humano. En otras palabras: Si en el Cosmos se deben verificar ciertas condiciones para nuestra existencia, dichas condiciones se verifican ya que nosotros existimos. Los diferentes intentos de aplicar este principio al desarrollo de explicaciones científicas sobre la cosmología del Cosmos han conducido a una gran confusión y elevada controversia.
Stephen W. Hawking, en su libro “Historia del tiempo”, habla del principio antrópico aplicado al tema del origen y formación del cosmos.
Hawking dice: “hay dos versiones del principio antrópico: la débil y la fuerte. Sobre el tema de la formación del cosmos, concluye diciendo que si no fuese como es (o que si no hubiese evolucionado como evolucionó) nosotros no existiríamos y que, por lo tanto, preguntarse cómo es que existimos (o por qué no "no existimos") no tiene sentido.”
Las revoluciones astronómicas, al igual que las terrestres, son acontecimientos bastante raros. En nuestra propia galaxia, sólo se han registrado tres supernovas en los últimos 1000 años. La más brillante de ellas, registrada por observadores chinos en 1054, creó la Nebulosa del Cangrejo. La clasificación de las estrellas nos ha llevado a la conclusión de que no hay nuevos tipos de materia en el cosmos. La misma materia existe en todas partes. Las principales características del espectro de todas las estrellas se pueden registrar en términos de sustancias que existen en la tierra. El desarrollo de la astronomía infrarroja proporcionó los instrumentos para explorar el interior de las nubes interestelares oscuras, que es probablemente donde se forman la mayor parte de las nuevas estrellas. La radio-astronomía ha empezado a revelar la composición de estas nubes –principalmente de hidrógeno y polvo, pero con una mezcla de algunas moléculas sorprendentemente complejas, muchas de ellas orgánicas- .
Engels: “Las combinaciones de carbono son “eternas”, en el sentido que bajo condiciones iguales de mezcla, temperatura, presión, tensión eléctrica, gravedad etc., se reproducen siempre” hacia  la vida inteligente”.
 ¿Podría existir la vida sin el carbono?. Dado nuestro estado actual de la ciencias, no lo sabemos con certeza, pero hay indicios que el silicón, podría cumplir las funciones del carbón.
Engels: “La reacción mecánica, física (alias calor, etc.) se agota con cada acto reactivo. La reacción química hace cambiar la composición del cuerpo que reacciona y sólo se renueva añadiendo una nueva cantidad de él. El cuerpo orgánico es el único que reacciona por sí mismo -dentro, naturalmente, de sus posibilidades energéticas (sueño) y siempre y cuando que se le suministre alimento-, pero este suministro de alimento sólo surte efecto después de haber sido asimilado y no, como en las fases inferiores, directamente, lo que quiere decir que el cuerpo orgánico posee, aquí, una capacidad propia de reacción; es decir, que la nueva reacción tiene que producirse por medio de él”.
Hegel: “Ya hoy debe desecharse como no científica cualquier fisiología que no considere la muerte como elemento esencial de la vida”
Es decir, que no incluya la negación de la vida como elemento esencial de la vida misma, de tal modo que la vida se piense siempre con referencia a su resultado necesario, la muerte, contenida siempre en ella en estado germinal. No otra cosa que esto es la concepción dialéctica de la vida. Ahora bien, para quien comprenda que ello es así, carecen de todo sentido las chácharas acerca de la inmortalidad del alma. O bien la muerte es la descomposición del cuerpo orgánico, sin otro residuo que los elementos químicos que formaban su sustancia, o bien deja tras sí un principio de vida, más o menos idéntico al alma, que sobrevive a todos los organismos vivos, y no solamente al hombre. Basta, pues, en este punto, con ver claro por medio de la dialéctica, acerca de la naturaleza de la vida y la muerte, para sobreponerse a una ancestral superstición. Vivir es morir.
Engels: “Para nosotros, es imposible una física, una química, una biología, una meteorología, etc., que no sean geocéntricas, y no pierden nada porque se diga que sólo sirven para la tierra y que son, por tanto, puramente relativas. Si tomáramos esto en serio y exigiéramos una ciencia carente de centro, toda la ciencia se paralizaría. Nos basta con saber que en igualdad de circunstancias en todas partes ocurre lo mismo”.
Es decir, que la materia orgánica, necesariamente debe de existir bajo igualdad de condiciones, en todas partes del cosmos.
