Si la materia inorgánica es la materia en reposo relativo,
la materia orgánica es la materia en movimiento relativo, y por lo tanto es a
la esfera de realidad a la que pertenecemos (principio antrópico).
PRINCIPIO ANTRÓPICO: En cosmología el principio antrópico
establece que cualquier teoría válida sobre el cosmos tiene que ser consistente
con la existencia del ser humano. En otras palabras: Si en el Cosmos se deben
verificar ciertas condiciones para nuestra existencia, dichas condiciones se
verifican ya que nosotros existimos. Los diferentes intentos de aplicar este
principio al desarrollo de explicaciones científicas sobre la cosmología del Cosmos
han conducido a una gran confusión y elevada controversia.
Stephen W. Hawking, en su libro “Historia del tiempo”, habla
del principio antrópico aplicado al tema del origen y formación del cosmos.
Hawking dice: “hay dos
versiones del principio antrópico: la débil y la fuerte. Sobre el tema de la
formación del cosmos, concluye diciendo que si no fuese como es (o que si no
hubiese evolucionado como evolucionó) nosotros no existiríamos y que, por lo
tanto, preguntarse cómo es que existimos (o por qué no "no
existimos") no tiene sentido.”
Las revoluciones astronómicas, al igual que las terrestres,
son acontecimientos bastante raros. En nuestra propia galaxia, sólo se han
registrado tres supernovas en los últimos 1000 años. La más brillante de ellas,
registrada por observadores chinos en 1054, creó la Nebulosa del Cangrejo. La
clasificación de las estrellas nos ha llevado a la conclusión de que no hay
nuevos tipos de materia en el cosmos. La misma materia existe en todas partes.
Las principales características del espectro de todas las estrellas se pueden
registrar en términos de sustancias que existen en la tierra. El desarrollo de
la astronomía infrarroja proporcionó los instrumentos para explorar el interior
de las nubes interestelares oscuras, que es probablemente donde se forman la
mayor parte de las nuevas estrellas. La radio-astronomía ha empezado a revelar
la composición de estas nubes –principalmente de hidrógeno y polvo, pero con
una mezcla de algunas moléculas sorprendentemente complejas, muchas de ellas
orgánicas- .
Engels: “Las
combinaciones de carbono son “eternas”, en el sentido que bajo condiciones
iguales de mezcla, temperatura, presión, tensión eléctrica, gravedad etc., se
reproducen siempre” hacia la vida
inteligente”.
¿Podría existir la
vida sin el carbono?. Dado nuestro estado actual de la ciencias, no lo sabemos
con certeza, pero hay indicios que el silicón, podría cumplir las funciones del
carbón.
Engels: “La reacción
mecánica, física (alias calor, etc.) se agota con cada acto reactivo. La
reacción química hace cambiar la composición del cuerpo que reacciona y sólo se
renueva añadiendo una nueva cantidad de él. El cuerpo orgánico es el único que
reacciona por sí mismo -dentro, naturalmente, de sus posibilidades energéticas
(sueño) y siempre y cuando que se le suministre alimento-, pero este suministro
de alimento sólo surte efecto después de haber sido asimilado y no, como en las
fases inferiores, directamente, lo que quiere decir que el cuerpo orgánico
posee, aquí, una capacidad propia de reacción; es decir, que la nueva reacción
tiene que producirse por medio de él”.
Hegel: “Ya hoy debe
desecharse como no científica cualquier fisiología que no considere la muerte
como elemento esencial de la vida”
Es decir, que no incluya la negación de la vida como
elemento esencial de la vida misma, de tal modo que la vida se piense siempre
con referencia a su resultado necesario, la muerte, contenida siempre en ella
en estado germinal. No otra cosa que esto es la concepción dialéctica de la
vida. Ahora bien, para quien comprenda que ello es así, carecen de todo sentido
las chácharas acerca de la inmortalidad del alma. O bien la muerte es la
descomposición del cuerpo orgánico, sin otro residuo que los elementos químicos
que formaban su sustancia, o bien deja tras sí un principio de vida, más o
menos idéntico al alma, que sobrevive a todos los organismos vivos, y no
solamente al hombre. Basta, pues, en este punto, con ver claro por medio de la
dialéctica, acerca de la naturaleza de la vida y la muerte, para sobreponerse a
una ancestral superstición. Vivir es morir.