Engels: “tenemos la certeza de que la materia permanecerá eternamente la misma a través de todas sus mutaciones, de que ninguno de sus atributos puede llegar a perderse por entero y de que, por tanto, por la misma férrea necesidad con que un día desaparecerá de la faz de la tierra su floración más alta, la inteligencia, volverá a brotar en otro lugar y en otro tiempo…la materia es un ciclo eterno, se mueve con sujeción  a leyes que, al llegar a una determinada fase, -unas veces aquí y otras allá- producen necesariamente, en los seres orgánicos, el espíritu pensante.”. 
La religión pone al ser humano, como en la cumbre de la creación de Dios. La ciencia hace lo mismo, poniendo al hombre al final de la cadena alimenticia. Ambas; la religión y la ciencia, coinciden en que el hombre es lo mejor que el cosmos (con Dios o sin Dios); ha producido. Pero aplicando la lógica del Materialismo Dialéctico y filosófico: ¿Realmente podemos decir que nosotros (el ser humano) somos lo más elevado del cosmos?. Si en todo el cosmos, existe materia en reposo (materia inorgánica), es lógico pensar que también hay materia en movimiento (orgánica), por lo cual la inteligencia, es totalmente plausible. De hecho, lo contrario de esto (que seamos la única inteligencia del cosmos), es lo que realmente parece ilógico.
Rupert Sheldrake es un biólogo británico que ha venido estudiando el mecanismo como se transmiten las formas. Por ejemplo, la explicación de cómo hace una semilla para convertirse en un frondoso árbol. Estas investigaciones lo han llevado por el camino de la morfogénesis (origen de la forma), (Sheldrake, 1990, pp. 27-30). Sheldrake propone algo parecido a la teoría de campos.
Afirma que los sistemas están regulados por factores energéticos/materiales, pero también por campos invisibles de organización que sirven de patrones para la forma y el comportamiento. Es decir, Sheldrake explora las formas como una estructura disipativa, que se produce a sí misma pero que además se comporta como la teoría de campo en la física. Como campo, su alcance es de mayor dimensionalidad que lo que puede explicarse, por lo cual no está limitado por el tiempo o el espacio (como en el orden implícito de Bohm).
Cuando un individuo de la especie aprende algún comportamiento, efectúa una variación mínima sobre su campo, el de toda la especie; igual sucede con la forma. Si esta información en el campo se hace suficientemente repetitiva, la “resonancia mórfica” afecta a toda la especie. Este campo puede entonces denominarse “campo morfogenético”. Según el mismo Sheldrake, “La hipótesis […] se basa en la idea según la cual los campos morfogenéticos ejercen efectos físicos que pueden medirse. Propone que campos morfogenéticos específicos son responsables de la organización y forma característica de los sistemas a todos los niveles de complejidad, no únicamente en el terreno de la biología sino también en los terrenos de la química y la física. Estos campos organizan los sistemas con los que se relacionan influyendo sobre sucesos indeterminados y probabilísticos desde un punto de vista energético; imponen restricciones determinadas sobre los resultados energéticamente posibles de los procesos físicos (Sheldrake, 1990, pp. 27-30).
Además deben presentar estructuras características que organizaban los sistemas, de acuerdo con las formas en que se organizaban sistemas similares en tiempos pasados (Sheldrake, 1990, pp. 27-30). Sheldrake sugiere la existencia de un estado de mediación entre el ADN y los procesos de formación de un organismo. Este mediador es un complejo conjunto de campos ocultos que dirige todas las etapas de la morfogénesis y la forma definitiva que cobran las cosas, incluida su conducta. Estos campos darían forma y movimiento regular al cosmos. Las leyes de su movimiento se establecerían por la repetición de cierto número de casos, es decir, la repetición de eventos es lo que origina una ley, pero la ley es la que origina los eventos. Lo llamativo de la teoría de Sheldrake es que es inherentemente holográfica; lo que sucede a niveles inferiores del sistema, sucede a niveles superiores o en meta sistemas. Las hipótesis de Sheldrake no han tenido plena verificación, pero sus concepciones se han mostrado reveladoras como líneas de investigación sugestivas para descubrimientos holísticos en biología. Esto quiere decir que la hipótesis de la causación formativa (de la resonancia mórfica) […] propone que los campos morfogenéticos desempeñan un papel causal en el desarrollo y el mantenimiento de las formas de sistemas a cualquier nivel de complejidad. En este contexto, se considera que la palabra “forma” incluye no sólo la apariencia de la superficie externa o límite de un sistema, sino también su estructura interna. Llamamos causación formativa a esta causalidad de forma mediante campos morfogenéticos para distinguirla del tipo energético de causalidad de forma mediante campos morfogenéticos para distinguirla del tipo energético de causalidad del que ya se ocupa la física.
Vemos pues que todo lo que Sheldrake ha descubierto, a pesar que no tiene una plena verificación científica, está en total armonía que todos los principios que hemos asentado en éste ensayo. La forma es la estructura del fenómeno, es lo que le da orden. La forma y la materia en reposo son lo mismo. El contenido y la llamada por Sheldrake “resonancia morfogenética, es lo que constituye la materia en movimiento y el caos de todo fenómeno. 
Por todo esto, la dialéctica de la materia orgánica, sigue la misma lógica de la dialéctica de la materia inorgánica; la relación entre materia en reposo (forma y fuerza gravitatoria)  y la materia en movimiento (contenido y fuerza electronuclear). Hasta ahora, la mejor teoría científica que describe esta dialéctica, es la llamada “Teoría de Alexander Oparín”.
En Wikipedia se lee sobre la Teoría de Oparín: “Fue una de las teorías que se propusieron a mediados del siglo XX para intentar responder a la pregunta: ¿Cómo surgió la vida?, después de haber sido rechazada la teoría de la generación espontánea…
(Nótese como la teoría de la generación espontánea, fue superada por una teoría dialéctica y cíclica, gracias a las innumerables comprobaciones científicas que así lo demostraban. ¿Por qué los físicos teóricos occidentales aún no han abandonado la idea de la “generación espontánea del cosmos? (Big Bang). La respuesta es simple; porque la “cosmología” no puede hacer experimentos que confirmen la realidad cíclica y toroidal que adquire la unidad y lucha de contrarios de las fuerzas gravitatoria y electromagnética en el cosmos, por lo cual inevitablemente hay que analizar el asunto desde el punto de vista filosófico. )
Gracias a sus estudios de astronomía, Oparín sabía que en la atmósfera del Sol, de Júpiter y de otros cuerpos celestes, existen gases como el metano, el hidrógeno y el amoníaco. Estos gases son sustratos que ofrecen carbono, hidrógeno y nitrógeno, los cuales, además del oxígeno presente en baja concentración en la atmósfera primitiva y más abundantemente en el agua, fueron los materiales de base para la evolución de la vida”.
Para explicar cómo podría haber agua en el ambiente ardiente de la Tierra primitiva, Oparín usó sus conocimientos de geología. Los 30 km de espesor medio de la corteza terrestre constituidos de roca magmática evidencian, sin duda, la intensa actividad volcánica que había en la Tierra. Se sabe que actualmente es expulsado cerca de un 10% de vapor de agua junto con el magma, y probablemente también ocurría de esta forma antiguamente. La persistencia de la actividad volcánica durante millones de años habría provocado la saturación en humedad de la atmósfera. En ese caso el agua ya no se mantendría como vapor.
Oparín conjeturo que la alta temperatura del planeta, la actuación de los rayos ultravioleta y las descargas eléctricas en la atmósfera (relámpagos) podrían haber provocado reacciones químicas entre los elementos anteriormente citados. Esas reacciones darían origen a aminoácidos, los principales constituyentes de las proteínas, y otras moléculas orgánicas.
Las temperaturas de la Tierra, primitivamente muy elevadas, bajaron hasta permitir la condensación del vapor de agua. En este proceso también fueron arrastradas muchos tipos de moléculas, como varios ácidos orgánicos (materia en movimiento relativo) e inorgánicos (materia en reposo relativo). Sin embargo, las temperaturas existentes en esta época eran todavía lo suficientemente elevadas como para que el agua líquida continuase evaporándose y licuándose continuamente.
Oparín concluyó que los aminoácidos que eran depositados por las lluvias no regresaban a la atmósfera con el vapor de agua, sino que permanecían sobre las rocas calientes. Supuso también que las moléculas de aminoácidos, con el estímulo del calor, se podrían combinar mediante enlaces peptídicos. Así surgirían moléculas mayores de sustancias albuminoides. Serían entonces las primeras proteínas en existir.