Engels: “Para
nosotros, es imposible una física, una química, una biología, una meteorología,
etc., que no sean geocéntricas, y no pierden nada porque se diga que sólo
sirven para la tierra y que son, por tanto, puramente relativas. Si tomáramos
esto en serio y exigiéramos una ciencia carente de centro, toda la ciencia se
paralizaría. Nos basta con saber que en igualdad de circunstancias en todas
partes ocurre lo mismo”.
Es decir, que la
materia orgánica, necesariamente debe de existir bajo igualdad de condiciones,
en todas partes del cosmos.
Engels: “tenemos la
certeza de que la materia permanecerá eternamente la misma a través de todas
sus mutaciones, de que ninguno de sus atributos puede llegar a perderse por
entero y de que, por tanto, por la misma férrea necesidad con que un día
desaparecerá de la faz de la tierra su floración más alta, la inteligencia,
volverá a brotar en otro lugar y en otro tiempo…la materia es un ciclo eterno,
se mueve con sujeción a leyes que, al
llegar a una determinada fase, -unas veces aquí y otras allá- producen necesariamente,
en los seres orgánicos, el espíritu pensante.”.
La religión pone al ser humano, como en la cumbre de la
creación de Dios. La ciencia hace lo mismo, poniendo al hombre al final de la
cadena alimenticia. Ambas; la religión y la ciencia, coinciden en que el hombre
es lo mejor que el cosmos (con Dios o sin Dios); ha producido. Pero aplicando
la lógica del Materialismo Dialéctico y filosófico: ¿Realmente podemos decir
que nosotros (el ser humano) somos lo más elevado del cosmos?. Si en todo el cosmos,
existe materia en reposo (materia inorgánica), es lógico pensar que también hay
materia en movimiento (orgánica), por lo cual la inteligencia, es totalmente
plausible. De hecho, lo contrario de
esto (que seamos la única inteligencia del cosmos), es lo que realmente parece
ilógico.
Rupert Sheldrake es un biólogo británico que ha venido
estudiando el mecanismo como se transmiten las formas. Por ejemplo, la
explicación de cómo hace una semilla para convertirse en un frondoso árbol.
Estas investigaciones lo han llevado por el camino de la morfogénesis (origen
de la forma), (Sheldrake, 1990, pp. 27-30). Sheldrake propone algo parecido a
la teoría de campos.
Afirma que los sistemas están regulados por factores
energéticos/materiales, pero también por campos invisibles de organización que
sirven de patrones para la forma y el comportamiento. Es decir, Sheldrake
explora las formas como una estructura disipativa, que se produce a sí misma
pero que además se comporta como la teoría de campo en la física. Como campo,
su alcance es de mayor dimensionalidad que lo que puede explicarse, por lo cual
no está limitado por el tiempo o el espacio (como en el orden implícito de
Bohm).
Cuando un individuo de la especie aprende algún
comportamiento, efectúa una variación mínima sobre su campo, el de toda la
especie; igual sucede con la forma. Si esta información en el campo se hace
suficientemente repetitiva, la “resonancia mórfica” afecta a toda la especie.
Este campo puede entonces denominarse “campo morfogenético”. Según el mismo
Sheldrake, “La hipótesis […] se basa en la idea según la cual los campos
morfogenéticos ejercen efectos físicos que pueden medirse. Propone que campos
morfogenéticos específicos son responsables de la organización y forma
característica de los sistemas a todos los niveles de complejidad, no
únicamente en el terreno de la biología sino también en los terrenos de la
química y la física. Estos campos organizan los sistemas con los que se
relacionan influyendo sobre sucesos indeterminados y probabilísticos desde un
punto de vista energético; imponen restricciones determinadas sobre los
resultados energéticamente posibles de los procesos físicos (Sheldrake, 1990,
pp. 27-30).
Además deben presentar estructuras características que
organizaban los sistemas, de acuerdo con las formas en que se organizaban
sistemas similares en tiempos pasados (Sheldrake, 1990, pp. 27-30). Sheldrake
sugiere la existencia de un estado de mediación entre el ADN y los procesos de
formación de un organismo. Este mediador es un complejo conjunto de campos
ocultos que dirige todas las etapas de la morfogénesis y la forma definitiva
que cobran las cosas, incluida su conducta. Estos campos darían forma y
movimiento regular al cosmos. Las leyes de su movimiento se establecerían
por la repetición de cierto número de casos, es decir, la repetición de eventos
es lo que origina una ley, pero la ley es la que origina los eventos. Lo llamativo de la teoría de Sheldrake
es que es inherentemente holográfica; lo que sucede a niveles inferiores del
sistema, sucede a niveles superiores o en meta sistemas. Las hipótesis
de Sheldrake no han tenido plena verificación, pero sus concepciones se han
mostrado reveladoras como líneas de investigación sugestivas para
descubrimientos holísticos en biología. Esto quiere decir que la hipótesis de
la causación formativa (de la resonancia mórfica) […] propone que los campos
morfogenéticos desempeñan un papel causal en el desarrollo y el mantenimiento
de las formas de sistemas a cualquier nivel de complejidad. En este contexto,
se considera que la palabra “forma” incluye no sólo la apariencia de la
superficie externa o límite de un sistema, sino también su estructura interna.
Llamamos causación formativa a esta causalidad de forma mediante campos
morfogenéticos para distinguirla del tipo energético de causalidad de forma
mediante campos morfogenéticos para distinguirla del tipo energético de
causalidad del que ya se ocupa la física.
Vemos pues que todo lo que Sheldrake ha descubierto, a pesar
que no tiene una plena verificación científica, está en total armonía que todos
los principios que hemos asentado en éste ensayo. La forma es la estructura del
fenómeno, es lo que le da orden. La forma y la materia en reposo son lo
mismo. El contenido y la llamada por Sheldrake “resonancia morfogenética, es lo
que constituye la materia en movimiento y el caos de todo fenómeno.
Por todo esto, la dialéctica de la materia orgánica, sigue
la misma lógica de la dialéctica de la materia inorgánica; la relación entre
materia en reposo (forma y fuerza gravitatoria)
y la materia en movimiento (contenido y fuerza electronuclear). Hasta
ahora, la mejor teoría científica que describe esta dialéctica, es la llamada
“Teoría de Alexander Oparín”.
En Wikipedia se lee
sobre la Teoría de Oparín: “Fue una de las teorías que se propusieron a
mediados del siglo XX para intentar responder a la pregunta: ¿Cómo surgió la
vida?, después de haber sido
rechazada la teoría de la generación espontánea…
(Nótese como la teoría de la generación espontánea, fue
superada por una teoría dialéctica y cíclica, gracias a las innumerables
comprobaciones científicas que así lo demostraban. ¿Por qué los físicos
teóricos occidentales aún no han abandonado la idea de la “generación
espontánea del cosmos? (Big Bang). La respuesta es simple; porque la
“cosmología” no puede hacer experimentos que confirmen la realidad cíclica y
toroidal que adquire la unidad y lucha de contrarios de las fuerzas
gravitatoria y electromagnética en el cosmos, por lo cual inevitablemente hay
que analizar el asunto desde el punto de vista filosófico. )
Gracias a sus estudios
de astronomía, Oparín sabía que en la atmósfera del Sol, de Júpiter y de otros
cuerpos celestes, existen gases como el metano, el hidrógeno y el amoníaco.