La insistencia de las lluvias durante millones de años acabó llevando a la creación de los primeros océanos de la Tierra. Y hacia ellos fueron arrastradas, con las lluvias, las proteínas y aminoácidos que permanecían sobre las rocas. Durante un tiempo incalculable, las proteínas se acumularían en océanos primordiales de aguas templadas del planeta. Las moléculas se combinaban y se rompían y nuevamente volvía a combinarse en una nueva disposición. De esa manera, las proteínas se multiplicaban cuantitativa y cualitativamente.
Disueltas en agua, las proteínas formaron coloides. La interacción de los coloides llevó a la aparición de los coacervados. Un coacervado es un agregado de moléculas mantenidas unidas por fuerzas electrostáticas. Esas moléculas son sintetizadas abióticamente. Oparín llamó coacervados a los protobiontes. Un protobionte es un glóbulo estable que es propenso a la autosíntesis si se agita una suspensión de proteínas, polisacáridos y ácidos nucleicos. Muchas macromoléculas quedaron incluidas en coacervados.
Es posible que en esa época ya existieran proteínas complejas con capacidad catalizadora, como enzimas o fermentos, que facilitan ciertas reacciones químicas, y eso aceleraba bastante el proceso de síntesis de nuevas sustancias.
Cuando ya había moléculas de nucleoproteínas, cuya actividad en la manifestación de caracteres hereditarios es bastante conocida, los coacervados pasaron a envolverlas. Aparecían microscópicas gotas de coacervados envolviendo nucleoproteínas. En aquel momento faltaba sólo que las moléculas de proteínas y de lípidos se organizasen en la periferia de cada gotícula, formando una membrana lipoproteica. Estaban formadas entonces las formas de vida más rudimentarias. Así Oparín abrió un camino donde químicos orgánicos podrían formar sistemas microscópicos y localizados (posiblemente precursores de las células) a partir de los cuales esas primitivas formas de vida podrían desarrollarse.
Y en esta línea ordenada de procesos biológicos, van avanzando con cada vez más importancia: la competencia y la velocidad de crecimiento, sobre los que actuaría la selección natural, determinando formas de organización material que es característica de la vida actual. La importancia de la teoría de Oparín, es que completa el “asesinato” de la teoría de la generación espontanea. Nótese que la teoría de la generación espontánea, es curiosamente parecida a la teoría del big bang. Ambas teorías, presentan a las “entidades” (cosmológicas o biológicas), como si “aparecieran de la nada”. Como si por un “acto de magia” los entes cosmológicos o  biológicos se presentaron de una sola vez. Si la ciencia ha derrumbado la teoría de la “generación espontanea”, ¿Por qué los físicos actuales se esfuerzan en revivirla en sus conclusiones del big bang?.  ¿No es esto querer regresar a las conclusiones pseudocientíficas que ya se superaron?.
Alexander Oparín: “Hemos revisado el largo camino que siguió el desarrollo de la materia y que condujo a la aparición de la vida  en la Tierra. Al comienzo, vimos el  carbono disperso en átomos sueltos por la atmósfera incandescente de las  estrellas. Después, lo encontramos formando parte de los hidrocarburos que  se formaron sobre la superficie  de la Tierra. Más adelante estos hidrocarburos dieron derivados oxigenados y nitrogenados y se  transformaron en las sustancias orgánicas más simples. En las aguas del  océano primitivo esas sustancias constituyeron cuerpos más complejos.
Surgieron las proteínas y otras sustancias similares. Así fue como se formó  el material de que están formados los animales y los vegetales. Al principio,  este material se encontraba simplemente disuelto, pero luego se separó,  formando los coacervados. Los coacervados primitivos tenían una estructura  relativamente sencilla, más paulatinamente se fueron efectuando en ellos  cambios esenciales. Se hicieron cada vez más complejos y su forma cada vez más perfecta, hasta que finalmente se convirtieron en seres primitivos progenitores de todo lo vivo en la Tierra. La vida siguió desarrollándose. Al comienzo, los seres vivos no poseían  estructura celular. Mas en una determinada etapa del transcurso de la vida  apareció la célula; primeramente surgieron organismos unicelulares y,  después, organismos pluricelulares, que poblaron nuestro paneta. De esta  manera la ciencia ha echado por tierra las lucubraciones religiosas acerca del principio espiritual de la vida y el origen divino de los seres vivos.  En nuestros días, cuando ha sido estudiada con todo detalle la  organización interna de los seres vivos, tenemos razones más que fundadas  para pensar que, tarde o temprano, lograremos reproducir artificialmente  esa organización y así demostrar fehacientemente, que la vida no es más  que una forma especial de  existencia de la materia. Los éxitos logrados  últimamente por la biología soviética nos permiten confiar en que esa  creación artificial de seres vivos tan sencillos no sólo es factible, sino que se obtendrá en un futuro cercano”.