Estos gases son sustratos que ofrecen carbono, hidrógeno y nitrógeno, los
cuales, además del oxígeno presente en baja concentración en la atmósfera
primitiva y más abundantemente en el agua, fueron los materiales de base para
la evolución de la vida”.
Para explicar cómo podría haber agua en el ambiente ardiente
de la Tierra primitiva, Oparín usó sus conocimientos de geología. Los 30 km de
espesor medio de la corteza terrestre constituidos de roca magmática
evidencian, sin duda, la intensa actividad volcánica que había en la Tierra. Se
sabe que actualmente es expulsado cerca de un 10% de vapor de agua junto con el
magma, y probablemente también ocurría de esta forma antiguamente. La
persistencia de la actividad volcánica durante millones de años habría
provocado la saturación en humedad de la atmósfera. En ese caso el agua ya no
se mantendría como vapor.
Oparín conjeturo que la alta temperatura del planeta, la
actuación de los rayos ultravioleta y las descargas eléctricas en la atmósfera
(relámpagos) podrían haber provocado reacciones químicas entre los elementos
anteriormente citados. Esas reacciones darían origen a aminoácidos, los
principales constituyentes de las proteínas, y otras moléculas orgánicas.
Las temperaturas de la Tierra, primitivamente muy elevadas,
bajaron hasta permitir la condensación del vapor de agua. En este proceso
también fueron arrastradas muchos tipos de moléculas, como varios ácidos
orgánicos (materia en movimiento relativo) e inorgánicos (materia en reposo
relativo). Sin embargo, las temperaturas existentes en esta época eran todavía
lo suficientemente elevadas como para que el agua líquida continuase evaporándose
y licuándose continuamente.
Oparín concluyó que los aminoácidos que eran depositados por
las lluvias no regresaban a la atmósfera con el vapor de agua, sino que
permanecían sobre las rocas calientes. Supuso también que las moléculas de
aminoácidos, con el estímulo del calor, se podrían combinar mediante enlaces
peptídicos. Así surgirían moléculas mayores de sustancias albuminoides. Serían
entonces las primeras proteínas en existir.
La insistencia de las lluvias durante millones de años acabó
llevando a la creación de los primeros océanos de la Tierra. Y hacia ellos
fueron arrastradas, con las lluvias, las proteínas y aminoácidos que
permanecían sobre las rocas. Durante un tiempo incalculable, las proteínas se
acumularían en océanos primordiales de aguas templadas del planeta. Las
moléculas se combinaban y se rompían y nuevamente volvía a combinarse en una nueva
disposición. De esa manera, las proteínas se multiplicaban cuantitativa y
cualitativamente.
Disueltas en agua, las proteínas formaron coloides. La
interacción de los coloides llevó a la aparición de los coacervados. Un
coacervado es un agregado de moléculas mantenidas unidas por fuerzas
electrostáticas. Esas moléculas son sintetizadas abióticamente. Oparín llamó
coacervados a los protobiontes. Un protobionte es un glóbulo estable que es
propenso a la autosíntesis si se agita una suspensión de proteínas, polisacáridos
y ácidos nucleicos. Muchas macromoléculas quedaron incluidas en coacervados.
Es posible que en esa época ya existieran proteínas
complejas con capacidad catalizadora, como enzimas o fermentos, que facilitan
ciertas reacciones químicas, y eso aceleraba bastante el proceso de síntesis de
nuevas sustancias.
Cuando ya había moléculas de nucleoproteínas, cuya actividad
en la manifestación de caracteres hereditarios es bastante conocida, los
coacervados pasaron a envolverlas. Aparecían microscópicas gotas de coacervados
envolviendo nucleoproteínas. En aquel momento faltaba sólo que las moléculas de
proteínas y de lípidos se organizasen en la periferia de cada gotícula,
formando una membrana lipoproteica. Estaban formadas entonces las formas de
vida más rudimentarias. Así Oparín abrió un camino donde químicos orgánicos
podrían formar sistemas microscópicos y localizados (posiblemente precursores
de las células) a partir de los cuales esas primitivas formas de vida podrían
desarrollarse.
Y en esta línea ordenada de procesos biológicos, van
avanzando con cada vez más importancia: la competencia y la velocidad de
crecimiento, sobre los que actuaría la selección natural, determinando formas
de organización material que es característica de la vida actual. La importancia de la teoría de Oparín,
es que completa el “asesinato” de la teoría de la generación espontanea. Nótese
que la teoría de la generación espontánea, es curiosamente parecida a la teoría
del big bang. Ambas teorías, presentan a las “entidades” (cosmológicas o
biológicas), como si “aparecieran de la nada”. Como si por un “acto de magia”
los entes cosmológicos o biológicos se
presentaron de una sola vez. Si la ciencia ha derrumbado la teoría de la
“generación espontanea”, ¿Por qué los físicos actuales se esfuerzan en
revivirla en sus conclusiones del big bang?. ¿No es esto querer regresar a las conclusiones
pseudocientíficas que ya se superaron?.
Alexander Oparín: “Hemos
revisado el largo camino que siguió el desarrollo de la materia y que condujo a
la aparición de la vida en la Tierra. Al
comienzo, vimos el carbono disperso en
átomos sueltos por la atmósfera incandescente de las estrellas. Después, lo encontramos formando
parte de los hidrocarburos que se
formaron sobre la superficie de la Tierra.
Más adelante estos hidrocarburos dieron derivados oxigenados y nitrogenados y
se transformaron en las sustancias
orgánicas más simples. En las aguas del
océano primitivo esas sustancias constituyeron cuerpos más complejos.
Surgieron las
proteínas y otras sustancias similares. Así fue como se formó el material de que están formados los
animales y los vegetales. Al principio,
este material se encontraba simplemente disuelto, pero luego se
separó, formando los coacervados. Los
coacervados primitivos tenían una estructura
relativamente sencilla, más paulatinamente se fueron efectuando en
ellos cambios esenciales. Se hicieron
cada vez más complejos y su forma cada vez más perfecta, hasta que finalmente
se convirtieron en seres primitivos progenitores de todo lo vivo en la Tierra.
La vida siguió desarrollándose. Al comienzo, los seres vivos no poseían estructura celular. Mas en una determinada
etapa del transcurso de la vida apareció
la célula; primeramente surgieron organismos unicelulares y, después, organismos pluricelulares, que
poblaron nuestro paneta. De esta manera
la ciencia ha echado por tierra las lucubraciones religiosas acerca del
principio espiritual de la vida y el origen divino de los seres vivos. En nuestros días, cuando ha sido estudiada
con todo detalle la organización interna
de los seres vivos, tenemos razones más que fundadas para pensar que, tarde o temprano, lograremos
reproducir artificialmente esa
organización y así demostrar fehacientemente, que la vida no es más que una forma especial de existencia de la materia. Los éxitos
logrados últimamente por la biología
soviética nos permiten confiar en que esa
creación artificial de seres vivos tan sencillos no sólo es factible,
sino que se obtendrá en un futuro cercano”.
Las afirmaciones de Alexander Oparín, fueron confirmadas por
el experimento de Stanley Miller y Harold Urey: Wikipedia/ Experimento de
Miller y Urey:
“El experimento de
Miller y Urey representa la primera comprobación de que se pueden formar
espontáneamente moléculas orgánicas a partir de sustancias inorgánicas simples
en condiciones ambientales adecuadas. Es la comprobación de la hipótesis de
Alexander Oparín y J. B. S. Haldane's. Este experimento fue llevado a cabo en
1952 por Stanley Miller y Harold Clayton Urey en la Universidad de Chicago. El
experimento fue clave para apoyar la teoría del caldo primordial en el origen
de la vida.