Las afirmaciones de Alexander Oparín, fueron confirmadas por el experimento de Stanley Miller y Harold Urey: Wikipedia/ Experimento de Miller y Urey:
“El experimento de Miller y Urey representa la primera comprobación de que se pueden formar espontáneamente moléculas orgánicas a partir de sustancias inorgánicas simples en condiciones ambientales adecuadas. Es la comprobación de la hipótesis de Alexander Oparín y J. B. S. Haldane's. Este experimento fue llevado a cabo en 1952 por Stanley Miller y Harold Clayton Urey en la Universidad de Chicago. El experimento fue clave para apoyar la teoría del caldo primordial en el origen de la vida.
Según este experimento la síntesis de compuestos orgánicos, como los aminoácidos, debió ser fácil en la Tierra primitiva. Otros investigadores –siguiendo este procedimiento y variando el tipo y las cantidades de las sustancias que reaccionan- han producido algunos componentes simples de los ácidos nucleicos y hasta ATP.
Esta experiencia abrió una nueva rama de la biología, la exobiología. (Ciencia que estudia la vida fuera del planeta tierra) Desde entonces, los nuevos conocimientos sobre el ADN y el ARN. Condiciones prebióticas en otros planetas y el anuncio de posibles fósiles bacterianos encontrados en meteoritos provenientes de Marte (como el ALH 84001), han renovado la cuestión del origen de la vida.
Stanley L. Miller , estudiante de la Universidad de California. Le propuso a su director Harold Urey, realizar un experimento para contrarrestar la hipótesis de Alexander Oparín y J. B. S. Haldane según la cual en las condiciones de la Tierra primitiva se habían producido reacciones químicas que condujeron a la formación de compuestos orgánicos a partir de inorgánicos, que posteriormente originaron las primeras formas de vida. Urey pensaba que los resultados no serían concluyentes pero finalmente aceptó la propuesta de Miller. Diseñaron un aparato en el que simularon algunas condiciones de la atmósfera de la Tierra primitiva.
Descripción: El experimento consistió, básicamente, en someter una mezcla de metano, amoníaco, hidrógeno, dióxido de carbono, nitrógeno y agua a descargas eléctricas de 60.000 voltios a temperaturas muy altas. Como resultado, se observó la formación de una serie de moléculas orgánicas, entre la que destacan ácido acético, glucosa, y los aminoácidos glicina, alanina, ácido glutámico y ácido aspártico, usados por las células como los pilares básicos para sintetizar sus proteínas.
En el aparato se introdujo la mezcla gaseosa, el agua se mantenía en ebullición y posteriormente se realizaba la condensación; las sustancias se mantenían a través del aparato mientras dos electrodos producían descargas eléctricas continuas en otro recipiente.
Después que la mezcla había circulado a través del aparato, por medio de una llave se extraían muestras para analizarlas. En éstas se encontraron, como se ha mencionado, varios aminoácidos, un carbohidrato y algunos otros compuestos orgánicos.
El experimento ha sido repetido en múltiples ocasiones, obteniendo compuestos orgánicos diversos. Sin embargo, aún no se han obtenido proteínas.
En 2008, otros investigadores encontraron el aparato que Miller usó en sus tempranos experimentos y analizaron el material remanente usando técnicas modernas más sensibles. Los experimentos habían incluido la simulación de otros ambientes, no publicados en su momento, como gases liberados en erupciones volcánicas. El análisis posterior encontró más aminoácidos y otros compuestos de interés que los mencionados en el experimento publicado.