Según este experimento
la síntesis de compuestos orgánicos, como los aminoácidos, debió ser fácil en
la Tierra primitiva. Otros investigadores –siguiendo este procedimiento y
variando el tipo y las cantidades de las sustancias que reaccionan- han
producido algunos componentes simples de los ácidos nucleicos y hasta ATP.
Esta experiencia abrió
una nueva rama de la biología, la exobiología. (Ciencia que estudia la vida
fuera del planeta tierra) Desde entonces, los nuevos conocimientos sobre el ADN
y el ARN. Condiciones prebióticas en otros planetas y el anuncio de posibles
fósiles bacterianos encontrados en meteoritos provenientes de Marte (como el
ALH 84001), han renovado la cuestión del origen de la vida.
Stanley L. Miller ,
estudiante de la Universidad de California. Le propuso a su director Harold
Urey, realizar un experimento para contrarrestar la hipótesis de Alexander Oparín
y J. B. S. Haldane según la cual en las condiciones de la Tierra primitiva se
habían producido reacciones químicas que condujeron a la formación de
compuestos orgánicos a partir de inorgánicos, que posteriormente originaron las
primeras formas de vida. Urey pensaba que los resultados no serían concluyentes
pero finalmente aceptó la propuesta de Miller. Diseñaron un aparato en el que
simularon algunas condiciones de la atmósfera de la Tierra primitiva.
Descripción: El
experimento consistió, básicamente, en someter una mezcla de metano, amoníaco,
hidrógeno, dióxido de carbono, nitrógeno y agua a descargas eléctricas de
60.000 voltios a temperaturas muy altas. Como resultado, se observó la
formación de una serie de moléculas orgánicas, entre la que destacan ácido
acético, glucosa, y los aminoácidos glicina, alanina, ácido glutámico y ácido
aspártico, usados por las células como los pilares básicos para sintetizar sus
proteínas.
En el aparato se
introdujo la mezcla gaseosa, el agua se mantenía en ebullición y posteriormente
se realizaba la condensación; las sustancias se mantenían a través del aparato
mientras dos electrodos producían descargas eléctricas continuas en otro
recipiente.
Después que la mezcla
había circulado a través del aparato, por medio de una llave se extraían
muestras para analizarlas. En éstas se encontraron, como se ha mencionado,
varios aminoácidos, un carbohidrato y algunos otros compuestos orgánicos.
El experimento ha sido
repetido en múltiples ocasiones, obteniendo compuestos orgánicos diversos. Sin
embargo, aún no se han obtenido proteínas.
En 2008, otros
investigadores encontraron el aparato que Miller usó en sus tempranos
experimentos y analizaron el material remanente usando técnicas modernas más
sensibles. Los experimentos habían incluido la simulación de otros ambientes,
no publicados en su momento, como gases liberados en erupciones volcánicas. El
análisis posterior encontró más aminoácidos y otros compuestos de interés que
los mencionados en el experimento publicado.
Impacto: Este
experimento, junto a una considerable evidencia geológica, biológica y química,
ayuda a sustentar la teoría de que la primera forma de vida se formó mediante
reacciones químicas. Sin embargo, todavía hay científicos que no están
convencidos. El astrofísico británico Fred Hoyle -oponente a la teoría del
Big Bang y defensor de un cosmos estacionario, en su momento- comparó la
supuesta posibilidad de que la vida apareciera sobre la Tierra como resultante
de reacciones químicas con el "equivalente de que un tornado que pasa por
un cementerio de autos logre construir un Boeing 747 a partir de los materiales
recopilados allí". El consenso entre los biólogos es que la interpretación
estadística de Hoyle es errada, y se refieren a este argumento como la falacia
de Hoyle”.
Como se puede observar en esta figura, aquí hay otra
comprobación más: la negación de la negación. El agua que se muestra en la
parte izquierda de la figura, retorna al
origen, pero sobre una base cualitativa superior. Esto también confirma la idea
toroidal y cíclica que hasta ahora se ha plasmado.
El único ajuste que en este ensayo se le debe hacer a la
teoría de oparín, es unir esta teoría con la teoría de la PANSPERMIA. Esta
teoría dice que la vida en la tierra se pudo generar a partir de moléculas,
elementos u otro tipo de entidades más grandes o más pequeñas, que pudieron
haber llegado al planeta tierra, mediante la colisión de cuerpos celestes,
tales como meteoritos, cometas, o incluso entidades inteligentes. Si aceptamos
la unión entre el todo y las partes como principio dialéctico, y aceptamos que
la evolución dialéctica de la materia en reposo (inorgánica), deriva hacia la
materia en movimiento (inorgánica), estamos obligados a aceptar que la vida
puede ser un fenómeno común en el cosmos. Pensar lo contrario, sería muy
improbable e ilógico. Anteriormente esta forma de pensar (Panspermia) era vista
por los filósofos dialécticos clásicos, como un intento neo religioso de decir,
que la vida de nuestro planeta pudo haber venido “de los cielos”. En el momento
histórico en el que la teoría de la
Panspermia fue rotundamente negada por el materialismo dialéctico clásico fue
correcto. Pero en la actualidad, cuando gracias a los telescopios más potentes,
nos damos cuenta del inmenso número de estrellas que hay en nuestra
galaxia, el inmenso número de galaxias,
el inmenso número de cúmulos de galaxias, e incluso hasta hipotéticamente, el
inmenso número de “cosmos”, entonces ya no podemos seguir pensando que la
tierra es única y especial, por lo que inevitablemente debemos aceptar como muy
posible y nada ilógico, la idea de que algunas moléculas, bacterias u otro tipo de entidades orgánicas, pudieran
haber llegado a nuestro planeta por medio de algún cuerpo celeste, o por medio
de alguna entidad extraterrestre inteligente, pero que dicha panspermia pudo
haber sido posible, solamente gracias a que en este planeta existían las
condiciones físicas, químicas etc., para que esas entidades orgánicas pudieran
reproducirse. ¿Un niño puede nacer, crecer, y desarrollarse aislado de otros
seres humanos?; claro que sí, pero lo hará hacia una forma de existencia salvaje
(analogía de la teoría de Oparín). ¿Qué pasa si otro ser humano en estado de
niñez, por medio de la interacción social aprende a hablar, cantar, leer,
escribir y educarse?. La respuesta es clara, ese niño se desarrollará hasta un
punto donde pueda entender los argumentos de este ensayo, así que su forma de
vida, será a diferencia del primer caso; una forma de vida civilizada. Desde un
punto de vista biológico, tanto en primer niño como el segundo, son formas de
vida reales y biológicas, la única diferencia es que el segundo tuvo una
interacción con otros niños como él. Si analizamos la teoría de la Panspermia
bajo estos supuestos teóricos, no es una teoría descabellada sino totalmente
plausible. Aceptar que existe un intercambio físico y químico entre nuestro
planeta y otros cuerpos celestes, es una forma dialéctica de pensar. Pensar que
la vida surgió únicamente en este planeta, y totalmente aislado de los demás
cuerpos celestes, es una especie de neo kantianismo; pensar que somos únicos,
especiales y que estamos aislados del resto del cosmos, por lo que no es
necesario investigar la dinámica de intercambio físico químico, entre los diferentes
cuerpos celestes.
¿Cuál teoría es la mejor? ¿A) La teoría de Oparín; que la
vida en este planeta se desarrollo, gracias a la relación dinámica entre los
elementos existentes en este planeta, o B) que la vida en este planeta se
desarrollo, gracias a la relación dinámica entre este planeta y otros cuerpos
celestes que portaban el caldo primordial para la generación de la vida?.
¿Acaso no se complementan ambas teorías en una unidad y lucha de contrarios?
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