Impacto: Este experimento, junto a una considerable evidencia geológica, biológica y química, ayuda a sustentar la teoría de que la primera forma de vida se formó mediante reacciones químicas. Sin embargo, todavía hay científicos que no están convencidos. El astrofísico británico Fred Hoyle -oponente a la teoría del Big Bang y defensor de un cosmos estacionario, en su momento- comparó la supuesta posibilidad de que la vida apareciera sobre la Tierra como resultante de reacciones químicas con el "equivalente de que un tornado que pasa por un cementerio de autos logre construir un Boeing 747 a partir de los materiales recopilados allí". El consenso entre los biólogos es que la interpretación estadística de Hoyle es errada, y se refieren a este argumento como la falacia de Hoyle”.


Como se puede observar en esta figura, aquí hay otra comprobación más: la negación de la negación. El agua que se muestra en la parte izquierda de la figura,  retorna al origen, pero sobre una base cualitativa superior. Esto también confirma la idea toroidal y cíclica que hasta ahora se ha plasmado.
El único ajuste que en este ensayo se le debe hacer a la teoría de oparín, es unir esta teoría con la teoría de la PANSPERMIA. Esta teoría dice que la vida en la tierra se pudo generar a partir de moléculas, elementos u otro tipo de entidades más grandes o más pequeñas, que pudieron haber llegado al planeta tierra, mediante la colisión de cuerpos celestes, tales como meteoritos, cometas, o incluso entidades inteligentes. Si aceptamos la unión entre el todo y las partes como principio dialéctico, y aceptamos que la evolución dialéctica de la materia en reposo (inorgánica), deriva hacia la materia en movimiento (inorgánica), estamos obligados a aceptar que la vida puede ser un fenómeno común en el cosmos. Pensar lo contrario, sería muy improbable e ilógico. Anteriormente esta forma de pensar (Panspermia) era vista por los filósofos dialécticos clásicos, como un intento neo religioso de decir, que la vida de nuestro planeta pudo haber venido “de los cielos”. En el momento histórico  en el que la teoría de la Panspermia fue rotundamente negada por el materialismo dialéctico clásico fue correcto. Pero en la actualidad, cuando gracias a los telescopios más potentes, nos damos cuenta del inmenso número de estrellas que hay en nuestra galaxia,  el inmenso número de galaxias, el inmenso número de cúmulos de galaxias, e incluso hasta hipotéticamente, el inmenso número de “cosmos”, entonces ya no podemos seguir pensando que la tierra es única y especial, por lo que inevitablemente debemos aceptar como muy posible y nada ilógico, la idea de que algunas moléculas, bacterias  u otro tipo de entidades orgánicas, pudieran haber llegado a nuestro planeta por medio de algún cuerpo celeste, o por medio de alguna entidad extraterrestre inteligente, pero que dicha panspermia pudo haber sido posible, solamente gracias a que en este planeta existían las condiciones físicas, químicas etc., para que esas entidades orgánicas pudieran reproducirse. ¿Un niño puede nacer, crecer, y desarrollarse aislado de otros seres humanos?; claro que sí, pero lo hará hacia una forma de existencia salvaje (analogía de la teoría de Oparín). ¿Qué pasa si otro ser humano en estado de niñez, por medio de la interacción social aprende a hablar, cantar, leer, escribir y educarse?. La respuesta es clara, ese niño se desarrollará hasta un punto donde pueda entender los argumentos de este ensayo, así que su forma de vida, será a diferencia del primer caso; una forma de vida civilizada. Desde un punto de vista biológico, tanto en primer niño como el segundo, son formas de vida reales y biológicas, la única diferencia es que el segundo tuvo una interacción con otros niños como él. Si analizamos la teoría de la Panspermia bajo estos supuestos teóricos, no es una teoría descabellada sino totalmente plausible. Aceptar que existe un intercambio físico y químico entre nuestro planeta y otros cuerpos celestes, es una forma dialéctica de pensar. Pensar que la vida surgió únicamente en este planeta, y totalmente aislado de los demás cuerpos celestes, es una especie de neo kantianismo; pensar que somos únicos, especiales y que estamos aislados del resto del cosmos, por lo que no es necesario investigar la dinámica de intercambio físico químico, entre los diferentes cuerpos celestes.
¿Cuál teoría es la mejor? ¿A) La teoría de Oparín; que la vida en este planeta se desarrollo, gracias a la relación dinámica entre los elementos existentes en este planeta, o B) que la vida en este planeta se desarrollo, gracias a la relación dinámica entre este planeta y otros cuerpos celestes que portaban el caldo primordial para la generación de la vida?. ¿Acaso no se complementan ambas teorías en una unidad y lucha de contrarios?

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